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En este capítulo la Santa trata cómo por diferentes vías nunca falta consolación en el camino de la oración.

Estamos ante esta arrolladora mujer que una y otra vez se empeña en regalarnos, partiendo de su propia experiencia, de qué modo se llega a la contemplación. Y en este capítulo, a fuerza de imágenes muy sugerentes, entrar en nuestro pequeño mundo para convencernos de que el Señor siempre saciará nuestra sed sea por el camino que sea.

Nos habla de “fuentes caudalosas de las que salen arroyos, unos grandes y otros pequeños, y algunas veces, charquitos para niños” (nº 2)

¿Podría expresarse en lenguaje más enternecedor y sugerente? Todos tenemos cabida en los planes de Dios y a cada uno se nos entrega Él del todo, según la disponibilidad que le preparemos para acogerlo. A partir de aquí continúa con sus consignas:

· “No os quedéis en el camino” (nº 2)
· “Pelead como fuertes hasta morir en la demanda” (nº 2)
· “Ir siempre con esta determinación” (nº 2)
· “Dar, aunque sea un paso… que no haya miedo lo pierda ni le deje de ser muy bien pagado” (nº 3)

Nos devuelve la confianza y nos infunde ánimos para acometer la empresa. Además vuelve a repetirnos por enésima vez “Ande la verdad en vuestros corazones” “no es ya tiempo, hermanas de juegos de niños” (nº 4)

Nos quiere auténticas y con las ideas claras de cómo tiene que ser nuestra vida, nuestras expresiones, el trato entre nosotras: “Este es vuestro trato y lenguaje; quien os quisiere tratar, deprédale, y si no, guardaos de deprender vosotras el suyo: será infierno” (nº 4) No se anda con chiquitas. Al pan, pan y al vino, vino.

En el punto 5 de este corto pero intenso capítulo, nos deja como broche de oro: “Porque lo que mucho conviene para este camino que comenzamos a tratar es paz y sosiego en el alma”.

Como siempre, lo más importante es abrir el libro y oírla a ella.

CAPÍTULO 20

Trata cómo por diferentes vías nunca falta consolación en el camino de la oración, y aconseja a las hermanas de esto sean sus pláticas siempre.

1. Parece que me contradigo en este capítulo pasado de lo que había dicho; porque, cuando consolaba a las que no llegaban aquí, dije que tenía el Señor diferentes caminos por donde iban a El, así como había muchas moradas. Así lo torno ahora a decir; porque, como entendió Su Majestad nuestra flaqueza, proveyó como quien es. Mas no dijo: «por este camino vengan unos y por éste otros»; antes fue tan grande su misericordia, que a nadie quitó procurase venir a esta fuente de vida a beber. ¡Bendito sea por siempre, y con cuánta razón me lo quitara a mí!

2. Pues no me mandó lo dejase cuando lo comencé e hizo que me echasen en el profundo, a buen seguro que no lo quite a nadie, antes públicamente nos llama a voces. Mas, como es tan bueno, no nos fuerza, antes da de muchas maneras a beber a los que le quieren seguir, para que ninguno vaya desconsolado ni muera de sed. Porque de esta fuente caudalosa salen arroyos, unos grandes y otros pequeños, y algunas veces charquitos para niños, que aquello les basta, y más sería espantarlos ver mucha agua; éstos son los que están en los principios. Así que, hermanas, no hayáis miedo muráis de sed en este camino. Nunca falta agua de consolación tan falto que no se pueda sufrir. Y pues esto es así, tomad mi consejo y no os quedéis en el camino, sino pelead como fuertes hasta morir en la demanda, pues no estáis aquí a otra cosa sino a pelear. Y con ir siempre con esta determinación de antes morir que dejar de llegar al fin del camino, si os llevare el Señor con alguna sed en esta vida, en la que es para siempre os dará con toda abundancia de beber y sin temor que os ha de faltar. Plega al Señor no le faltemos nosotras, amén.

3. Ahora, para comenzar este camino que queda dicho de manera que no se yerre desde el principio, tratemos un poco de cómo se ha de principiar esta jornada, porque es lo que más importa; digo que importa el todo para todo. No digo que quien no tuviere la determinación que aquí diré le deje de comenzar, porque el Señor le irá perfeccionando; y cuando no hiciese más de dar un paso, tiene en sí tanta virtud, que no haya miedo lo pierda ni le deje de ser muy bien pagado.
Es -digamos- como quien tiene una cuenta de perdones, que si la reza una vez gana, y mientras más veces, más. Mas si nunca llega a ella, sino que se la tiene en el arca, mejor fuera no tenerla. Así que, aunque no vaya después por el mismo camino, lo poco que hubiere andado de él le dará luz para que vaya bien por los otros, y si más andare, más. En fin, tenga cierto que no le hará daño el haberle comenzado para cosa ninguna, aunque le deje, porque el bien nunca hace mal.
Por eso todas las personas que os trataren, hijas, habiendo disposición y alguna amistad, procurad quitarlas el miedo de comenzar tan gran bien. Y por amor de Dios os pido que vuestro trato sea siempre ordenado a algún bien de quien hablareis, pues vuestra oración ha de ser para provecho de las almas. Y pues esto habéis siempre de pedir al Señor, mal parecería, hermanas, no lo procurar de todas maneras.

4. Si queréis ser buen deudo, ésta es la verdadera amistad. Si buena amiga, entended que no lo podéis ser sino por este camino. Ande la verdad en vuestros corazones, como ha de andar por la meditación, y veréis claro el amor que somos obligadas a tener a los prójimos.
No es ya tiempo, hermanas, de juego de niños, que no parece otra cosa estas amistades del mundo, aunque sean buenas; ni haya entre vosotras tal plática de «si me queréis», «no me queréis», ni con deudos ni nadie, si no fuere yendo fundadas en un gran fin y provecho de aquel ánima. Que puede acaecer, para que os escuche vuestro deudo o hermano o persona semejante una verdad y la admita, haber de disponerle con estas pláticas y muestras de amor que a la sensualidad siempre contentan; y acaecerá tener en más una buena palabra -que así la llaman- y disponer más que muchas de Dios, para que después éstas quepan. Y así, yendo con advertencia de aprovechar, no las quito. Mas si no es para esto, ningún provecho pueden traer, y podrán hacer daño sin entenderlo vosotras. Ya saben que sois religiosas y que vuestro trato es de oración. No se os ponga delante: «no quiero que me tengan por buena», porque es provecho o daño común el que en vos vieren. Y es gran mal a las que tanta obligación tienen de no hablar sino en Dios, como las monjas, les parezca bien disimulación en este caso, si no fuese alguna vez para más bien.
Este es vuestro trato y lenguaje; quien os quisiere tratar, depréndale; y si no, guardaos de deprender vosotras el suyo: será infierno.

5. Si os tuvieren por groseras, poco va en ello; si por hipócritas, menos. Ganaréis de aquí que no os vea sino quien se entendiere por esta lengua. Porque no lleva camino uno que no sabe algarabía, gustar de hablar mucho con quien no sabe otro lenguaje. Y así, ni os cansarán ni dañarán, que no sería poco daño comenzar a hablar nueva lengua, y todo el tiempo se os iría en eso. Y no podéis saber como yo, que lo he experimentado, el gran mal que es para el alma, porque por saber la una se le olvida la otra, y es un perpetuo desasosiego, del que en todas maneras habéis de huir. Porque lo que mucho conviene para este camino que comenzamos a tratar es paz y sosiego en el alma.

6. Si las que os trataren quisieren deprender vuestra lengua, ya que no es vuestro de enseñar, podéis decir las riquezas que se ganan en deprenderla. Y de esto no os canséis, sino con piedad y amor y oración porque le aproveche, para que, entendiendo la gran ganancia, vaya a buscar maestro que le enseñe; que no sería poca merced que os hiciese el Señor despertar a algún alma para este bien.
Mas ¡qué de cosas se ofrecen en comenzando a tratar de este camino aun a quien tan mal ha andado por él como yo! Plega al Señor os lo sepa, hermanas, decir mejor que lo he hecho, amén.