Libro de la Vida

Capítulo crucial en el relato que hace Santa Teresa de su vida.

Este capítulo viene a marcar un antes y un después. Un antes, donde ella llevaba, o mejor será decir, intentaba llevar, conducir su vida. Un después, marcado por el abandono del timón de su existencia en manos de Dios, por esa nueva forma de vivir en la confianza que ahora pone sólo en Dios. Es un cambio de protagonista, la vida pasa a estar centrada en Él y no en ella como antes.

Trata del gran bien que le hizo no se apartar del todo de la oración para no perder el alma, y cuan excelente remedio es para ganar lo perdido. Persuade a que todos la tengan. Dice cómo es tan gran ganancia, y que, aunque la tornen a dejar, es gran bien usar algún tiempo de tan gran bien

Pequeñas cosas llevan a Teresa a caer en “grandes ocasiones” (nº 1). Va perdiendo gusto por las cosas de virtud y cae en la mediocridad. Por “falsa humildad” abandona la oración: el gran error de su vida del que siempre se lamentará; lo califica de “terrible engaño” (nº 1)

Estamos ante una Teresa joven (24 años) físicamente enferma, venida de casa de su padre peor de lo que se fue buscando cura. Después de sufrir un paroxismo el 15 de agosto, vuelve a su convento de la Encarnación a finales del mismo mes. Se prolonga esta parálisis hasta Pascua de Resurrección del año siguiente (1540). Ocho meses de sufrimiento llevado con “gran conformidad” (nº 2).

Teresa se recuerda con sencillez a sí misma como novicia: “Pasé grandes desasosiegos en cosas de poca importancia, le culpaban sin culpa y lo llevaba con pena e imperfección

Con el gran contento que tenía de ser monja todo lo pasaba”. Así también se recuerda con sus 24 años y reconociendo también sus fallos.