* La Resurrección es confiar, es tener la certeza de que “todo ha sido sometido bajo sus pies. ¡ÉL VIVE! ¡ESTÁ RESUCITADO! y ¡estamos en sus manos!

* Esta Pascua en mí ha acrecentado la necesidad urgente de ser testigo vital de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, en y desde lo cotidiano. Digo urgente porque el mundo está ansioso y a la espera de encontrar y ver testigos que le hagan presente el rostro del Resucitado. Apoyada en esta gran Sonrisa de Misericordia que nos entregó el Padre al enviarnos a su querido Hijo, quiero ser signo, desde aquí, con mis hermanas, desde un simple gesto, una sonrisa, una mirada o quizá un palabra oportuna, sabiendo que estos pequeños actos de amor alcanzan al mundo entero.

* Esta Pascua ha sido para mí un resurgir a la vida nueva que cada día debe impulsarme a caminar buscando la meta final que es Cristo, y a despojarme de todo aquello que lleva en sí signo de muerte. Esto requiere un continuo luchar en esperanza hacia el final, que me unirá definitivamente con el Cristo glorioso, para que se cumpla lo que Él prometió: “Adonde Yo estoy, estén también ellos conmigo”.

* Para mí la Pascua ha sido la luz que ha iluminado todos los rincones de mi alma para hacerme ver todo aquello que dista mucho de ser manifestación de la Resurrección. Esencialmente, reconocer que, para ver al Resucitado, he de agacharme, al igual que las mujeres ante el sepulcro vacío; despojarme de mis criterios, de mis autosuficiencias y encontrarme con lo que realmente soy. Experimentar que de Él, de Cristo Resucitado, he recibido la plenitud de la vida no para reservármela, sino para entregarla a todos los hombres.

* Cristo, cuando se aparece a los apóstoles, les dice: PAZ A VOSOTROS. Él viene a traer la Paz a mi corazón, Él es mi Paz. Como el Padre envió a Jesús, así Él me envía a ser testigo de lo que he visto: ¡RESUCITÓ MI SEÑOR! ¡RESUCITÓ MI ESPERANZA!