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“No todo el que me dice: “Señor, Señor” entrará en el Reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en el Cielo” Mt. 7,21

¿Cómo podemos estar seguros de cumplir la voluntad del Padre?, porque muchas veces manipulamos a Dios y le “hacemos decir” lo que nosotros queremos oír.

La foto con la que hoy oramos nos puede servir de ejemplo. Son unas clavellinas bellísimas en las que Dios se desbordó dándoles belleza, colorido, lozanía…, pero imaginemos que ellas hubieran querido ser un río caudaloso, o el risco empinado de una montaña escarpada o quizás, un frondoso cedro del Líbano. Seguramente estarían decepcionadas y, sobre todo, estarían echando de menos lo que no tenían, sin disfrutar lo que se les había regalado sin haberlo deseado.

Eso es lo que nos quiere decir la Palabra de hoy. De nada nos sirve “decir: Señor, Señor”, si no le preguntamos continuamente: ¿Qué quieres de mí y para qué misión me has creado?

Vivamos en continua acción de gracias y disfrutemos de lo que Dios nos da, para que seamos reflejo suyo ante los hombres.