Orando con el Evangelio

EVANGELIO: Jn 10,11-18 

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                        Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; 12el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; 13y es que a un asalariado no le importan las ovejas. 14Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, 15igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. 16Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. 17Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. 18Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

El pastor es un propietario de ganado, como lo fueron los Patriarcas; cuida su rebaño o uno de otro dueño, al modo que lo hizo durante un tiempo bastante largo Jacob. “Hace veinte años que estoy contigo -  dijo quejándose al suegro Labán - tus ovejas y tus cabras no han abortado, y no he comido los carneros de tu rebaño” (Gen 31,38). En la Biblia, la figura del pastor fue también la imagen de Dios, declarado tal, por ejemplo, en el Salmo 23, donde el salmista canta que Yhwh, que lo apacienta por prados de fresca hierba, lo conduce hacia las aguas de reposo, va con él y lo sosiega con su vara y su cayado. En contraste con Dios, el pastor bueno, existen los malos quienes, a su vez, se convierten en figura de los guías irresponsables del pueblo. Estos, en lugar de atender a las ovejas a ellos confiadas, se cuidan solo de sus intereses. "Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel”, dice el Señor a Ezequiel, “profetiza y diles: ¡Pastores!, esto dice el Señor: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos!” (Ez 34,2).

Es este el trasfondo cultural del discurso de Jesús al declararse "el Buen Pastor". Para entenderlo bien hay que recordar lo que precede a esta afirmación. De hecho, Jesús está aplicando a sí mismo la parábola que acaba de contar, y que es menester releer: 

En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas la suya camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante (Jn 10,1-10).

         Como resulta fácil entender, solo después de haber hablado, como en todas las parábolas, de cosas de la vida (que hay pastores que entran por la puerta en el aprisco de sus ovejas y bandidos que saltan por otra parte a escondidas para robar), se declara Él mismo, antes que pastor, puerta del redil. “Yo soy la puerta de las ovejas”, declara en Jn 10,8. Y lo repite en el versículo siguiente: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos”. “El ladrón – había concluido - no entra sino para robar y matar y hacer estragos, [mientras] yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante (Jn 10,1-10).

         En la parte que se lee hoy, lo que era implícito en la parábola, se hace más explícito. Él no solo es la puerta que hace entrar a los suyos en la casa del Padre, sino también el pastor, como declara ahora diciendo abiertamente: Yo soy el Buen Pastor”. Aquel que está dispuesto a dar la vida por sus ovejas sin abandonarlas cuando llega el lobo, como haría el asalariado, es Él. Soy yo aquel pastor que conoce a sus ovejas y es reconocido por ellas, sigue diciendo. Aquel pastor que, no solo las conoce, sino las conoce como el Padre le conoce a Él, con la misma familiaridad. Jesús dice esto no para alabarse a sí mismo, sino para darnos valor a nosotros, puesto que Él nos considera suyos al punto de entregar su vida por nosotros. Y no solo por nosotros los creyentes, sino por todos los demás hombres y mujeres.  

Lo afirma Él mismo al añadir: “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor”. Su rebaño no se reduce a la Iglesia Católica, ni siquiera al conjunto de los demás cristianos (ortodoxos y protestantes), ya que el Padre no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él” (Jn 3,17), como dijo Jesús a Nicodemo. “Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla”, dice ahora aquí. 

Y es en esta perspectiva salvífica que se declara “el buen Pastor”. Literalmente, tendríamos que traducir “el hermoso pastor”, porque en lugar de emplear agatós (bueno) el evangelista emplea kalós(bello). No se refiere, sin embargo, a su aspecto físico, sin duda agradable, sino a la plenitud de bien, a la belleza de la bondad de Jesús, dispuesto a dar la vida por el bien de todos sus hermanos y hermanas, los hombres y las mujeres de toda la historia.

Bruno Moriconi, ocd

Soneto de Luis de Góngora 

(1561-1627)

Oveja perdida, ven

sobre mis hombros, que hoy

no solo tu pastor soy,

sino tu pasto también.

Por descubrirte mejor,

cuando balabas perdida,

dejé en un árbol la vida,

si prenda quieres mayor,

mis obras hoy te la den.

Pasto, al fin, hoy tuyo hecho,

¿cual dará mayor asombro,

o el traerte yo en el hombro,

o el traerme tu en el pecho?

Prendas son de amor estrecho,

Que aun los más ciegos ven.

Oveja perdida, ven

sobre mis hombros, que hoy

no solo tu pastor soy,

sino tu pasto también.