Un capítulo en el que Teresa se deshace en gratitud por el estado al que Su Majestad la ha traído. “¡Bienaventurada alma que la trae el Señor a entender verdades!” (nº1)

En estos doce números resume su “Buena Noticia”: Todo es Gracia. Es el Señor quien obra “por sola su bondad”. (nº 11)

Concluye el tratado de oración y la alegoría del Huerto con un estallido de expresiones con las que intenta dar a entender la magnificencia del Amor de Dios y su acción en la misma Teresa.

Contrasta esta liberalidad con su extrema pobreza e incapacidad “lo poco que puedo” (nº 5) que la lleva a ahondar en la humildad, virtud propia del orante, de la que se ha hecho eco desde el comienzo del libro y a la que continuamente nos está invitando.

Como siempre, su lenguaje es un lenguaje envolvente, que “engolosina” y hace desear “dejarse hacer”. Porque de no ser así, toda entrega se torna en un simple esfuerzo personal de superación y no en una entrega real de la voluntad. Nos lo preguntamos: ¿Realmente entregamos la vida?, ¿verdaderamente deseamos poner nuestra voluntad en manos del Señor?

En últimas, Teresa nos dice quién es Dios, el Dios de Jesús, su Dios, quien ha transformado su vida entera y la ha hecho feliz. Pero no sólo a ella, sino que quiere hacernos felices a cada uno de nosotros.

CAPÍTULO 21

Prosigue y acaba este postrer grado de oración. Dice lo que siente el alma que está en él de tornar a vivir en el mundo, y de la luz que la da el Señor de los engaños de él. Tiene buena doctrina.

1. Pues acabando en lo que iba, digo que no ha menester aquí consentimiento de esta alma; ya se le tiene dado, y sabe que con voluntad se entregó en sus manos y que no le puede engañar, porque es sabedor de todo. No es como acá, que está toda la vida llena de engaños y dobleces: cuando pensáis tenéis una voluntad ganada, según lo que os muestra, venís a entender que todo es mentira. No hay ya quien viva en tanto tráfago, en especial si hay algún poco de interés. ¡Bienaventurada alma que la trae el Señor a entender verdades! ¡Oh, qué estado éste para los reyes! ¡Cómo les valdría mucho más procurarle, que no gran señorío! ¡Qué rectitud habría en el reino! ¡Qué de males se excusarían y habrían excusado! Aquí no se teme perder vida ni honra por amor de Dios. ¡Qué gran bien éste para quien está más obligado a mirar la honra del Señor, que todos los que son menos, pues han de ser los reyes a quien sigan! Por un punto de aumento en la fe y de haber dado luz en algo a los herejes, perdería mil reinos, y con razón. Otro ganar es. Un reino que no se acaba. Que con sola una gota que gusta un alma de esta agua de él, parece asco todo lo de acá. Pues cuando fuere estar engolfada en todo ¿qué será?

2. ¡Oh Señor! Si me dierais estado para decir a voces esto, no me creyeran, como hacen a muchos que lo saben decir de otra suerte que yo; mas al menos satisficiérame yo. Paréceme que tuviera en poco la vida por dar a entender una sola verdad de éstas; no sé después lo que hiciera, que no hay que fiar de mí. Con ser la que soy, me dan grandes ímpetus por decir esto a los que mandan, que me deshacen. De que no puedo más, tórnome a Vos, Señor mío, a pediros remedio para todo; y bien sabéis Vos que muy de buena gana me desposeería yo de las mercedes que me habéis hecho, con quedar en estado que no os ofendiese, y se las daría a los reyes; porque sé que sería imposible consentir cosas que ahora se consienten, ni dejar de haber grandísimos bienes.

3. ¡Oh Dios mío! Dadles a entender a lo que están obligados, pues los quisisteis Vos señalar en la tierra de manera, que aun he oído decir hay señales en el cielo cuando lleváis a alguno. Que, cierto, cuando pienso esto, me hace devoción que queráis Vos, Rey mío, que hasta en esto entiendan os han de imitar en vida, pues en alguna manera hay señal en el cielo, como cuando moristeis Vos, en su muerte.

4. Mucho me atrevo. Rómpalo vuestra merced si mal le parece, y crea se lo diría mejor en presencia, si pudiese o pensase me han de creer, porque los encomiendo a Dios mucho, y querría me aprovechase. Todo lo hace aventurar la vida, que deseo muchas veces estar sin ella, y era por poco precio aventurar a ganar mucho. Porque no hay ya quien viva, viendo por vista de ojos el gran engaño en que andamos y la ceguedad que traemos.

5. Llegada un alma aquí, no es sólo deseos los que tiene por Dios; Su Majestad la da fuerzas para ponerlos por obra. No se le pone cosa delante, en que piense le sirve, a que no se abalance; y no hace nada, porque -como digo- ve claro que no es todo nada, sino contentar a Dios. El trabajo es que no hay qué se ofrezca a las que son de tan poco provecho como yo. Sed Vos, Bien mío, servido venga algún tiempo en que yo pueda pagar algún cornado de lo mucho que os debo. Ordenad Vos, Señor, como fuereis servido, cómo esta vuestra sierva os sirva en algo. Mujeres eran otras y han hecho cosas heroicas por amor de Vos. Yo no soy para más de parlar, y así no queréis Vos, Dios mío, ponerme en obras. Todo se va en palabras y deseos cuanto he de servir, y aun para esto no tengo libertad, porque por ventura faltara en todo. Fortaleced Vos mi alma y disponedla primero, Bien de todos los bienes y Jesús mío, y ordenad luego modos cómo haga algo por Vos, que no hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada. Cueste lo que costare, Señor, no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos, pues conforme a las obras se ha de dar el premio. Aquí está mi vida, aquí está mi honra y mi voluntad; todo os lo he dado, vuestra soy, disponed de mí conforme a la vuestra. Bien veo yo, mi Señor, lo poco que puedo; mas llegada a Vos, subida en esta atalaya adonde se ven verdades, no os apartando de mí, todo lo podré; que si os apartáis, por poco que sea, iré adonde estaba, que era al infierno.

6. ¡Oh, qué es un alma que se ve aquí, haber de tornar a tratar con todos, a mirar y ver esta farsa de esta vida tan mal concertada, a gastar el tiempo en cumplir con el cuerpo, durmiendo y comiendo! Todo la cansa, no sabe cómo huir, vese encadenada y presa. Entonces siente más verdaderamente el cautiverio que traemos con los cuerpos, y la miseria de la vida. Conoce la razón que tenía San Pablo de suplicar a Dios le librase de ella. Da voces con él. Pide a Dios libertad, como otras veces he dicho; mas aquí es con tan gran ímpetu muchas veces, que parece se quiere salir el alma del cuerpo a buscar esta libertad, ya que no la sacan. Anda como vendida en tierra ajena, y lo que más la fatiga es no hallar muchos que se quejen con ella y pidan esto, sino lo más ordinario es desear vivir. ¡Oh, si no estuviésemos asidos a nada ni tuviésemos puesto nuestro contento en cosa de la tierra, cómo la pena que nos daría vivir siempre sin él templaría el miedo de la muerte con el deseo de gozar de la vida verdadera!

7. Considero algunas veces cuando una como yo, por haberme el Señor dado esta luz, con tan tibia caridad y tan incierto el descanso verdadero por no lo haber merecido mis obras, siento tanto verme en este destierro muchas veces, ¿qué sería el sentimiento de los santos? ¿Qué debía de pasar San Pablo y la Magdalena y otros semejantes, en quien tan crecido estaba este fuego de amor de Dios? Debía ser un continuo martirio. Paréceme que quien me da algún alivio y con quien descanso de tratar, son las personas que hallo de estos deseos; digo deseos con obras; digo con obras, porque hay algunas personas que, a su parecer, están desasidas, y así lo publican y había ello de ser, pues su estado lo pide y los muchos años que ha que algunas han comenzado camino de perfección, mas conoce bien esta alma desde muy lejos los que lo son de palabras, o los que ya estas palabras han confirmado con obras; porque tiene entendido el poco provecho que hacen los unos y el mucho los otros, y es cosa que a quien tiene experiencia lo ve muy claramente.

8. Pues dicho ya estos efectos que hacen los arrobamientos que son de espíritu de Dios..., verdad es que hay más o menos. Digo menos, porque a los principios, aunque hace estos efectos, no están experimentados con obras, y no se puede así entender que los tiene. Y también va creciendo la perfección y procurando no haya memoria de telaraña, y esto requiere algún tiempo. Y mientras más crece el amor y humildad en el alma, mayor olor dan de sí estas flores de virtudes, para sí y para los otros. Verdad es que de manera puede obrar el Señor en el alma en un rapto de estos, que quede poco que trabajar al alma en adquirir perfección, porque no podrá nadie creer, si no lo experimenta, lo que el Señor la da aquí, que no hay diligencia nuestra que a esto llegue, a mi parecer. No digo que con el favor del Señor, ayudándose muchos años, por los términos que escriben los que han escrito de oración, principios y medios, no llegarán a la perfección y desasimiento mucho con hartos trabajos; mas no en tan breve tiempo como, sin ninguno nuestro, obra el Señor aquí y determinadamente saca el alma de la tierra y le da señorío sobre lo que hay en ella, aunque en esta alma no haya más merecimientos que había en la mía, que no lo puedo más encarecer, porque era casi ninguno.

9. El por qué lo hace Su Majestad, es porque quiere, y como quiere hácelo, y aunque no haya en ella disposición, la dispone para recibir el bien que Su Majestad le da. Así que no todas veces los da porque se lo han merecido en granjear bien el huerto -aunque es muy cierto a quien esto hace bien y procura desasirse, no dejar de regalarle-, sino que es su voluntad mostrar su grandeza algunas veces en la tierra que es más ruin, como tengo dicho, y dispónela para todo bien, de manera que parece no es ya parte en cierta manera para tornar a vivir en las ofensas de Dios que solía. Tiene el pensamiento tan habituado a entender lo que es verdadera verdad, que todo lo demás le parece juego de niños. Ríese entre sí algunas veces cuando ve a personas graves de oración y religión hacer mucho caso de unos puntos de honra que esta alma tiene ya debajo de los pies. Dicen que es discreción y autoridad de su estado para más aprovechar. Sabe ella muy bien que aprovecharía más en un día que pospusiese aquella autoridad de estado por amor de Dios, que con ella en diez años.

10. Así vive vida trabajosa y con siempre cruz, mas va en gran crecimiento. Cuando parece a los que la tratan, están muy en la cumbre. Desde a poco están muy más mejoradas, porque siempre las va favoreciendo más Dios. Es alma suya. Es El que la tiene ya a cargo, y así le luce. Porque parece asistentemente la está siempre guardando para que no le ofenda, y favoreciendo y despertando para que le sirva.En llegando mi alma a que Dios la hiciese esta tan gran merced, cesaron mis males y me dio el Señor fortaleza para salir de ellos, y no me hacía más estar en las ocasiones y con gente que me solía distraer, que si no estuviera, antes me ayudaba lo que me solía dañar. Todo me era medios para conocer más a Dios y amarle y ver lo que le debía y pesarme de la que había sido.

11. Bien entendía yo no venía aquello de mí ni lo había ganado con mi diligencia, que aún no había habido tiempo para ello. Su Majestad me había dado fortaleza para ello por su sola bondad. Hasta ahora, desde que me comenzó el Señor a hacer esta merced de estos arrobamientos, siempre ha ido creciendo esta fortaleza, y por su bondad me ha tenido de su mano para no tornar atrás. Ni me parece, como es así, hago nada casi de mi parte, sino que entiendo claro el Señor es el que obra.
Y por esto me parece que a almas que el Señor hace estas mercedes que, yendo con humildad y temor, siempre entendiendo el mismo Señor lo hace y nosotros casi nonada, que se podía poner entre cualquiera gente; aunque sea más distraída y viciosa, no le hará al caso, ni moverá en nada; antes, como he dicho, le ayudará y serle ha modo para sacar muy mayor aprovechamiento. Son ya almas fuertes que escoge el Señor para aprovechar a otras; aunque esta fortaleza no viene de sí. De poco en poco, en llegando el Señor aquí un alma, le va comunicando muy grandes secretos.

12. Aquí son las verdaderas revelaciones en este éxtasis y las grandes mercedes y visiones, y todo aprovecha para humillar y fortalecer el alma y que tenga en menos las cosas de esta vida y conozca más claro las grandezas del premio que el Señor tiene aparejado a los que le sirven. Plega a Su Majestad sea alguna parte la grandísima largueza que con esta miserable pecadora ha tenido, para que se esfuercen y animen los que esto leyeren a dejarlo todo del todo por Dios. Pues tan cumplidamente paga Su Majestad, que aun en esta vida se ve claro el premio y la ganancia que tienen los que le sirven, ¿qué será en la otra?