“LA POTENCIALIDAD DE LA IMPOTENCIA”


Alejandro Dumas decía que “el hombre nace sin dientes, sin cabello y sin ilusiones y los más mueren sin dientes, sin cabellos y sin ilusiones”. Porque la aventura de vivir es un reto y una conquista que a muchas personas les pasa inadvertida mientras otras les sacan todo el jugo que hay escondido incluso entre las hieles de las amarguras y los sufrimientos. A este último grupo pertenece la figura de nuestra hermana Isabel.

Isabel de la TrinidadHablar de la Beata Isabel y no tocar su ELEVACIÓN, sería algo así como mutilar su imagen. Permitidme que destaque un párrafo del que saqué el título de estos pequeños apuntes sobre su persona: “Pero siento mi impotencia y te pido te dignes revestirme de ti mismo, identifica mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumérgeme, invádeme, sustitúyeme, para que mi vida no sea más que una irradiación de tu vida”.

¿Se puede llegar a una oración más audaz? Isabel no utiliza como cuesta abajo su impotencia, para caer en las garras del desánimo, sino que la usa como trampolín que la lanza a la empresa más ambiciosa que pudiéramos imaginar.

Isabel de la TrinidadQuedamos asombradas del potencial positivo que tiene escondido en su interior la más negra de las noches que podamos vivir, porque ¿cómo puede una criatura que se ve débil e impotente albergar en su centro de interés la “osadía” de pretender conseguir que su vida sea una irradiación de la de Dios?

Es verdad que la Elevación la escribe Isabel cuando ya vive la cumbre de su camino, pero también es verdad que el secreto de nuestra oración “audaz” no se fundamenta más, que en remitir a Él toda la eficacia de nuestros actos, confiando humildemente en que la realización de nuestros proyectos y ambiciones es solamente obra Suya.