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No hizo falta mucho esfuerzo, sólo disponerse y dejar que “Alguien” removiera la tierra del interior- aunque este revolver a veces duela-, dejarnos empapar por el agua y dar rienda suelta a la semilla que desde siempre él ha depositado en nuestro más profundo centro. Dice San Juan de la Cruz: “la contemplación consiste en recibir”.

El resultado fue espléndido y la abundancia exuberante. Así son los frutos de la Gracia cuando nos dejamos.