Orando con el Evangelio

Enséñanos a orar (Lc 11.1-3)
Bruno Moriconi, ocd

Más allá de la oración del Pater, simple y, al mismo tiempo, profundísima, en esta pieza del Evangelio de Lucas hay otra cosa aún más importante. Sólo la encontramos en este Evangelio, pero no tenemos que dejar de leerla y releerla. Podríamos considerarla una simple anotación mientras, en cambio, es la llave para entender el mismo Padre nuestro. Se trata de las primeras palabras que suenan así: “Una vez estaba [Jesús] en un lugar orando. Cuando terminó, uno de los discípulos le pidió: Señor, enséñanos a orar como Juan enseñó a sus discípulos”. El Maestro estaba orando, cuando uno de los que le seguían le pidió que enseñara a orar a sus discípulos.

Si entonces las palabras son aquellas del Pater (Cuando oréis, decid: Padre, sea respetada la santidad de tu nombre, venga tu reinado; …), la manera de decirlas y la confianza son las de Jesús. Él mismo, en efecto, aun siendo el Hijo de Dios, entrado en nuestras condiciones como nuestro hermano, necesitaba estar, en cuanto las circunstancias se lo permitían (casi siempre de noche), en intimidad con el Padre.

Cuando los discípulos le pedían que les enseñara a orar, como lo había hecho Juan Bautista con los suyos, no piensan en nuevas oraciones, sino en el modo de estar con Dios y a la necesidad de hacerlo pidiendo las cosas que el Hijo ha venido a cumplir en este nuestro mundo. Con la confianza de los hijos que preguntan sin miedo cualquier cosa, incluso sabiendo que el Padre les dará, si no la cosa solicitada en el momento, la capacidad de seguir confiando en su presencia. Éste es, en efecto, el sentido de las palabras finales de Jesús: “Si vosotros, con lo malos que sois (aun no siendo buenos), sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan!”.