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Yo puse un nombre a esta foto “El microcosmo del limonero”.

La verdad es que, cuando me topé con esta imagen me sorprendió que en el corto espacio que puede captar el objetivo de una cámara, se observan todos los elementos constitutivos del árbol.

Un limón amarillo henchido de jugo, varios limones verdes escondidos entre las ramas, un azahar con todas sus hojas, otro casi deshojado, tres que perdieron todas sus hojas y están preparados para convertirse en fruto, aparte de las ramas, las hojas y la raíces, que no se ven, pero se presuponen, ya que, si ellas no existieran, el árbol no tendría vida.

Ese es el sitio de la vida contemplativa. Permanecer escondidas para que “sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje” Salmo 18

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Llevaba varios días contemplando esta maceta y siempre me sugería la tensión que sus tallos tenían, cada uno siguiendo un rumbo distinto, pero en una actitud decida y abierta hacia un punto preciso que parecía estaba anteriormente predeterminado.

Al escuchar las lecturas de hoy en la Eucaristía, caí en la cuenta: “Dichosos los criados a quienes el Señor, al llegar los encuentre en vela… Y si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos”, además la antífona de salmo responsorial repetía: “Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”. Eso es lo que me sugerían a mí los tallos de esta planta: Todos están como dispuestos a partir para el lugar que el Señor les sugiera y, además con todas las fuerzas de su vida, porque en la realidad, (¡qué pena que en la foto no se aprecie con tanta nitidez!) ellos tienen un color rojo intenso, de vida, y las hojas un precioso verde esperanzador.

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El Sol camina hacia el ocaso y esta tarde lo hace con un aire triunfal. Antes de despedirse, refleja a su alrededor una aureola luminosa, casi un pequeño arco iris que nos recuerda aquella señal-alianza que Dios hizo con Noé después de haber devastado la tierra y los vivientes con el diluvio, cuando les prometió que jamás volvería a suceder.

Todo es serenidad y belleza en torno a la penumbra del entorno, porque creemos y esperamos en la promesa hecha desde antiguo.

Aunque la oscuridad de los acontecimientos cotidianos que llegan hasta nosotros estén marcados por el tinte de lo negativo, o del “amarillismo”, como se dice hoy en día, podemos rezar confiadamente con el Salmo 140: “Señor, mis ojos están vueltos a ti, en ti me refugio, no me dejes indefenso”

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Todavía,con el sabor en la boca que nos dejó ayer la celebración del día de Santa Teresa, volvemos hoy a hacer alusión a uno de sus poemas

Dice Antonio Machado que “un corazón solitario, no es un corazón”. Es por eso que me tomo el atrevimiento de escoger esta foto con dos tulipanes rojos para que, de alguna manera “representen” el corazón de Teresa y el Tuyo. De sobra sé que es una osadía, pero, he echado mano de la Carta a los Filipenses en la que Pablo nos dice que te hiciste “uno de tantos” y sé que no te importa que te represente un tulipán rojo.

Yo pienso que estaría Teresa pensando en su corazón y en el Tuyo, cuando escribió: Dichoso el corazón enamorado / que en solo Dios ha puesto el pensamiento; / por Él renuncia a todo lo criado, / y en Él haya su gloria y su contento; / aun de sí mismo vive descuidado / porque en su Dios está todo su intento; / y así alegre pasa y muy gozoso / las olas de este mar tempestuoso.

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Hoy, día de nuestra Santa Madre, damos gracias al Señor por el inmenso don de su persona, por su excelsa doctrina, por su enriquecedor carisma y por los caminos que nos dejó abiertos para acercarnos a Él por medio de la oración. ¡Muchas felicidades a todos

Te encontrabas envuelta en luz, como refleja esta foto, pero, a decir verdad, tú ya estabas acostumbrada a esos fenómenos, aunque los letrados se empeñaban en hacerte creer que “era demonio”. ¡Tantas veces habías visto con los ojos del alma la belleza de sus ojos, el encanto de sus manos…! ¡Tantas veces habías sentido que el fuego de su Amor te traspasaba el corazón hasta hacerte gemir de gozo…! Fue después de unos de esos trances cuando, sin saber lo que escribías, pudiste describir, sin conseguirlo del todo, lo que se te revelaba en el interior:

¡Oh hermosura que excedéis /a todas las hermosuras! / sin herir, amor hacéis, / y sin dolor, deshacéis / el amor de las criaturas. / ¡Oh ñudo que así juntáis / dos cosas tan desiguales, / no sé por qué os desatáis / pues atado fuerza dais/ a tener por bien los males. / Juntáis quien no tiene ser / con el Ser que no se acaba; / sin acabar acabáis, / sin tener que amar amáis, / engrandecéis nuestra nada /.