Orando con el Evangelio

Tres hermosas pinceladas en el Evangelio de hoy: Juan el Bautista señala a Jesús como el "Cordero de Dios". Jesús pregunta: “¿qué buscáis?”. Jesús inaugura la pastoral del testimonio.

         Estamos celebrando el II Domingo del Tiempo Ordinario, tiempo para contemplar la “vida pública” de Jesús. Tiempo para que “aprendamos bien” lo que es el cristianismo.

         Primera pincelada: El Bautista nos muestra a Jesús como el “Cordero de Dios”. La imagen va unida a “alguien que va a entregar su vida por nosotros”. Estas palabras las dirán los sacerdotes en cada Eucaristía, al mostrarnos la Sagrada Hostia, antes de la comunión: “Este es el Cordero de Dios…”.

         Segunda pincelada: Las primeras palabras que salen de los labios de Jesús, en el Evangelio de san Juan, “son una pregunta”: “¿Qué buscáis?”. Es una pregunta que dirige Jesús a toda la humanidad. Y en esta Eucaristía, nos la dirige también a nosotros. Realmente, “¿qué buscamos en nuestra vida?”. Buscamos “triunfar y vivir bien”. Me gustaría que, en este momento, cada uno de nosotros ofreciera esta respuesta: “Te busco a Ti, Señor mío y Dios mío”.

         Tercera pincelada: Jesús “inaugura” la verdadera pastoral de su Iglesia y de todos los cristianos: “el testimonio”. “¿Dónde vives?”, le preguntan sus dos primeros discípulos. Y Él les contesta: “Venid y lo veréis”. Jesús no comienza su vida pública, “con un sermón”, sino “ofreciendo unos hechos tan reales como la vida misma”. Comienza con el ofrecimiento de su vida y de sus obras.

   ANTONIO GIL

         Hoy celebramos la Natividad del Señor, el “gran día en la liturgia de la Iglesia”, la Gran Noticia, que divide la historia en dos mitades: Antes de Cristo y después de Cristo.

         ¡FELIZ NAVIDAD EN NUESTRO CORAZÓN!

Que nuestro corazón sea hoy “la cuna del Portal de Belén, donde colocamos al Niño Dios”.

Que Dios nazca en nosotros, que le sintamos cercano, dentro de nosotros y a nuestro lado.

El Niño Jesús es el “aguinaldo del cielo”. El gran regalo de Dios Padre a la humanidad: a su propio Hijo.

¡FELIZ NAVIDAD EN NUESTRAS VIDAS!

La Navidad es una fiesta que llega y después “pasa”.

La Navidad es una fiesta que ha de durar todo el año.

Nuestra vida ha de ser una “permanente Navidad”.

¡Cuidado con uno de los personajes de la Navidad, el posadero de Belen: "No tuvo sitio para Dios"!
         ¡Cuidado, nosotros, que "tengamos siempre tiempo y sitio para Dios"!

¡FELIZ NAVIDAD EN EL MUNDO ENTERO!

¡Feliz presencia de Dios en el universo y en las entrañas de la humanidad!

¡Un “mundo sin Dios”, será siempre “un mundo contra el hombre”!

¡A la vista está, cuando “eliminamos a Dios, imponiendo los poderes y las ambiciones de los hombres!

Busquemos la Estrella de Belén, tantas “señales” como Dios nos envía para que vayamos al Portal, para que encontremos al Señor Jesús.

                                                                                                                 P. Antonio Gil Moreno

Rom 15, 4-9

Todo lo que se escribió en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, a fin de que a través de nuestra paciencia y del consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús, de este modo, unánimes, a una voz, glorificaréis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.  

Por eso, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Es decir, Cristo se hizo servidor de la circuncisión en atención a la fidelidad de Dios, para llevar a cumplimiento las promesas hechas a los patriarcas y, en cuanto a los gentiles, para que glorifiquen a Dios por su misericordia; como está escrito:

 «Por esto te alabaré entre los gentiles y cantaré para tu nombre».

…Así entre nuestra paciencia y el consuelo de las Escrituras podemos mantener el fuego de la Esperanza. Cuando los monjes, nos entregamos con gusto a la Lectio, para entenderla, para estudiarla, para meditarla, para interiorizarla… para hacerla vida… en el alma se destila el Rocío del CONSUELO. Sin esta lectura profunda, sin meditación, sin una adecuada interiorización, nuestra vida corre el riesgo de quedarse en la carne.

El origen de esta Paciencia… y este Consuelo es el mismo Dios. Cuando entregamos toda nuestra vida a Dios, cuando le entregamos Toda Nuestra Vida (también nuestro pecado, nuestro pasado, nuestra historia tumultuosa… TODO… ) entonces comienza a destilar en el alma este rocío de la Paciencia y el Consuelo. Díganme si no es verdad que un alto porcentaje de nuestros conflictos tiene por causa la impaciencia y la propia ansiedad y falta de paz proyectada en los demás.

Para este tiempo de adviento necesitamos también el Don precioso de la Unanimidad: una sola alma, un solo corazón.

Necesitamos El DON de la UNIDAD, porque, aunque aquí estemos   partos, medos, elamitas; habitantes de Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto, Asia, Frigia, Panfilia, Egipto, libios, romanos, judíos, cretenses y árabes, todos en Cristo nos sentimos unánimes, concordes para alabar a Dios a una VOZ.

            Y termina Pablo evocando para este tiempo de preparación de adviento otra actitud que Jesús encarnó maravillosamente: el servicio. Dios en sus designios de amor envía a su Hijo como servidor, en primer término del pueblo elegido y en segundo término de los gentiles. El Ungido de Israel, el Mesías, el Hijo de Dios entra en el mundo como el servidor.

Ahí tenemos, hermanos, una larga lista de dones divinos que tocan lo profundamente humano para examinar hoy, aquí y ahora: nuestra paciencia, el consuelo de Dios, la comunión y la unidad entre nosotros, el servicio. Y toda esta preparación de Dones para desembocar en la figura monumental de María, nuestra querida Madre, la Virgen María, la predilecta, la llena de GRACIA, la Kecharitoméne en griego.

            En Cristo, este proceso de retorno a Dios por la obediencia que inaugura para nosotros un camino nuevo, tiene un insigne pórtico en María, en su Concepción Inmaculada. Ella llena de Gracia, Ella la concebida sin pecado, Ella la llena y rebosante de paciencia, de consuelo divino, la que prodiga concordia y unidad entre los Hijos de Dios, ella la Humilde, es la criatura elegida por Dios, para el momento de la Historia más importante después de la primera Creación: esto es la encarnación del Hijo de Dios.  

            A menudo cuando evocamos el día de la Purísima nos podemos quedar con un sentido distorsionado, arcaico, del verdadero significado de la Pureza de María y de la pureza de cada uno de nosotros, como discípulos del Señor. El triunfo de la Gracia, el triunfo de la resurrección en nosotros, está condensado en aquella frase preciosa en la que todos estamos comprometidos de algún modo: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí… esta frase, frente a aquella otra que decía: estaba desnudo y me escondí….

La redención no viene a mutilar a nadie, la salvación de Jesucristo no viene a desperdiciar lo bueno, lo bello lo verdadero de cada uno de nosotros hermanos…

Que la Virgen María, que su intervención como Madre, como Maestra, que su pureza virginal, que su SI confiado nos anime a dar nosotros nuestro particular SI, en confianza. Solo desde la Fe y la confianza… podremos vivir como discípulos. Amén.

                                                                                                                           P. Juan Javier, ocso

3 de diciembre de 2023. San Francisco Javier

Escuchamos en la oración de vigilias en Isaías 1: «Oíd, cielos, escucha tierra, que habla el Señor: Hijos he criado y elevado, y ellos se han rebelado contra mí. Conoce el buey a su amo, y el asno, el pesebre del dueño; Israel no conoce, mi pueblo no recapacita… Cuando extendéis las manos, cierro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé. Vuestras manos están llenas de sangre. Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda. Entonces, venid, y litigaremos —dice el Señor—. Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sean rojos como escarlata, quedarán como lana».

               Lavarse, purificarse, apartarse de las malas acciones, cesar de obrar el mal, aprender a obrar bien, buscar la santidad y la rectitud de vida, enderezar al oprimido. Estas son las acciones que agradan a Dios, este es el requisito para presentarse ante Él y poder hablar cara a cara con nuestro Dios.

En Isaías 6 : «Vete y di a ese pueblo: "Oíd con vuestros oídos, sin entender; mirad con vuestros ojos, sin comprender". Embota el corazón de ese pueblo, endurece su oído, ciega sus ojos: que sus ojos no vean, que sus oídos no oigan, que su corazón no entienda, que no se convierta y sane».

El corazón embotado, el oído endurecido, los ojos ciegos, sus oídos sordos, su corazón sin entendimiento, ausencia de conversión y ausencia de sanación.

Hay una visión y una audición del corazón, hay un entendimiento y una capacidad de apertura del corazón que son distintas de la visión, audición y entendimiento puramente fisiológicos. Existe una relación directa entre esta tonificación del corazón que ve, oye y entiende con la conversión personal y la sanación.

Israel en tiempos de Isaías, La Iglesia hoy, TU CORAZÓN… no quieren recapacitar, entender, ver, oír, sanar. Increíble, pero cierto.

Escuchamos a San Cirilo de Jerusalén, Catequesis 15 (1-3: PG 33, 870-874):

No pensamos, pues, tan sólo en la venida pasada; esperamos también la futura. Y habiendo proclamado en la primera: Bendito el que viene en nombre del Señor, diremos eso mismo en la segunda; y saliendo al encuentro del Señor con los ángeles, aclamaremos, adorándolo: Bendito el que viene en nombre del Señor.

Antes de mirar para atrás para ver qué ocurrió en la Encarnación, la Iglesia nos invita a mirar hacia adelante para conocer qué ocurrirá en la Parusía. Dos venidas de Cristo, una conocida, otra ignota (desconocida).

En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre; en la segunda se revestirá de luz como vestidura. En la primera soportó la cruz, sin miedo a la ignominia; en la otra vendrá glorificado, y escoltado por un ejército de ángeles.

Ignominia: in-nomen, in prefijo privativo, nomen, nombre. Literalmente pérdida del propio nombre. Deshonra, vergüenza, infamia, mancha, insulto, jugada sucia. Acción que, cometida por alguien, le culpabiliza. Afrenta pública a la que es condenada una persona. Y Cristo no tuvo miedo a la ignominia… Cristo estaba pensando en ti.

¡VIGILAD!

Cristo ReyGracia y paz a vosotros de parte del que es y era y viene (Ap 1,4)

Comentario de Orígenes, Opúsculo sobre la oración (Cap 25: PG 11, 495-499)

Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no vendrá espectacularmente, ni anunciarán que está aquí o está allí, sino que el reino de Dios está dentro de nosotros, pues la palabra está cerca de nosotros, en los labios y en el corazón, sin duda, cuando pedimos que venga el reino de Dios, lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando. Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella, junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a él y haremos morada en él.

Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue a Dios Padre su reino, y así Dios lo será todo para todos. Por esto, rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino.

…si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos todo lo terreno que hay en nosotros y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo, Dios se paseará por nuestro Interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.

Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros…

Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros. Qué gran tarea, qué gran aventura se nos ofrece en esta Fiesta admirable que pone punto final al año litúrgico. Sin duda que la dimensión horizontal que el mismo Cristo nos ofrece hoy en el evangelio nos apremia a entregarnos generosamente al AMOR al prójimo como una manera privilegiada de AMAR a Jesús en persona. Pero ninguna entrega puramente filantrópica, ninguna generosidad sin raíz en un proceso interior de vida en el Espíritu revelarán el alcance de una conversión verdadera del corazón para ver con ojos nuevos todo lo que nos rodea. Buen domingo. Paz.

                                                                                                         P. Juan Javier