Santa Teresa trata de explicar en este capítulo lo que ya empieza a ser inexplicable y para ello invita al lector a varias actitudes muy importantes.

1º.- A que tengan un conocimiento de su interior, así como un visión clara de las gracias que el Señor les regala, no apartándose nunca de la oración, que es el motor que puede accionar este potencial. “…Así ruego yo, por amor del Señor, a las almas a quienes Su Majestad ha hecho tan gran merced de que lleguen a este estado, que se conozcan y que tengan en mucho, con una humilde y santa presunción, para no tornar a las ollas de Egipto… y si por su flaqueza y maldad y ruin y miserable natural cayeren….que si no tornan a la oración, que han de ir de mal en peor; que ésta llamo yo verdadera caída, la que aborrece el camino donde ganó tanto bien (3)

2º.- Que entiendan que estas mercedes las hace Dios y que “no se negocia bien con Dios a fuerza de brazos, y que estos son unos leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta centella…” sino “con humildad” (6)… porque “la razón que aquí ha de haber es entender claro que no hay ninguna para que Dios nos haga tan gran merced” (7)

3º.- “Gran fundamento es, para librarse de los ardides del demonio, el comenzar con determinación de llevar camino de cruz desde el principio (13). Añadiendo además lo necesario que es conseguir la verdadera humildad, a la que no se llega con nuestras “considerancioncillas” sino “con el conocimiento que da Dios para que conozcamos que ningún bien tenemos de nosotros y mientras mayores mercedes, más. Pone un deseo de ir adelante en la oración y no la dejar por ninguna cosa de trabajo que le pudiere suceder…Echa luego el temor servil del alma y pónele el fiel temor muy más crecido” (14)

Además de estas sabias y pedagógicas razones, como es consciente de que es inefable el tema que trata de explicar, echa mano de múltiples imágenes menudas como la de la abeja y la miel; la del niño que crece y echa cuerpo hasta ser hombre pero que “no torna a descrecer”; la del caballero que, sin sueldo quiere servir a su Rey porque sabe que ya en este servicio va su paga o la de Pedro que en el Tabor cree haber llegado a la cumbre de la contemplación, al contemplar la Transfiguración de Cristo, y quiere plantar allí su campamento.

Pero entre todas estas imágenes, hay una que es como la “perla” de este capítulo. Nos estamos refiriendo a la centellita de fuego, esa que “es una señal o prenda que da Dios al alma de que la escoge ya para grandes cosas si ella se apareja para recibirlas” (5) La que convertirá a los orantes en “amigos fuertes de Dios” (5); la que se mantendrá sin ruidos, porque “Más hacen aquí unas pajitas puestas con humildad… y más le ayudan a encender, que no mucha leña junta de razones muy doctas… que en un credo la ahogarán” (7) .

Es un capítulo en el que se nos muestran cosas sublimes, pero puestas tan al alcance de la mano, que se hace asequible al lector que todavía no ha tenido experiencias de estas gracias.

CAPÍTULO 15

Prosigue en la misma materia y da algunos avisos de cómo se han de haber en esta oración de quietud. Trata de cómo hay muchas almas que lleguen a tener esta oración y pocas que pasen adelante. Son muy necesarias y provechosas las cosas que aquí se tocan.

1. Ahora tornemos al propósito. Esta quietud y recogimiento del alma es cosa que se siente mucho en la satisfacción y paz que en ella se pone, con grandísimo contento y sosiego de las potencias y muy suave deleite. Parécele -como no ha llegado a más- que no le queda qué desear y que de buena gana diría con San Pedro que fuese allí su morada. No osa bullirse ni menearse, que de entre las manos le parece se le ha de ir aquel bien; ni resolgar algunas veces no querría. No entiende la pobrecita que, pues ella por sí no pudo nada para traer a sí aquel bien, que menos podrá detenerle más de lo que el Señor quisiere. Ya he dicho que en este primer recogimiento y quietud no faltan las potencias del alma, mas está tan satisfecha con Dios que mientras aquello dura, aunque las dos potencias se desbaraten, como la voluntad está unida con Dios, no se pierde la quietud y el sosiego, antes ella poco a poco torna a recoger el entendimiento y memoria. Porque, aunque ella aún no está de todo punto engolfada, está tan bien ocupada sin saber cómo, que por mucha diligencia que ellas pongan, no la pueden quitar su contento y gozo, antes muy sin trabajo se va ayudando para que esta centellica de amor de Dios no se apague.

2. Plega a Su Majestad me dé gracia para que yo dé esto a entender bien, porque hay muchas, muchas almas que llegan a este estado y pocas las que pasan adelante, y no sé quién tiene la culpa. A buen seguro que no falta Dios, que ya que Su Majestad hace merced que llegue a este punto, no creo cesará de hacer
muchas más, si no fuese por nuestra culpa.
Y va mucho en que el alma que llega aquí conozca la dignidad grande en que está y la gran merced que le ha hecho el Señor y cómo de buena razón no había de ser de la tierra, porque ya parece la hace su bondad vecina del cielo, si no queda por su culpa; y desventurada será si torna atrás. Yo pienso será para ir hacia abajo, como yo iba, si la misericordia del Señor no me tornara. Porque, por la mayor parte, será por graves culpas, a mi parecer, ni es posible dejar tan gran bien sin gran ceguedad de mucho mal.

3. Y así ruego yo, por amor del Señor, a las almas a quien Su Majestad ha hecho tan gran merced de que lleguen a este estado, que se conozcan y tengan en mucho, con una humilde y santa presunción para no tornar a las ollas de Egipto Y si por su flaqueza y maldad y ruin y miserable natural cayeren, como yo hice, siempre tengan delante el bien que perdieron, y tengan sospecha y anden con temor (que tienen razón de tenerle) que, si no tornan a la oración, han de ir de mal en peor. Que ésta llamo yo verdadera caída, la que aborrece el camino por donde ganó tanto bien, y con estas almas hablo; que no digo que no han de ofender a Dios y caer en pecados, aunque sería razón se guardase mucho de ellos quien
ha comenzado a recibir estas mercedes, mas somos miserables.
Lo que aviso mucho es que no deje la oración, que allí entenderá lo que hace y ganará arrepentimiento del Señor y fortaleza para levantarse; y crea que, si de ésta se aparta, que lleva, a mi parecer, peligro. No sé si entiendo lo que digo, porque -como he dicho- juzgo por mí.

4. Es, pues, esta oración una centellica que comienza el Señor a encender en el alma del verdadero amor suyo, y quiere que el alma vaya entendiendo qué cosa es este amor con regalo, esta quietud y recogimiento y centellica, si es espíritu de Dios y no gusto dado del demonio o procurado por nosotros. Aunque a quien tiene experiencia es imposible no entender luego que no es cosa que se puede adquirir, sino que este natural nuestro es tan ganoso de cosas sabrosas que todo lo prueba. Mas quédase muy en frío bien en breve, porque, por mucho que quiera comenzar a hacer arder el fuego para alcanzar este gusto, no parece sino que le echa agua para matarle. Pues esta centellica puesta por Dios, por pequeñita que es, hace mucho ruido, y si no la mata por su culpa, ésta es la que comienza a encender el gran fuego que echa llamas de sí, como diré en su lugar, del grandísimo amor de Dios que hace Su Majestad tengan las almas perfectas.

5. Es esta centella una señal o prenda que da Dios a esta alma de que la escoge ya para grandes cosas, si ella se apareja para recibirlas. Es gran don, mucho más de lo que yo podré decir. Esme gran lástima, porque -como digo- conozco muchas almas que llegan aquí, y que pasen de aquí como han de pasar, son tan pocas, que se me hace vergüenza decirlo. No digo yo que hay pocas, que muchas debe haber, que por algo nos sustenta Dios. Digo lo que he visto. Querríalas mucho avisar que miren no escondan el talento, pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de otras muchas, en especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos. Y los que esta merced conocieren en sí, ténganse por tales, si saben responder con las leyes que aun la buena amistad del mundo pide; y si no -como he dicho-, teman y hayan miedo no se hagan a sí mal y ¡plega a Dios sea a sí solos!

6. Lo que ha de hacer el alma en los tiempos de esta quietud, no es más de con suavidad y sin ruido. Llamo «ruido» andar con el entendimiento buscando muchas palabras y consideraciones para dar gracias de este beneficio y amontonar pecados suyos y faltas para ver que no lo merece. Todo esto se mueve aquí, y representa el entendimiento, y bulle la memoria, que cierto estas potencias a mí me cansan a ratos, que con tener poca memoria no la puedo sojuzgar. La voluntad, con sosiego y cordura, entienda que no se negocia bien con Dios a fuerza de brazos, y que éstos son unos leños grandes puestos sin discreción para ahogar esta centella, y conózcalo y con humildad diga: «Señor, ¿qué puedo yo aquí? ¿Qué tiene que ver la sierva con el Señor, y la tierra con el cielo?», o palabras que se ofrecen aquí de amor, fundada mucho en conocer que es verdad lo que dice, y no haga caso del entendimiento, que es un moledor. Y si ella le quiere dar parte de lo que goza, o trabaja por recogerle, que muchas veces se verá en esta unión de la voluntad y sosiego, y el entendimiento muy desbaratado, y vale más que le deje que no que vaya ella tras él, digo la voluntad, sino estése ella gozando de aquella merced y recogida como sabia abeja; porque si ninguna entrase en la colmena, sino que por traerse unas a otras se fuesen todas, mal se podría labrar la miel.

7. Así que perderá mucho el alma si no tiene aviso en esto; en especial si es el entendimiento agudo, que cuando comienza a ordenar pláticas y buscar razones, en tantito, si son bien dichas, pensará hace algo. La razón que aquí ha de haber es entender claro que no hay ninguna para que Dios nos haga tan gran merced, sino sola su bondad, y ver que estamos tan cerca, y pedir a Su Majestad mercedes y rogarle por la Iglesia y por los que se nos han encomendado y por las ánimas de purgatorio, no con ruido de palabras, sino con sentimiento de desear que nos oiga.
Es oración que comprende mucho y se alcanza más que por mucho relatar el entendimiento. Despierte en sí la voluntad algunas razones que de la misma razón se representarán de verse tan mejorada, para avivar este amor, y haga algunos actos amorosos de qué hará por quien tanto debe, sin -como he dicho- admitir ruido del entendimiento a que busque grandes cosas. Más hacen aquí al caso unas pajitas puestas con humildad (y menos serán que pajas, si las ponemos nosotros) y más le ayudan a encender, que no mucha leña junta de razones muy doctas, a nuestro parecer, que en un credo la ahogarán.
Esto es bueno para los letrados que me lo mandan escribir; porque, por la bondad de Dios, todos llegan aquí, y podrá ser se les vaya el tiempo en aplicar Escrituras. Y aunque no les dejarán de aprovechar mucho las letras antes y después, aquí en estos ratos de oración poca necesidad hay de ellas, a mi parecer, si no es para entibiar la voluntad; porque el entendimiento está entonces, de verse cerca de la luz, con grandísima claridad, que aun yo, con ser la que soy, parezco otra.

8. Y es así que me ha acaecido estando en esta quietud, con no entender casi cosa que rece en latín, en especial del Salterio, no sólo entender el verso en romance, sino pasar adelante en regalarme de ver lo que el romance quiere decir.
Dejemos si hubiesen de predicar o enseñar, que entonces bien es ayudarse de aquel bien para ayudar a los pobres de poco saber, como yo, que es gran cosa la caridad y este aprovechar almas siempre, yendo desnudamente por Dios.
Así que en estos tiempos de quietud, dejar descansar el alma con su descanso. Quédense las letras a un cabo. Tiempo vendrá que aprovechen al Señor y las tengan en tanto, que por ningún tesoro quisieran haberlas dejado de saber, sólo para servir a Su Majestad, porque ayudan mucho. Mas delante de la Sabiduría infinita, créanme que vale más un poco de estudio de humildad y un acto de ella, que toda la ciencia del mundo. Aquí no hay que argüir, sino que conocer lo que somos con llaneza, y con simpleza representarnos delante de Dios, que quiere se haga el alma boba, como a la verdad lo es delante de su presencia, pues Su Majestad se humilla tanto que la sufre cabe sí siendo nosotros lo que somos.

9. También se mueve el entendimiento a dar gracias muy compuestas; mas la voluntad, con sosiego, con un no osar alzar los ojos con el publicano, hace más hacimiento de gracias que cuanto el entendimiento, con trastornar la retórica, por ventura puede hacer. En fin, aquí no se ha de dejar del todo la oración mental ni algunas palabras aun vocales, si quisieren alguna vez o pudieren; porque, si la quietud es grande, puédese mal hablar, si no es con mucha pena.
Siéntese, a mi parecer, cuándo es espíritu de Dios, o procurado de nosotros con comienzo de devoción que da Dios y queremos –como he dicho- pasar nosotros a esta quietud de la voluntad: no hace efecto ninguno, acábase presto, deja sequedad.

10. Si es del demonio, alma ejercitada paréceme lo entenderá; porque deja inquietud y poca humildad y poco aparejo para los efectos que hace el de Dios. No deja luz en el entendimiento ni firmeza en la verdad. Puede hacer aquí poco daño o ninguno, si el alma endereza su deleite y suavidad, que allí siente, a Dios, y poner en El sus pensamientos y deseos, como queda avisado; no puede ganar nada el demonio, antes permitirá Dios que con el mismo deleite que causa en el alma pierda mucho; porque éste ayudará a que el alma, como piense que es Dios, venga muchas veces a la oración con codicia de El; y si es alma humilde y no curiosa ni interesal de deleites, aunque sean espirituales, sino amiga de cruz, hará poco caso del gusto que da el demonio; lo que no podrá así hacer si es espíritu de Dios, sino tenerlo en muy mucho. Mas cosa que pone el demonio, como él es todo mentira, con ver que el alma con el gusto y deleite se humilla (que en esto ha de tener mucho: en todas las cosas de oración y gustos procurar salir humilde), no tornará muchas veces el demonio, viendo su pérdida.

11. Por esto y por otras muchas cosas, avisé yo en el primer modo de oración, en la primera agua, que es gran negoción comenzar las almas oración comenzándose a desasir de todo género de contentos, y entrar determinadas a sólo ayudar a llevar la cruz a Cristo, como buenos caballeros que sin sueldo quieren servir a su rey, pues le tienen bien seguro. Los ojos en el verdadero y perpetuo reino que pretendemos ganar. Es muy gran cosa traer esto siempre delante, en especial en los principios; que después tanto se ve claro, que antes es menester olvidarlo para vivir, que procurarlo: traer a la memoria lo poco que dura todo y cómo no es todo nada y en lo nonada que se ha de estimar el descanso.

12. Parece que esto es cosa muy baja, y así es verdad, que los que están adelante en más perfección tendrían por afrenta y entre sí se correrían si pensasen que porque se han de acabar los bienes de este mundo los dejan, sino que, aunque durasen para siempre, se alegran de dejarlos por Dios. Y mientras más perfectos fueren, más; y mientras más duraren, más. Aquí en estos está ya crecido el amor, y él es el que obra.
Mas a los que comienzan esles cosa importantísima, y no lo tengan por bajo, que es gran bien el que se gana, y por eso lo aviso tanto; que les será menester, aun a los muy encumbrados en oración, algunos tiempos que los quiere Dios probar, y parece que Su Majestad los deja. Que, como ya he dicho y no querría esto se olvidase, en esta vida que vivimos no crece el alma como el cuerpo, aunque decimos que sí, y de verdad crece. Mas un niño, después que crece y echa gran cuerpo y ya le tiene de hombre, no torna a descrecer y a tener pequeño cuerpo; acá quiere el Señor que sí, a lo que yo he visto por mí, que no lo sé por más. Debe ser por humillarnos para nuestro gran bien y para que no nos descuidemos mientras estuviéremos en este destierro, pues el que más alto estuviere, más se ha de temer y fiar menos de sí.
Vienen veces que es menester, para librarse de ofender a Dios estos que ya están tan puesta su voluntad en la suya, que por no hacer una imperfección se dejarían atormentar y pasarían mil muertes, que para no hacer pecados -según se ven combatidos de tentaciones y persecuciones- sea menester aprovecharse de las primeras armas de la oración y tornen a pensar que todo se acaba y que hay cielo e infierno y otras cosas de esta suerte.

13. Pues tornando a lo que decía, gran fundamento es, para librarse de los ardides y gustos que da el demonio, el comenzar con determinación de llevar camino de cruz desde el principio y no los desear, pues el mismo Señor mostró ese camino de perfección diciendo: Toma tu cruz y sígueme. El es nuestro dechado; no hay que temer quien por sólo contentarle siguiere sus consejos.

14. En el aprovechamiento que vieren en sí entenderán que no es demonio; que, aunque tornen a caer, queda una señal de que estuvo allí el Señor, que es levantarse presto, y éstas que ahora diré.
Cuando es espíritu de Dios, no es menester andar rastreando cosas para sacar humildad y confusión, porque el mismo Señor la da de manera bien diferente de la que nosotros podemos ganar con nuestras consideracioncillas, que no son nada en comparación de una verdadera humildad con luz que enseña aquí el Señor, que hace una confusión que hace deshacer. Esto es cosa muy conocida, el conocimiento que da Dios para que conozcamos que ningún bien tenemos de nosotros, y mientras mayores mercedes, más. Pone un gran deseo de ir adelante en la oración y no la dejar por ninguna cosa de trabajo que le pudiese suceder. A todo se ofrece. Una seguridad, con humildad y temor, de que ha de salvarse. Echa luego el temor servil del alma y pónele el fiel temor muy más crecido. Ve que se le comienza un amor con Dios muy sin interés suyo. Desea ratos de soledad para gozar más de aquel bien.

15. En fin, por no me cansar, es un principio de todos los bienes, un estar ya las flores en término que no les falta casi nada para brotar. Y esto verá muy claro el alma, y en ninguna manera por entonces se podrá determinar a que no estuvo Dios con ella, hasta que se torna a ver con quiebras e imperfecciones, que entonces todo lo teme. Y es bien que tema. Aunque almas hay que les aprovecha más creer cierto que es Dios, que todos los temores que la puedan poner; porque, si de suyo es amorosa y agradecida, más la hace tornar a Dios la memoria de la merced que la hizo, que todos los castigos del infierno que la representen. Al menos la mía, aunque tan ruin, esto me acaecía.

16. Porque las señales del buen espíritu se irán diciendo, mas como a quien le cuestan muchos trabajos sacarlas en limpio, no las digo ahora aquí. Creo, con el favor de Dios, en esto atinaré algo; porque, dejado la experiencia en que he mucho entendido, sélo de algunos letrados muy letrados y personas muy santas, a quien es razón se dé crédito, y no anden las almas tan fatigadas, cuando llegaren aquí por la bondad del Señor, como yo he andado.