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¡Qué belleza nos muestra este naranjo en plena floración! Es un mundo cargado de esperanzas, un mundo que sueña, porque cuenta con elementos para poder hacerlo, aunque de sobra sabe que no todas las flores se van a convertir en frutos.

Para que el naranjo consiga convertir los azahares en naranjas, tiene que soportar los vientos del otoño, las lluvias intempestivas o en su defecto, la sequía, que no le favorecerá nada, los fríos del invierno, las heladas y, por supuesto, no todas las flores van a permanecer en la rama.

Si pensamos en nuestro mundo, el que estamos viviendo y en el que cada uno de nosotros ponemos nuestro granito de arena para que funcione como funciona, tenemos que reconocer que el principal inconveniente que padece es que nos faltan “elementos” en los que poner nuestras esperanzas de futuro, ya que hay cada vez hay menos jóvenes dispuestos a los que entregarle “el testigo” para que la carrera continúe. El mundo occidental se ha vuelto “anciano” y, paradójicamente, a los jóvenes que llegan a nuestras fronteras en busca de progreso y libertad, les cerramos el paso. ¿Somos conscientes de nuestro actuar?