EVANGELIO: Marcos 9,37-42. 44.46-47
En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros». Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.
Y, además, el que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.
Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno, Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apagas’.
Al escuchar este evangelio viene a la mente la imagen de un coco. Si miramos su aspecto es áspero y duro, pero si lo abrimos podemos disfrutar del buen gusto del mismo y podemos aprovecharnos del alimento y del buen sabor que nos proporciona. Por eso voy a comentar algunas expresiones de Jesús para que podamos saborear el mensaje que Él quiere transmitirnos
“El que no está contra nosotros, está a favor nuestro”.
A pesar de los esfuerzos de Jesús por enseñarles a vivir al servicio del reino de Dios, haciendo la vida de las personas más humana, más digna y dichosa, como Él mimo hacía, los discípulos no terminan de entender su amor grande a los más necesitados y la orientación profunda de su vida.
Jesús reprueba la actitud de sus discípulos. Él ve las cosas de otra manera. Lo primero y más importante es que la salvación de Dios llegue a todo ser humano, incluso por medio de personas que no pertenecen al grupo: «el que no está contra nosotros, está a favor nuestro».
Después sigue hablando un lenguaje duro:
El lenguaje de Jesús es metafórico. La «mano» es símbolo de la actividad y el trabajo. Jesús empleaba sus manos para bendecir, curar y tocar a los excluidos. Es malo usarlas para herir, golpear, someter o humillar. «Si tu mano te hace caer, córtatela» y renuncia a actuar en contra del estilo de Jesús.
También los «pies» pueden hacer daño si nos llevan por caminos contrarios a la entrega y el servicio. Jesús caminaba para estar cerca de los más necesitados, y para buscar a los que vivían perdidos. «Si tu pie te hace caer córtatelo», y abandona caminos errados que no ayudan a nadie a seguir a Jesús.
Los «ojos» representan los deseos y aspiraciones de la persona. Pero, si no miramos a las personas con el amor y la ternura con que las miraba Jesús, terminaremos pensando sólo en nuestro propio interés. «Si tu ojo te hace caer córtatelo» y aprende a mirar la vida de manera más evangélica.
¿Cómo se le ocurrió a Jesús esa figura trágica y, al mismo tiempo, cómica de un hombre manco, cojo y tuerto entrando en la plenitud de la vida?, ¿qué sintió la gente al oírle hablar así?, ¿cómo podemos reaccionar nosotros? Por muy dolorosas que sean, si los cristianos no hacen opciones que aseguren la fidelidad a Jesús, su proyecto no se abrirá camino en el mundo.
En la sociedad moderna hay muchos hombres y mujeres que trabajan por un mundo más justo y humano sin pertenecer a la Iglesia. Algunos ni son creyentes, pero están abriendo caminos al reino de Dios y su justicia. Son de los nuestros. Hemos de alegrarnos en vez de mirarlos con resentimiento. Los hemos de apoyar en vez decriticarlos.
Estamos viviendo una situación que tiene mucho que ver con este Evangelio. Riadas de hermanos nuestros huyen de su país dejando atrás su Patria, su familia, sus posesiones… Estamos obligados como creyentes a extenderles nuestras manos, a mirarlos con amor, a hacerle más agradable el camino que pisan sus pies. Son de los nuestros porque son imagen de Dios.
Gracias, Señor, por llamarnos hoy nuevamente para estar contigo. Concédenos un oído atento, un corazón dócil; ayúdanos a hacer vida esta palabra. Queremos llenar nuestro corazón de ti, te necesitamos. Para ello te pedimos nos concedas la gracia del don de tu Espíritu Santo.
EVANGELIO: Marcos 9,29-36
En aquel tiempo, instruía Jesús a sus discípulos. Les decía:
-El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa les preguntó:
-¿De qué discutíais por el camino?
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
-Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
-El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.
Con la llegada de tu Reino se han cambiado los esquemas de este mundo: los últimos serán los primeros; los pobres serán saciados, los que pierden su vida la están ganando, y los que quieren ser los primeros han de ser los últimos y los servidores de todos. Este es el camino de la verdadera salvación.
Jesús, te identificas con los niños, con los que no tienen derechos ni quien mire por ellos, con los últimos, con los despreciados, con los no tenidos en cuenta, con los excluidos, con los discriminados. Por eso dices que todo servicio hecho a ellos se te hace a Ti mismo. Para Ti los pobres son los primeros en el Reino.
Ser discípulo tuyo es “no ser” nadie en una sociedad que tiene unos valores contrarios a los de tu Evangelio.
HAZ QUE ME PAREZCA A TI, JESÚS.
Seguirte es asumir, como Tú lo asumiste, un camino de donación y de servicio, que contradice la lógica del mundo y que a menudo se vive en la soledad y el sufrimiento (primera lectura), pero que es la raíz de la verdadera sabiduría “que procede de arriba” (Sant 3,17) y que conduce a la vida y a la paz (segunda lectura).
Señor, haz que no busque nunca lo que parece grande a los ojos de las criaturas. Dame la gracia de correr al último lugar.
La sola cosa que nadie envidia es el último lugar. Y este último lugar es lo único que no es vanidad y aflicción de espíritu...
Lo que te agrada es que ame mi pequeñez y mi pobreza, es la esperanza que tengo en tu misericordia.
HAZ QUE ME PAREZCA A TI, JESÚS.
Lectura del santo evangelio según san Juan 6,60-69
En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: «Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?».
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: « ¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen». Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: «Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: «También vosotros queréis marcharos?». Simón Pedro le contestó: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios».
Tu modo de hablar contradice el nuestro, es duro de escuchar, no concuerda con nuestra mediocridad ni con la comodidad con la que quisiéramos vivir la vida, compaginando nuestros intereses con los tuyos.
En realidad, nos cuesta creer que eres Tú, Jesús, el camino para ir al Padre, que eres Tú la Fuente de la vida, el único alimento. Porque creer esto supondría cambiar nuestro modo de pensar y, sobre todo de vivir. Supondría ser tal como Tú: hijos de Dios.
¿Quién puede hacerte caso? ¿No es posible que suavices un poco tu ser, que endulces tu forma de vivir radicalmente libre y feliz, entregado a la voluntad de tu Padre?
Surge tu pregunta: ¿También vosotros queréis marcharos?
Pero, quedarnos contigo significa seguir escuchándote. Más aún, significa, seguir tus pasos, hablar y vivir con transparencia, con riesgo, incluso de entregar la vida como Tú…
Seguir a tu lado es mirarte, caminar tras tus huellas, tener tus sentimientos…
“Ahora, tornando a los que quieren ir por él y no parar hasta el fin, que es llegar a beber de esta agua de vida, cómo han de comenzar, digo que importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere, suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el mundo…” (C 21,2)
Verdaderamente, es duro este lenguaje. Es dura esta propuesta. Necesita una decisión libre y consciente para la que, tal vez, no estamos preparados. Celebrar la Eucaristía, si la celebramos, compromete de tal manera nuestro ser que no podemos seguir viviendo como antes, como siempre. Comer este Pan es comulgar con Quien “se hace pedazos, cada día, por nosotros”. Para hacer nosotros lo mismo. ¿Estamos dispuestos a dejarnos hacer pedazos?
Pero… ¿A quién iremos? Tú eres la alternativa. Sólo Tú. Entonces… ¿A quién vamos a acudir?
Sólo Tú, hecho presente en la Iglesia, tienes palabras de vida eterna.
Después de la multiplicación de los panes del domingo pasado, siguiendo con este capítulo 6 del Evangelio de Juan, la liturgia nos ofrece una estupenda reflexión sobre el misterio de Cristo-Pan de Vida, que se encarna en la historia, ofrece su vida por la salvación de la humanidad y se hace presente en medio de la comunidad cristiana en el pan de la Eucaristía. En su reflexión se funden admirablemente la meditación eucarística y la reflexión cristológica, el misterio de la encarnación (el pan de Dios que baja del cielo) y el misterio de la redención (el pan que da la vida al mundo).
EVANGELIO: Juan 6,24-35
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
-Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó:
-Os lo aseguro: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros.
Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.
Ellos le preguntaron:
-¿Cómo podremos ocuparnos en los trabajos que Dios quiere?
Respondió Jesús:
-Este es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que él ha enviado.
Ellos le replicaron:
-¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Les dio a comer pan del cielo."
Jesús les replicó:
-Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
Entonces le dijeron:
-Señor, danos siempre de ese pan.
Jesús les contestó:
Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.
El pan material es muy importante. Tú mismo, Señor, nos has enseñado a pedir «el pan de cada día» para todos. Es necesario para el cuerpo, pero necesitamos algo más. Tú nos ofreces un alimento que puede saciar para siempre nuestra hambre de vida. La comunión con tu Carne conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la vida cristiana necesita ser alimentado por la vida eucarística. La Eucaristía fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse. Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima contigo, Señor.
Tú quieres venir a cada uno: a alimentarnos como una madre a su hijo, con tu carne y tu sangre; entrar en nosotros para que nos introduzcamos totalmente en Ti y crecer en Ti como miembros de tu Cuerpo. Cuanto más a menudo se realice esta unión, más intensa e íntima se realizará.
Te pedimos con insistencia y desde el fondo de nuestro corazón: Señor, danos siempre de ese pan. Tú sabes de qué tenemos hambre y de qué tenemos sed.
Tú unes a todos los fieles que reciben la Eucaristía en un solo cuerpo: la Iglesia.
«Y ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?». Nos abres un horizonte nuevo: «la obra que Dios quiere es esta: que creáis en el que él ha enviado». Sólo nos pides que creamos en Ti, que trabajemos en esto, que confiemos.
Que aprendamos a vivir un estilo de vida que nace de la relación viva y confiada en Ti. Se trata de aprender a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como Tú.
La fe en Ti nos sacia de modo que ya no tenemos necesidad de salir en busca de otros alimentos. Creer en Ti es un amor desinteresado, que nos hace capaces de Ti mismo. Esto es lo que realmente quieres: que, una vez saciados de Ti, nos podamos entregar a los demás así como Tú.
“No pide más de «hoy», ahora nuevamente; que el habernos dado este pan sacratísimo para siempre, cierto lo tenemos. Su Majestad nos le dio -como he dicho- este mantenimiento y maná de la Humanidad, que le hallamos como queremos, y que si no es por nuestra culpa, no moriremos de hambre; que de todas cuantas maneras quisiere comer el alma hallará en el Santísimo Sacramento sabor y consolación (C 34,2)
“No te quedas para otra cosa con nosotros, sino para ayudarnos y animarnos, y sustentarnos a hacer esta voluntad que hemos dicho se cumpla en nosotros” (C 35,5)
Oramos porque El está aquí y nos llama.
Oramos a un Dios tan cercano, que ha plantado su tienda en medio de nosotros.
Oramos a un Dios-comida-bebida, capaz de convertirnos en lo mismo que comemos y bebemos.
Oramos a un Dios que se da por entero para robustecer nuestra propia entrega... ”pues no se queda para otra cosa con nosotros, sino para ayudarnos y animarnos y sustentarnos a hacer esta voluntad que le decimos se cumpla en nosotros”.
Tu eres el pan vivo,
Señor de la Vida.
Ayúdanos a creer en tu persona
y vivir según tu Proyecto.
Queremos ser tus discípulos,
artesanos del Reino
y testigos de tu Causa.
Danos siempre de tu pan,
tu persona, tus palabras,
tus enseñanzas, tu práctica,
tu presencia, tu Espíritu.
Para que seamos fuertes en la esperanza,
Señor, danos siempre de tu pan!
Vamos a leer el Evangelio del domingo. No penséis que lo sabéis, porque las palabras del Evangelio no son palabras, sino que son Jesucristo mismo que se nos hace presente y viene a nuestra vida de una forma distinta a como vino la última vez que escuchamos el relato que vamos a escuchar a continuación. Por algo la palabra Evangelio significa BUENA NOTICIA.
EVANGELIO: Juan 6, 1 - 15 | |
1 |
Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de Tiberíades, |
2 |
y mucha gente le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. |
3 |
Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. |
4 |
Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los judíos. |
5 |
Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, dice a Felipe: «¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?» |
6 |
Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. |
7 |
Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco.» |
8 |
Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro: |
9 |
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?» |
10 |
Dijo Jesús: «Haced que se recueste la gente.» Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000. |
11 |
Tomó entonces Jesús los panes y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. |
12 |
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.» |
13 |
Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. |
14 |
Al ver la gente la señal que había realizado, decía: «Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.» |
15 |
Dándose cuenta Jesús de que intentaban venir a tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo. |
La fama de Jesús era a causa de los milagros que realizaba con los enfermos, pero ellos no se esperan el milagro del que hoy van a ser testigos, ya que el Evangelio no nos dice que le presentaran hoy ningún enfermo.
Juan disfruta narrando este episodio del Evangelio, porque en él vamos a descubrir lo diferentes que son nuestros pensamientos a los pensamientos de Jesús.
Felipe no ve más que el dinero que había que gastar para hacer lo que Jesús quería (el sueldo de ocho meses) y le parece una barbaridad
Andrés sólo se fija en los cinco panes del niño, y le parece una insignificancia. Así son nuestros pensamientos: chatos, pequeños, mediocres. Sin embargo Jesús quiere que para que se realice el milagro, nosotros aportemos lo “poco” que tenemos
El significado de este milagro no es que ese día comió aquella multitud, sino que JESÚS ES EL PAN QUE SOSTIENE NUESTRA VIDA FÍSICA Y ESPIRITUAL.
¿Cómo nos alimentamos de Jesús y de su Palabra? ¿A qué damos más importancia al alimento físico o al espiritual?
El Salmo 145 nos dice que el Señor ama a los seres viviente y a cada uno la da la comida a su tiempo. Vamos a intentar recordar un trozo de la Escritura que en algún momento nos haya ayudado en nuestra vida.
La liturgia de este domingo nos habla de la Vida. De Dios Amor que quiere dárnosla a manos llenas y en plenitud. Jesús es la Vida de Dios hecha carne. La Vida que no es indiferente ante ninguna muerte nuestra; ante ningún sufrimiento o dolor que parezca arrebatarnos la posibilidad de existencia. Sólo que, esta Vida que se derrama como un flujo continuo, necesita de nuestra apertura, de nuestra receptividad. Aquí, entra en juego la fe: “Tu fe te ha salvado.” ¿Creeremos hoy en la capacidad que tenemos, también nosotros, de vivirnos en verdad?
Mc 2, 21-43
Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a él mucha gente; él estaba a la orilla del mar. 22 Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, 23 y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.» 24 Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.
25 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, 26 y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, 27 habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. 28 Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.» 29 Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. 30 Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió entre la gente y decía: « ¿Quién me ha tocado los vestidos?» 31Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”» 32 Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho.33 Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. 34 Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.»
35 Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» 36 Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe.» 37 Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. 39 Entra y les dice: « ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida.» 40 Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. 41 Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate.» 42 La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. 43 Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.
Pasas, también hoy, Jesús, delante de cada uno de nosotros, a la otra orilla. Atraviesas, cada día, las orillas de nuestro día, de nuestra historia, como queriendo hacerte el encontradizo cuando nos sentimos tan perdidos y abandonados. Cuando nuestra vida se desvanece, se escurre entre nuestros dedos sin que, aparentemente, podamos remediarlo. Cuando nuestros sentimientos y pensamientos nos llevan, de forma casi inevitable, a la desesperanza y el sinsentido. Pasas. Entre mucha gente, en la multitud de ofertas de vida, de felicidad, de esperanza, estás. Pasas como respuesta… Si nosotros somos capaces de reconocerte, de desearte.
Queremos verte, queremos confiar en que sólo tocando la punta de tu manto, sanaremos, que tu presencia en nuestra vida hará resurgir la esperanza niña que desfallece en nosotros. Danos ojos, Jesús, danos oídos para escuchar nuevamente tu voz: “No temas; solamente ten fe”. Abre nuestro corazón a tu paso, Dios de la Vida, para descubrir que quieres regalarte a nosotros como sorpresa que alegre nuestras horas tristes, nuestros desalientos.
Toda la vida de Jesús, todas sus obras y sus palabras no tuvieron otra intención que la de darnos a conocer el misterio insondable de Dios, que es Amor, amor a los hombres. Y el momento culminante de la vida de Jesús, su muerte en la cruz, fue la demostración suprema del amor de Dios. El mismo Jesús lo entendió así: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida". Y así lo entendió también el discípulo amado, cuando dice que "Jesús, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo" de entregar su cuerpo en comida y en bebida su sangre.
Ahora sí que podemos entender que Dios es Amor. Ahora podemos estar seguros de una cosa: que Dios es sobre todo "el que nos ama desmesuradamente". Ahora podemos vislumbrar también el misterio trinitario de Dios, que es nuestro Padre, nuestro hermano, nuestro abogado.
EVANGELIO: Marcos 14,12-16.22-26
El primer día de los ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
-¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?
El envió a dos discípulos, diciéndoles:
-Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua: seguidlo, y en la casa en que entre decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:
-Tomad, esto es mi cuerpo.
Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
-Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos.
Celebrar la Eucaristía es hacer memoria tuya, Jesús, y querer vivir siguiendo tus pasos: dejando todo en manos del Padre, confiando y entregándonos…
Te presentas como el verdadero alimento, el pan que da la vida, el pan que sacia para siempre... Te nos haces pan, quieres saciarnos por completo. Tú conoces nuestras hambres, todas, incluso las más profundas, aquellas que no se satisfacen con pan: el hambre de vida, el hambre de verdad, de belleza, de libertad, de dignidad, el hambre de bondad, de felicidad... Y sabes que, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello, estamos hambrientos de Ti, por eso te das Tú mismo como alimento.
La Eucaristía nos invita a la solidaridad. No podemos desentendernos de la suerte de nuestros hermanos, porque todos comemos del mismo pan. Que en nuestra oración de hoy encuentre un lugar especial toda la iglesia. Y que lo encuentre también toda la humanidad, especialmente los más necesitados, los que más sufren, los más olvidados, los que nadie escucha, porque no tienen voz.
Al recibirte, al comer tu Cuerpo y beber tu Sangre, nos transformamos en tus miembros, en tu Cuerpo. Comemos el vínculo que os une, bebemos nuestro precio.
La Eucaristía es para personas abatidas y humilladas que anhelan paz y respiro; para pecadores que buscan perdón y consuelo; para gentes que viven con el corazón hambriento de amor y amistad. Tú nos has venido para los sanos y justos sino para los enfermos y pecadores.
Jesús es el buen pastor, porque conoce sus ovejas y da la vida por ellas. El buen rebaño es el que escucha la Palabra de Jesús Pastor, el que le sigue a donde Él va y por donde Él va.
EVANGELIO: Jn 10, 11-18
“En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: -Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que aun asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre”
Oramos con Teresa de Jesús
“Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia, quiérelos tornar a él y, como buen pastor, con un silbo tan suave, que aun casi ellos mismos no le entienden, hace que conozcan su voz y que no anden tan perdidos, sino que se tornen a su morada. Y tiene tanta fuerza este silbo del pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados y métense en el castillo”.
“Paréceme que nunca lo he dado a entender como ahora, porque para buscar a Dios en lo interior (que se halla mejor y más a nuestro provecho que en las criaturas, como dice San Agustín que le halló, después de haberle buscado en muchas partes), es gran ayuda cuando Dios hace esta merced. Y no penséis que es por el entendimiento adquirido procurando pensar dentro de sí a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en sí. Bueno es esto y excelente manera de meditación, porque se funda sobre verdad, que lo es estar Dios dentro de nosotros mismos; mas no es esto, que esto cada uno lo puede hacer (con el favor del Señor, se entiende, todo). Mas lo que digo es en diferente manera, y que algunas veces, antes que se comience a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por dónde ni cómo oyó el silbo de su pastor. Que no fue por los oídos, que no se oye nada, mas siéntese notablemente un encogimiento suave a lo interior”. 4M 3,2-3
El mundo tiene una ardiente sed de la paz de Dios.
Conocemos la paz de un niño adormecido, también sabemos algo de la paz que encuentra el amigo cuando mira a los ojos del amigo fiel; conocemos algo de la paz que experimenta un niño en brazos de su madre, de la paz que reposa en ciertos rostros maduros en la hora de la muerte; de la paz del sol vespertino, de la noche que lo cubre todo y de las estrellas perennes; conocemos algo de la paz de aquel que murió en la cruz.
Estar en paz significa saberse seguro, saberse amado, saberse custodiado; significa poder estar tranquilo, tranquilo del todo. Estar en paz con un hombre significa poder construir firmemente sobre la fidelidad, significa saberse una sola cosa con él, saberse perdonados por él.
EVANGELIO: Juan 20,19-31
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
-Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
-Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
-Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
-¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
-¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.
ORACIÓN
Aquí estamos Señor, al igual que el grupo de tus amigos, que, tenía las puertas cerradas. Cerrados a la luz, incapaces de asomarse a la vida. No había alegría ni canciones en la casa; solo un fracaso rumiado se iba haciendo raíz amarga en el corazón.
La noche oscura no dejaba ver ninguna amanecida. “Estar con la puertas cerradas”, todo un símbolo para nosotros.
Estar con la puertas cerradas, es estar cerrados al diálogo, al encuentro, a la alegría. Estar cerrados a tu presencia luminosa, a tu amor.
Tú, Señor eres el que entras y abres puertas. Tocas con tu luz la oscuridad, esclareces el misterio del hombre.
Te pones en medio del grupo. Nos saludas con la paz. Lo haces una y mil veces, porque la tristeza y el sin sentido se han adueñado de nosotros.
Nos enseñas las señales de tu amor. Tus manos abiertas nos muestran la ternura. Tu costado abierto deja que se asome tu amor sin límites.
Entras tú, Jesús, y en la comunidad se empieza a oír el rumor de la vida. “La paz con vosotros”. Tú haces de los prisioneros del miedo y de la muerte los testigos libres y decididos de la vida. Tu resurrección es el final de la libertad, de la gracia y del amor.
Contigo en medio, va cambiando el rostro de la comunidad. Danos, Señor, ojos para ver la gratuidad que el espíritu siembra cada día en la humanidad. Y saldremos con los ojos limpios, dispuestos a ver los detalles de amor de que está llena la vida.
Muchas veces, al igual que Tomás, queremos palpar con nuestras manos que está vivo, nos alteramos y nos encerramos llenos de miedo... y Tú, sin saber cómo ni cuando, penetras nuestra alma llenándola de paz.
Te necesitamos Señor, necesitamos de tu Espíritu Santo para ver en el día a día, que tú estás presente en todas tus criaturas, que constantemente nos sacas de nuestras cobardías y nos llenas de esperanza, ¡que es verdad!, que se ha cumplido con fidelidad todo lo que anunciaron los profetas.
Hay muchas cosas en mi vida a las que me aferro con los puños bien cerrados... pero si abro los puños, seguirán estando ahí, no habrá desaparecido nada; pero mis manos estarán abiertas... abiertas al diálogo; a descubrir los valores que tengo, y así, esforzándome a trabajar en ellos, ponerlos al servicio de los hermanos; manos abiertas dispuestas a dar y a recibir vida, a dar y recibir amor.
Tu paz es tu fidelidad a pesar de nuestra infidelidad. En tu paz nos sentimos seguros, protegidos y amados. Es cierto que no nos quitas del todo nuestras preocupaciones, nuestras responsabilidades, nuestras inquietudes; pero por detrás de todas nuestras agitaciones y de todas nuestras preocupaciones se ha levantado el arco iris de tu paz: sabemos que eres Tú quien lleva nuestra vida.
Señor, haz de nosotros hombres y mujeres de paz, hombres y mujeres que reposemos en Ti, aun en medio del trastorno de las cosas del mundo. Que esta paz purifique y serene nuestras almas y que la paz que Tú pones en nuestros corazones irradie en otras almas sin paz; que nos convirtamos el uno para el otro, el amigo para el amigo, el esposo para la esposa, la madre para el hijo, en portadores de esta paz que viene de Ti.
Estamos comenzando este tiempo fuerte de la Cuaresma, como camino hacia la Pascua. Desde el primer día fijamos nuestros ojos en Cristo Resucitado y, desde Él y con Él, vivimos estos días intensos.
Nos disponernos a escuchar su Palabra.
EVANGELIO: Marcos 1,12-15
En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
-Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena Noticia.
ORACIÓN
Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo, Padre amoroso del pobre, don en tus dones espléndido.
En este camino hacia la Pascua necesitamos tu Luz, necesitamos tu fuerza para no decaer ni perder el rumbo.
Necesitamos el empuje de tu Espíritu que nos lleva al desierto, a la soledad, al silencio, para escuchar tu voz, para encontrarnos contigo.
“Envíame, Señor, tu luz y tu verdad, que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada”. (Sal. 42)
Que tu Espíritu ore en nuestro interior, que me enseñe a orar como conviene.
Quiero que seas Tú el que conduzca mi vida, el que guíe mis pasos por el camino de la paz.
“Tu Espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana”.
Tu Palabra nos da vida, tu Palabra nos da fuerza para caminar detrás de Ti.
“Lámpara es tu Palabra para mis pasos, Señor, luz en mi sendero”.
Tu Palabra es el alimento que necesitamos para caminar.
“El Señor es mi Pastor, nada me falta, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”.
La liturgia de este domingo nos presenta la Buena Noticia de la llegada del Reino de Dios. Este Dios que se compadece de quien cambia de conducta al ser consciente de sus actitudes negativas, un Dios que enseña el camino a quienes se acercan sinceramente a Él y buscan la verdad, un Dios que ve más allá de las apariencias de este mundo, un Dios que, en definitiva, se hace Él mismo Camino en Jesús de Nazaret.
Podría parecer un “duplicado” de la llamada a los primeros discípulos que escuchábamos el domingo pasado en el evangelio de Juan, y, sin embargo, esta llamada inserta a los discípulos en su realidad cotidiana de la que Jesús se hace parte, por la que pasa llamando y transformando.
De cualquier manera, es una invitación constante a buscar y reconocer la verdad de nuestra vida, a no pasar de largo y contemplar a este Dios Hombre que camina con nosotros y nos propone una manera diferente de situarnos en el mundo.
Mc 1, 14-20
Después que Juan fue arrestado, marchó Jesús a Galilea, proclamando la buena noticia de Dios. Decía:
-Se ha cumplido el plazo y está llegando el Reino de Dios. Convertíos y creed en el evangelio.
Pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo:
-Veníos detrás de mí y os haré pescadores de hombres.
Ellos dejaron inmediatamente las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan. Estaban en la barca reparando las redes. Jesús los llamó también; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.
Se cumple el plazo. El Reino de Dios, el reinado de la Verdad y el Amor viene contigo, Jesús, con tu Presencia en medio de nosotros. Se cumple el plazo. Ya es hora de despertar y mirar más allá, más profundamente la realidad. Es hora de convertirnos. De convertirme. Cómo? A qué? A quién?
Pasas, Jesús. Pasas junto al lago de nuestra vida enfrascada en la rutina, a veces, en el tedio, conformada con la monotonía del día a día. Pasas y nos miras, me miras. Sólo eso: me miras.
Miras que mi vida discurre tantas veces en la mediocridad o la afanosa búsqueda de la comodidad, del bienestar, olvidando las altas metas a las que desde siempre me invitaste.
Y me invitas otra vez. A mirarte, a seguirte, a saltar por encima de mis miedos y mis seguridades, a romper la rutina y lanzarme a caminar. Me invitas a convertirme. Porque está llegando el Reino de Dios. Porque está en medio de nosotros contigo. Y tú quieres ofrecérmelo como promesa de vida, como ensanchamiento de mis fronteras.
Enséñame, Señor, tus caminos. Enséñame a caminar tras tus pasos, a seguir tus huellas en la vida de cada día. Enséñame a descubrir que la apariencia de este mundo es efímera, que todo se pasa y lo único que permanece es tu amor al ser humano, a mí, a mis hermanos.
Desde todos los rincones de la humanidad los hombres y mujeres buscamos la salvación, caminamos tras algo que dé sentido a nuestras vidas. Unos tenemos detrás experiencias de dolor y necesidades apremiantes. Otros huimos del vacío que nos dejan las cosas. Unos desde la fe, otros desde la desilusión, buscamos, Señor, manantiales de agua viva. Todos tenemos sed, Señor, y tenemos alguna pared ruinosa en nuestra casa. Restáuranos, Señor, que brille tu rostro sobre nosotros y nos salve.
El Adviento hace inminente tu venida como Salvador a nuestras vidas, que esperan la liberación de todas las esclavitudes que parten del pecado y la injusticia. Tú quieres que convirtamos la tierra y la humanidad en la casa paterna de todos, donde podamos habitar en el gozo de la fraternidad y de la abundancia de tus bienes.
Lo que importa es que confiemos en la fuerza que Tú nos das para la lucha diaria. Entonces, heredaremos la tierra, la tierra nueva como hijos del Padre.
El anuncio de tus promesas culmina en la Anunciación del Angel a María.
EVANGELIO: Lc. 1,26-38
“A los seis meses, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la Virgen se llamaba María.
El Angel, entrando a su presencia dijo: ‘Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.’
Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquel.
El Angel le dijo: ‘No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al Angel: ‘¿Cómo será eso, pues no conozco varón?’
El Angel le contestó: ‘El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible’.
María contestó: ‘Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra’.
Y el Angel se retiró.”
Al encuentro de todos nuestros sueños y, superándolos siempre, vienen tus promesas, Señor. Has llamado a la puerta de una joven, María, y ella, cual nueva Arca de la Alianza, nos trae tu Amor. A través de la fe de esta mujer de Nazaret, hecha silencio para tu Palabra, nos llega la bendición. En su sencillez y humildad vienes Tú, Señor, hecho Niño.
Gracias, María, por tu Sí y gracias a todos los creyentes que con su sí te abren, Señor, un sendero para que Tú sigas levantando a los caídos, curando a los enfermos y desatando toda cadena esclavizadora.
María, enséñanos a hacer de cada Palabra del Señor un camino de fe, que traiga al mundo la esperanza.
María, haz de nuestra pobreza una disponibilidad para la mirada de Amor de Dios a nuestro mundo.
María, que como Tú, le digamos al Señor: “AQUÍ ESTÁ LA ESCLAVA DEL SEÑOR, HÁGASE EN MÍ SEGÚN TU PALABRA”.
María, danos fuerza para cantar el nuevo mundo que Dios quiere, donde los pequeños estén sobre los hombros de los grandes; y los débiles sean ayudados por las manos de los fuertes.
María, ponte deprisa en camino hacia nuestras vidas y salúdanos con la alegría de la fe, para que se despierte todo nuestro ser y se convierta en adoración para el Señor y en servicio para los hombres.
Jesús, Mesías y Salvador, Tú nos muestras cada día que para Dios no hay nada imposible. Aún de la vida más estéril puedes sacar frutos maravillosos de conversión, de renovación y de esperanza.
"¡Si conocieras el don de Dios!... Hubo una criatura que conoció ese don de Dios; una criatura que no desperdició nada de él; una criatura tan pura, tan luminosa que parecía ser la Luz misma. Una criatura cuya vida fue tan sencilla, que apenas puede decirse algo de ella. Es la Virgen fiel, la que guardaba todas aquellas cosas en su corazón. Ella se consideraba un ser tan insignificante y permanecía tan recogida delante de Dios en el santuario de su alma que atrajo las complacencias de la Santísima Trinidad El Padre, al contemplar esta criatura tan bella, tan ignorante de su hermosura, determinó que fuera en el tiempo la Madre de Aquel de quien El es el Padre en la eternidad Vino entonces sobre Ella el Espíritu de amor que preside todas las operaciones divinas La Virgen pronunció su Fiat. Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra, y se realizó el mayor de los misterios Por la encarnación del Verbo, María fue para siempre posesión de Dios. La actitud observada por la Virgen durante los meses que transcurrieron entre la Anunciación y la Navidad debe ser el ideal de las almas interiores, de esos seres que Dios ha elegido para vivir dentro de sí, en el fondo del abismo sin fondo. ¡Con qué paz, con qué recogimiento se sometía y se entregaba María a todas las cosas! Hasta las más vulgares quedaban divinizadas en Ella pues la Virgen permanecía siendo la adoradora del don de Dios en todos sus actos Y la visión inefable que Ella contemplaba dentro de sí, nunca disminuyó su caridad externa” (Sor Isabel de la Trinidad).
Mt 25, 14-30
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó.
[El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.
En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.]
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:
-Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.
Su señor le dijo:
-Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo:
-Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.
Su señor le dijo:
-Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante: pasa al banquete de tu señor.
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:
-Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.
El señor le respondió:
-Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará, hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Su único error consiste en "no hacer nada": no arriesga su talento, no lo hace fructificar, lo conserva intacto en un lugar seguro.
El mensaje de Jesús es claro. No al conservadurismo, sí a la creatividad. No a una vida estéril, sí a la respuesta activa a Dios. No a la obsesión por la seguridad, sí al esfuerzo arriesgado por transformar el mundo. No a la fe enterrada bajo el conformismo, sí al trabajo comprometido en abrir caminos al reino de Dios.
Nos invitas a arriesgarnos a seguirte de manera creativa.
Las actitudes que hemos de cuidar hoy en el interior: "búsqueda creativa", "audacia", "capacidad de riesgo", "escucha al Espíritu" que todo lo hace nuevo.
Lo que se juzga no son las cualidades, sino el uso que yo hago de ellas. Tenga más o menos, lo que se me pide es que las ponga al servicio de mi auténtico ser y, por tanto, al servicio de todos. En el orden del ser, todos somos exactamente iguales. Cuando percibimos esas diferencias es que estamos sobrevalorando lo accidental. En el orden del ser todos tenemos el mismo talento, las mismas posibilidades infinitas.
En todos los órdenes tenemos que poner los talentos a fructificar. Como seres humanos tenemos algo esencial, y mucho que es accidental. Lo importante es la esencia que constituye al hombre como tal. Ese es el verdadero talento. Todo lo que puede tener o no tener (lo accidental) no debe ser la principal preocupación.
El ser humano tiene que estar volcado hacia su interior para poder desplegar todas sus posibilidades.
No hay un "yo" que posea un tesoro.
Soy, realmente, un tesoro de valor incalculable.
Solo hay un camino para poder disfrutar de lo que soy.
Poner toda esa riqueza a disposición de los demás.
.....................
Es la gran paradoja del ser humano.
Solo alcanza su plenitud cuando se da plenamente.
Bajar a lo hondo del ser y experimentar lo auténtico.
En este domingo, la Palabra nos invita a descubrir nuestros talentos y hacerlos fructificar, no a esconderlos. El Señor nos llama a entrar en nuestro interior para entender quiénes somos en realidad y poder entregarnos a los demás.
EVANGELIO: Mt 25, 14-30
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-Un hombre que se iba al extranjero llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata; a otro, dos; a otro, uno; a cada cual según su capacidad. Luego se marchó.
[El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.
En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.]
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:
-Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco.
Su señor le dijo:
-Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos, y dijo:
-Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos.
Su señor le dijo:
-Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante: pasa al banquete de tu señor.
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:
-Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces; tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo.
El señor le respondió:
-Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco para que al volver yo pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene se le quitará, hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes.
ORACIÓN
Señor, hoy nos llamas a entrar en nuestro interior, en la morada donde Tú habitas para descubrir quiénes somos en realidad: “nuestra alma es como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas. Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso adonde dice El tiene sus deleites. Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues El mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza.” (1M.1,1)
No hay un "yo" que posea un tesoro.
Soy, realmente, un tesoro de valor incalculable.
Solo hay un camino para poder disfrutar de lo que soy.
Poner toda esa riqueza a disposición de los demás.
Es la gran paradoja del ser humano.
Solo alcanza su plenitud cuando se da plenamente.
Nos invitas a arriesgarnos en la vida y a seguirte de manera creativa. A lanzarnos al soplo del Espíritu, que todo lo hace nuevo. Y trabajar para abrir nuevos caminos.
"Querríalas mucho avisar (a estas almas) que miren no escondan el talento, pues que parece las quiere Dios escoger para provecho de otras muchas, en especial en estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos; y los que esta merced conocieren en sí, ténganse por tales, si saben responder con las leyes que aun la buena amistad del mundo pide; y si no -como he dicho- teman y hayan miedo no se hagan a sí mal y !plega a Dios sea a sí solos!" (Libro de la Vida 15,5).
“A la tarde te examinarán en el amor”
Nuevamente convocados por el Señor nos reunimos esta mañana, le damos gracias por la vida, por su Amor, un Amor sin límites. Vamos a pedirle nos conceda su Espíritu para darnos cuenta de su presencia para entrar en contacto con Él, con Quien sabemos nos ama. Darnos cuenta de nosotros y de Él. Vamos a hacerlo en un momento de silencio.
La Palabra del próximo domingo es muy clara y contundente para nosotros los cristianos. Trata de la centralidad de nuestra vida, por eso iniciaba con estas palabras de san Juan de la Cruz: “A la tarde te examinarán en el amor”. Es el doble mandamiento del amor: AMOR A DIOS Y EL AMOR AL PRÓJIMO, y el amor a nosotros mismos como medida del amor a Dios.
Nos dice Jesús en el Evangelio de San Juan: “en esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros”. La medida del amor nos la pone Jesús en su Amor, como Él nos ha amado. Amarnos así, hasta dar la vida, un amor desmedido, sin medida alguna.
El amor al prójimo lo hemos de concretar en cosas reales, no bastan los deseos o las buenas palabras. Como lo escucharemos el domingo en la primera lectura.
Nos dice Santa Teresa: para eso es la oración para que nazcan obras, obras. No podemos separar el amor de Dios y el amor del prójimo, están íntimamente unidos.
Vamos primero a escuchar el Evangelio y hacerlo nuestro, orarlo en nuestro corazón, después leeré algunos pensamientos de Santa Teresa relacionados con la vivencia del amor y finalmente terminaremos con una oración.
EVANGELIO: Mateo 22,34-40
En aquel tiempo, los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se acercaron a Jesús y uno de ellos le preguntó para ponerlo a prueba:
-Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?
El le dijo: -«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.»
Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: -«Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»
Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los Profetas.
-“¡Oh precioso amor, que va imitando al capitán del amor, Jesús, nuestro bien!” Camino de Perfección 6,9
-“¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del todo perfectas; que para ser unos con El y con el Padre, como Su Majestad le pidió, mirad qué nos falta para llegar a esto…. Acá solas estas dos que nos pide el Señor: amor de Su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar. Guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y así estaremos unidos con El. Mas ¡qué lejos estamos de hacer, como debemos a tan gran Dios, estas dos cosas, como tengo dicho! Plega a Su Majestad nos dé gracia para que merezcamos llegar a este estado, que en nuestra mano está, si queremos.
Y este amor, hijas, no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras; y no penséis que ha menester nuestras obras, sino la determinación de nuestra voluntad.” 3Moradas 1,7
- “Sólo quiero que estéis advertidas que, para aprovechar mucho en este camino y subir a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; y así lo que más os despertare a amar, eso haced. Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto pudiéremos, no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia Católica. Estas son las señales del amor, y no penséis que está la cosa en no pensar otra cosa, y que si os divertís un poco va todo perdido.” 4Moradas 1,7
8. “La más cierta señal que, a mi parecer, hay de si guardamos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber, aunque hay indicios grandes para entender que le amamos; mas el amor del prójimo, sí. Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras. En esto yo no puedo dudar. “
9. “Impórtanos mucho andar con gran advertencia cómo andamos en esto, que si es con mucha perfección, todo lo tenemos hecho; porque creo yo que según es malo nuestro natural, que si no es naciendo de raíz del amor de Dios, que no llegaremos a tener con perfección el del prójimo”.… 5Moradas 3,9
-“Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy encapotadas cuando están en ella, que parece no se osan bullir ni menear el pensamiento porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido, háceme ver cuán poco entienden del camino por donde se alcanza la unión, y piensan que allí está todo el negocio. Que no, hermanas, no; obras quiere el Señor, y que si ves una enferma a quien puedes dar algún alivio, no se te dé nada de perder esa devoción y te compadezcas de ella; y si tiene algún dolor, te duela a tí; y si fuere menester, lo ayunes, porque ella lo coma, no tanto por ella, como porque sabes que tu Señor quiere aquello. Esta es la verdadera unión con su voluntad, y que si vieres loar mucho a una persona te alegres más mucho que si te loasen a ti. Esto, a la verdad, fácil es, que si hay humildad, antes tendrá pena de verse loar. Mas esta alegría de que se entiendan las virtudes de las hermanas es gran cosa, y cuando viéremos alguna falta en alguna, sentirla como si fuera en nosotras y encubrirla.” 5Moradas 3,11
-… “Si Su Majestad nos mostró el amor con tan espantables obras y tormentos, ¿cómo queréis contentarle con sólo palabras? ¿Sabéis qué es ser espirituales de veras? Hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la cruz, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo, como El lo fue; que no les hace ningún agravio ni pequeña merced. Y si a esto no se determinan, no hayan miedo que aprovechen mucho, porque todo este edificio -como he dicho- es su cimiento humildad; y si no hay ésta muy de veras, aun por vuestro bien no querrá el Señor subirle muy alto, porque no dé todo en el suelo. Así que, hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir; pues lo que hiciereis en este caso, hacéis más por vos que por ellas, poniendo piedras tan firmes, que no se os caiga el castillo. 7Moradas 4,8
Señor, Tú me complicas seriamente la vida. Tu mandamiento de amarte sobre todas las cosas hubiera sido fácil de seguir, porque a Ti no te veo con los ojos, ni te toco con mis manos. Te puedo amar mucho en el pensamiento, en las ideas, en mi corazón y quedarse en nada, pero al unirlo al segundo, al amor al prójimo, a los que tengo cerca, y amarlos como a mí misma, la cosa ya no es tan sencilla porque este amor sí que tiene que ser concreto, verse en las obras, en la vida.
Hubiera sido más fácil dar limosnas, desprenderme de lo que me sobra, regalar lo que tengo a medio uso, prescindir de ciertas cosas superfluas, repartir aguinaldos, hacer beneficencia. Pero nos mandas amar. Y pones por medida amar como a nosotros mismos. ¿Cómo vencer mis egoísmos, mi instalación para salir al encuentro del otro?
Jesús, ayúdame a amar como Tú, a darme cuenta que todos somos hijos del mismo Padre, que los otros son mis hermanos, que cuando los ayudo a ellos, cuando los amo y comparto, estoy ayudando a crecer al cuerpo místico que formamos todos en la gran familia humana.
Señor quiero seguirte, y estar dispuesta a amar, amar a los demás como a mí misma.
Este domingo Jesús nos propone una parábola para explicar el Reino; una parábola sugerente y desconcertante, en la que nos manifiesta la absoluta libertad del Padre que da a quién y cómo quiere. Que nos invita a todos a un banquete preparado por Él mismo, peor que no se ciñe a nuestros criterios.
“Tiene en tanto este Señor nuestro que le queramos y procuremos su compañía, que una vez u otra no nos deja de llamar para que nos acerquemos a Él” (2M 2). La invitación de Jesús a las bodas, a la fiesta de amor que el Padre ha preparado, es gratuita. “Da el Señor cuando quiere y como quiere y a quien quiere” (4M 1,2).
Evangelio: Mateo 22, 1-14
"En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la Palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: -«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:"Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas; y todo está a punto. Venid a la boda:" Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas: Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos sor los llamados y pocos los escogidos.»
Cada día nos llamas y nos invitas al banquete de la Vida, en el que nos entregas tu más preciado tesoro: tu Hijo. Él, Jesús, “se dejará cada día hacer pedazos” por nosotros, para manifestarnos la profundidad de tu Amor de Padre. Su voluntad es “no desampararnos, sino estarse aquí con nosotros.”
Queremos ser conscientes de que tantas veces nos acostumbramos a recibir este don incalculable que nos creemos merecedores de él, como si tu obligación fuera entregarte aún a pesar de nuestras resistencias, como si sólo nosotros fuéramos los poseedores de este regalo inmerecido.
Nos abrimos a la novedad de esta Palabra que denuncia nuestras injusticias personales, nuestros desaires y rechazos de tu Amor, nuestras barreras infranqueables que impiden el flujo de tu Gracia.
Tú conoces la hondura de nuestra inconsciencia. Sabes de nuestra superficialidad, de nuestra autocomplacencia, de nuestro orgullo desmedido.
Míranos con tu Misericordia entrañable y concédenos Luz para descubrir tantas cegueras.
Y este manjar que nos brindas gratuitamente en cada Eucaristía no es nuestro exclusivamente. Lo ofreces a todos los hombres del mundo a través de nosotros. Nos invitas a ser como Tú, a salir a los cruces de los caminos para meter en nuestra casa, tu casa, a todos los hombres.
Tú quieres ver la sala llena, no puedes dejar al mundo sin la gratuidad, ternura, misericordia que llenan Tu corazón. Ningún fracaso por nuestra parte te cierra las entrañas. Tu amor, siempre creativo, nos convoca de nuevo.
¿Qué es entrar sin traje de fiesta? Entrar con una vida “tan mal gastada” (3M 1,3), sin obras de “justicia y verdad” (3M 2,10).Entrar sin un amor real, que “no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras” (3M 1,7), puesto que “no está la cosa en pensar mucho sino en amar mucho” (4M 1,7). ¿Estará todo perdido? No, porque “considerando en el amor que me tenia (Dios), tornaba a animarme, que de su misericordia jamás desconfié. De mí muchas veces” (V 9,7). “Bien sabe Su Majestad que solo puedo presumir de su misericordia, y ya que no puedo dejar de ser la que ha sido, no tengo otro remedio , sino llegarme a ella y confiar en los méritos de Su Hijo y de la Virgen, madre suya” (3M 1.3). Este forcejeo termina con una oración: “Pues en alguna manera podemos gozar del cielo en la tierra, que nos dé su favor para que no quede por nuestra culpa y nos muestre el camino y dé fuerzas en el alma para cavar hasta hallar este tesoro escondido” (5M 1,2). Que así sea y “que viva Dios siempre en nosotros” (3M 1,3).
Lectura del santo Evangelio según San Mateo 21,28-32.
En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
-¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: «Hijo, ve hoy a trabajar en la viña.» El le contestó: -«No quiero.» Pero después se arrepintió y fue.
Se acercó al segundo y le dijo lo mismo. El le contestó: -«Voy, señor.» Pero no fue.
¿Quién de los dos hizo lo que quería el padre?
Contestaron: -El primero.
Jesús les dijo: -Os aseguro que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y prostitutas lo creyeron. Y aun después de ver esto vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis.
-En este Evangelio estamos representados todos. Todos nosotros hemos dicho a Dios muchas veces SÍ y muchas veces NO y el motivo de este proceder es porque no hemos descubierto en nuestro interior el AMOR QUE DIOS NOS TIENE y por eso pensamos que nuestros proyectos son mejores que los suyos.
- El Señor nos ha concedido la libertad como uno de sus dones más espléndidos, es por eso que comprobamos en este Evangelio que no reprende ni solivianta a sus hijos cuando los manda a trabajar a la viña, sino que espera pacientemente a que cada uno actúe según su voluntad.
-Podemos buscar en nuestro interior cuántas veces hemos actuado según nuestro criterio apartándonos de los caminos que el Señor nos mostraba. No pensemos que convertirnos es otra cosa que ocupar el sitio que Él nos ha preparado en su Corazón para que seamos realmente felices. Él no necesita nada de nosotros, Él es feliz en Sí mismo y si nos pide la conversión es porque en ella va implícita nuestra felicidad y la realización de nuestra vida
No os encerréis en vuestros intereses,
sino buscad todos el interés de los demás.
Es un trozo de la segunda lectura que escucharemos el domingo de la Carta a los Filipenses en el que el Señor nos refleja que su verdadero interés es llevarnos a nuestra felicidad plena. Esa FELICIDAD es el AMOR EN PLENITUD
EVANGELIO: Mt 20, 1-16
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron: "Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña." Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno." Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?" Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos."
ORACIÓN
Señor, Tú eres Bueno con todos, pagas a todos según tu Bondad, no actúas con los criterios de justicia e igualdad que nosotros usamos.
“¡Oh abismo de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus designios y qué inescrutables sus caminos!” (Rom 11,33).
Señor, Tú eres “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Tienes un estilo de actuar en la historia, que sobrepasa los cálculos y las expectativas humanas. Tus designios y tus caminos rompen los esquemas de la justicia humana y resultan misteriosos para la lógica del mundo. No te fundas en el mérito o en la justicia estricta, sino más bien en el amor gratuito. Tus acciones son novedosas y sorprendentes y llevan siempre el sello de tu fidelidad y de tu misericordia.
Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes.
Todo lo que recibimos es don tuyo, inmerecido y gratuito.
Hoy nos invitas a celebrar tus dones, que nunca dependen de los méritos humanos. Quieres enseñarnos a cantar la libertad y la gratuidad del reino, de tu Amor.
El reino es un don tuyo y no un salario por las obras de la ley, la salvación no es una recompensa a nuestras buenas obras, no es un salario que paga nuestro esfuerzo, sino una iniciativa tuya hecha de amor y de comunión, a la cual estamos invitados a participar con gozo y sin límites.
Este domingo, al escuchar la Palabra de Dios, vuelve a planteársenos una cuestión fundamental: ¿Quién es Jesús de Nazaret? ¿Qué decimos de Él? ¿Qué creemos de Él? Nosotros, los “fieles seguidores del Maestro”, los que asistimos a la Eucaristía y frecuentamos los sacramentos, los que rezamos pidiendo o dando gracias, o creemos saber todo acerca de Él. ¿Quién decimos que es?
Porque de nuestra respuesta depende el tipo de relación que tenemos con el Hijo de Dios. Porque de nuestra respuesta depende y se desprende lo que creemos de nosotros mismos.
Así las cosas, se nos invita a dejarnos cuestionar hoy por Jesús mismo. Dejarnos mirar por sus Ojos y responder honestamente, desde el corazón, quién es Él.
Mt 16, 13-20
"En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?» Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó. «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de-Dios vivo.» Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso; sino mi Padre qué está en el cielo. Ahora te digo yo:¬ Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo» Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías".
¿Quién eres Tú? ¿Qué digo de ti, Jesús?
Sabes que usualmente digo de ti lo que se, lo que he aprendido de pequeño, lo que me han enseñado… Digo de ti ideas muy bonitas, conceptos, teorías, nada que toque de verdad el fondo de mi corazón.
Pero Tú te presentas cada día como Novedad Absoluta en mi vida, como Sorpresa que descoloca mis esquemas y me desacomoda. Y no sé qué responder…
Porque cuando me preguntas quién eres Tú para mí, me haces preguntarme quién soy yo; en quién creo, cuál es mi Dios…
Y a Ti no puedo darte respuestas sabidas, excusas, evasivas, porque Tú me conoces perfectamente, Tú penetras mi corazón y sondeas mi interior. Porque Tú quieres darle sentido verdadero a mi vida, quieres hacerme ser humano en plenitud, hijo de Dios, de tu Dios.
Tú eres el Mesías… el Enviado de Dios, quien nos revela al Padre, quien nos envía el Espíritu. Tú eres el Amigo verdadero que nunca falta.
Lectura del santo Evangelio según San Juan 20,19-31
Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-Paz a vosotros.
Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
-Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
-Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
-Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
-Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
-¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
-¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre.
Este Evangelio tiene tres partes
1. Nos desea la Paz reiteradamente
2. Nos hace el mismo envío que su Padre le hizo a Él
3. Al soplar sobre nosotros, nos infunde el Espíritu Santo
Vamos a fijarnos en estos tres puntos y le pedimos al Señor que nos conceda ardientemente la Paz.
Cerramos los ojos y repetimos muy despacio: Paz, Paz, Paz…
Necesito tu Paz, esa Paz que no me puede dar el mundo, ni la salud, ni el trabajo, ni el dinero… Esa Paz que está por encima del dolor, del sufrimiento, de la soledad, del fracaso…
Te agradezco que cuentes conmigo para enviarme a ser tu testigo en medio de los hombres, mis hermanos. Gracias por fiarte de mí, a pesar de que me conoces y sabes perfectamente que no siempre soy incrédulo igual que Tomás, que necesito ver para creer en Ti. Deberías haber encomendado este servicio a otra persona, pero ya que lo haces, estoy muy contento de la labor que pones en mis manos.
Sobre todo te agradezco mucho que me hayas confortado con el Espíritu Santo, ya que Él será el fuego y el impulso que aliente mi vida.
“No os pido ahora que penséis en Él ni que saquéis muchos conceptos ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones con vuestro entendimiento; no os pido más de que le miréis” (C 26,3)
Empezamos esta Semana Santa con estas palabras de Sta. Teresa.
Porque, probablemente, hemos vivido muchas pascuas ya, y hemos escuchado infinidad de veces el relato dramático de la Pasión del Señor, pero, quizás, nos hemos acostumbrado de tal manera a la constante sucesión de los tiempos litúrgicos, que ya no nos afecta escuchar la Buena Noticia de este Amor manifestado en el extremo de una Muerte como la de Jesús de Nazaret.
Nos dice Teresa que la oración no es pensar mucho sino amar mucho, que es un cruce de miradas, que tiene que ver mucho más con el corazón que con la mente… Por eso hoy nos ponemos delante de Jesús. No necesitamos más que abrir los ojos del corazón para mirarlo y descubrir los incontables detalles de su entrega, de su generosidad, de su excesivo Amor por nosotros.
Y al mirarlo, descubrirnos y sentirnos mirados. Mirados por sus Ojos que no reprochan, que no exigen, que no reclaman… sino que aman.
“Si estáis con trabajos o triste, miradle camino del huerto: ¡qué aflicción tan grande llevaba en su alma, pues con ser el mismo sufrimiento la dice y se queja de ella! O miradle atado a la columna, lleno de dolores, todas sus carnes hechas pedazos por lo mucho que os ama; tanto padecer, perseguido de unos, escupido de otros, negado de sus amigos, desamparado de ellos, sin nadie que vuelva por El, helado de frío, puesto en tanta soledad, que el uno con el otro os podéis consolar. O miradle cargado con la cruz, que aun no le dejaban hartar de huelgo. Miraros ha El con unos ojos tan hermosos y piadosos, llenos de lágrimas, y olvidará sus dolores por consolar los vuestros, sólo porque os vayáis vos con El a consolar y volváis la cabeza a mirarle” (C 26,5)
Queremos volver los ojos a Ti, Señor.
Y al mirarte, sentir, saber, experimentar que Tú eres Quien nos miras, que nos miras amándonos, que nos miras perdonándonos…
Que tu mirada está llena de paz, de reconciliación, de salvación, de Vida, de RESURRECCIÓN.
Mira que te mira… con unos ojos llenos de Amor.
“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn. 13,1)
“Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a Él, y haremos morada en Él” (Jn. 14,23)
“Como el Padre me amó, Yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn. 15,9)
“Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos” (Jn. 15,13)
“Me amó y se entregó por mí” (Ef. 2,20)
La oración es relación, es encuentro con Quien sabemos nos ama.
En esta mañana, nos ponemos nuevamente a los pies del Maestro, para estar con Él, para escucharlo, para seguirlo y amarlo, o mejor, para dejarnos amar por Él.
Los domingos de Cuaresma de este año, vienen cargados de grandes enseñanzas catequéticas; los dos domingos anteriores nos invitaban a acoger el Agua Viva y a dejarnos iluminar y abrir los ojos por Quien es la Luz, el próximo domingo a encontrarnos con Quien es la Vida Verdadera.
Pidámosle al Señor nos conceda su Espíritu para estar con Él, para acoger esta Palabra que nos ofrece y dejar que penetre hondo en nuestra vida, que nos dejemos impregnar por la Vida Nueva que Cristo Jesús nos comunica.
Vamos primero a escuchar el Evangelio, dejando un espacio de silencio entre algunas partes, para que resuene en nuestro corazón, para que oremos con esta Palabra. En este Evangelio, aparecen muchos personajes, podemos orar poniéndonos en la piel de cada uno, por eso, los invito a meditar y seguir orando con esta Palabra en sus casas, porque es de una riqueza sin precedentes. Nosotros en esta mañana intentaremos tener los ojos fijos en Jesús, en sus actitudes y en las actitudes de los que se encuentran con Él.
EVANGELIO: Juan 11,1-45
En aquel tiempo un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. (María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera: el enfermo era su hermano Lázaro).
Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo:
-Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo:
-Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba.
Sólo entonces dice a sus discípulos: -Vamos otra vez a Judea.
Los discípulos le replican: -Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?
Jesús contestó: -¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza, porque le falta la luz.
Dicho esto añadió:
-Lázaro, nuestro amigo; está dormido: voy a despertarlo.
Entonces le dijeron sus discípulos: -Señor, si duerme, se salvará.
(Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.)
Entonces Jesús les replicó claramente: -Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos: Vamos también nosotros, y muramos con él.
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado.
Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa.
Y dijo Marta a Jesús: -Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús le dijo: -Tu hermano resucitará.
Marta respondió: -Sé que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús le dice: -Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
Ella le contestó:
-Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja: -El Maestro está ahí, y te llama.
Apenas lo oyó, se levantó y salió a donde estaba él: porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole: -Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y muy conmovido preguntó:
-¿Dónde lo habéis enterrado?
Le contestaron: -Señor, ven a verlo.
Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban:
-¡Cómo lo quería!
Pero algunos dijeron:
-Y uno que le ha abierto los ojos, a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa.)
Dijo Jesús: -Quitad la losa.
Marta; la hermana del muerto, le dijo: -Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.
Jesús le dijo: -¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
-Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado.
Y dicho esto, gritó con voz potente:
-Lázaro, ven afuera.
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
-Desatadlo y dejadlo andar.
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.
ORACIÓN
Jesús, las hermanas te mandan un recado: “tu amigo está enfermo”. Es una bonita petición, es una petición confiada, similar a la de tu Madre en las bodas de Caná: “No tienen vino”. Así, hoy en este día te presento mi realidad, lo que vivo, lo que me hace sufrir, lo que me tiene enfermo el corazón o me quita la paz o la vida verdadera porque me aleja de Ti y lo pongo ante TI. Tú sabrás bien lo que me conviene, dame un corazón dócil a tus designios de amor.
¡Qué rico, Jesús, ser tu amiga! ¡Qué bueno que Tú me consideres tu amiga como a Lázaro y a sus hermanas, con ese afecto especial! ¡Qué bueno, Señor, saborear tu Amor, saber que Tú me quieres, pero creérmelo tan vitalmente que me haga saltar de gozo, que me llene de vida nueva! Que me de cuenta de tu amor preferencial por mi.
Jesús, ¡qué bueno como Marta y María responder con presteza a tu llamada, levantarme y seguirte en verdad sin reservas!
Silencio
Jesús, tu Amor desconcierta, Tú que nos has dicho que: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos", “el Buen Pastor es el que da la vida por sus ovejas”. Si vuelves a Judea es a dar la vida, porque sabes bien que te buscan para matarte, pero Tú vuelves, porque eres el Buen Pastor, porque para Ti, tus amigos son más importantes que tu propia vida. Desafías la muerte yendo a dar nueva vida a Lázaro.
Así es tu Amor, un Amor sin medida. En esta mañana, me siento llamada a amar como Tú, pero como esto no está en mis fuerzas, esto no me es posible si no me dejo desbordar de Amor, de tu Amor.
Jesús, que me deje amar por Ti, hasta que tu Amor me desborde, hasta que tomes posesión de mí y no me reserve nada, para que puedas darme esa Vida verdadera que hoy das a Lázaro, porqué él sabe que morirá, pero también que tiene el germen de vida eterna.
Jesús, hoy me miras y me dices: “Yo soy la resurrección y la vida” y me preguntas: "¿Crees esto?" y en verdad Señor creo esto? Ojalá pueda responder como Marta: "¡Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo!" (v. 27).
Canto: Jesús es la Vida, Jesús me da la vida (Bis)
La liturgia de este domingo nos invita a reconsiderar el punto de vista de nuestra vivencia de la Cuaresma. Tal vez, nos hemos fijado demasiado en el aspecto negativo, el sufrimiento del Señor, el pecado del hombre, y hemos perdido de vista la auténtica perspectiva que Jesús vino a ofrecernos: La Resurrección.
La Palabra que se nos ofrece en esta liturgia nos invita a contemplar el Rostro Transfigurado de Jesús. Un rostro profundamente humano porque profundamente divino, o al contrario: auténticamente divino porque auténticamente humano. La verdadera razón de ser de este camino de cuarenta días es la Pascua, la Vida Verdadera, el Sentido nuevo que nos trae el Hombre Nuevo: Jesucristo.
EVANGELIO: Mateo 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
-«Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
-«Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.»
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
-«Levantaos, no temáis.»
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.»
ORACIÓN
Cristo, Dios y hombre, nos revelas el auténtico rostro del hombre, "manifiestas plenamente el hombre al propio hombre". Es precisamente este rostro el que contemplamos. En tu rostro resplandece la gloria del Padre, se percibe la profundidad de un amor eterno e infinito que toca las raíces del ser. En este rostro transfigurado reconocemos la profundidad de tu misterio.
Hoy nos es tan necesaria tu mirada amorosa, Jesús. Nos es necesario sabernos amados, sabernos amados eternamente y haber sido elegidos desde la eternidad. Tu mirada nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida, quizás con más certeza en los momentos de prueba y de dolor.
Hoy te nos presentas como no sabemos verte, en tu realidad de VIDA y RESURRECCIÓN. Ese es tu ser transfigurado, ese pasar por la vida con bondad, con compasión, con autenticidad, con integridad y coherencia, con libertad, viviendo y siendo vivido por Dios.
Hoy quieres hacernos contemplar que lo auténticamente humano es transparencia de Dios. Quieres, en definitiva, llevarnos a lo profundo de nosotros mismos para descubrirnos reales. Quieres que vayamos despojándonos de nuestro ego que nos impide vernos como somos. Y entonces descubriremos que, más allá de tantos límites y de tantas negatividades, toda la realidad está transfigurada. Y seremos capaces de admirarnos y de contemplar la belleza que nos regalas a cada instante.
Enséñanos a cultivar esta mirada que ve más allá de lo superficial, más allá de lo puramente práctico o útil. Y descubrir en cada ser humano a un hombre transfigurado por tu Amor, habitado por el Misterio.
La llamada al amor es siempre seductora. Seguramente, muchos acogían con agrado la llamada de Jesús a amar a Dios y al prójimo. Era la mejor síntesis de la Ley. Pero lo que no podían imaginar es que un día les hablara de amar a los enemigos.
Proclamó con claridad absoluta: "Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os calumnian".
Su lenguaje es escandaloso y sorprendente, pero totalmente coherente con su experiencia de Dios.
EVANGELIO: Mateo 5,38-48
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
-Sabéis que está mandado: «Ojo por ojo, diente por diente.» Pues yo os digo: No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas.
Habéis oído que se dijo:
-Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Yo, en cambio, os digo:
Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen y rezad por los que os persiguen y calumnian. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los paganos? Por tanto, sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.
ORACIÓN
Señor, nos llamas a amar como Tú: incondicionalmente a todos. Amar gratuitamente, sin pedir nada. Deseando el bien para todos, incluso de los enemigos.
Hoy nos dices: “No seáis enemigos de nadie, ni siquiera de quienes son vuestros enemigos. Amadlos para que seáis dignos de vuestro Padre del cielo".
Quieres que tengamos una actitud nueva ante el enemigo, quieres eliminar en el mundo el odio y la violencia.
Amar al enemigo significa, antes que nada, no hacerle mal, no buscar ni desear hacerle daño.
Pero no se trata solo de no hacerle mal. Podemos dar más pasos hasta estar incluso dispuestos a hacerle el bien si lo encontramos necesitado. Pensar, más bien, en lo que puede ser bueno para él. Tratarlo como quisiéramos que nos trataran a nosotros. No hemos de olvidar que somos más humanos cuando perdonamos que cuando nos vengamos alegrándonos de su desgracia.
Sólo si vivimos tratando de identificarnos contigo, Jesús, llegaremos a amar a quienes nos quieren mal.
Atraídos por Ti, aprendemos a no alimentar el odio contra nadie, a superar el resentimiento, a hacer el bien a todos. Jesús, nos invitas a «rezar por los que nos persiguen», seguramente, para ir transformando poco a poco nuestro corazón. Amar a quien nos hace daño no es fácil, pero es lo que mejor nos identifica contigo, que moriste rezando por quienes te estaban crucificando: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".
Solo Tú nos comprendes y perdonas de manera incondicional, incluso cuando no somos capaces de perdonar.
Señor, Tú que eres AMOR, concédenos ser amor para los demás.
INTRODUCCIÓN
En este nuevo día, convocados por el Señor, demos gracias a Dios Padre que pone en nuestros corazones el deseo de estar con Él, de iniciar nuestra jornada con los ojos y el corazón puestos en Jesús, su Hijo Amado.
Pidamos en primer lugar que nos dé su Espíritu para que ore en nuestros corazones.
SILENCIO
Hace dos domingos se ha iniciado la lectura del sermón de la montaña del Evangelio de Mateo, primero eran las Bienaventuranzas, que por coincidir con la Fiesta de la Presentación, no se leyeron, el domingo pasado el texto hacia alusión a la Luz y la Sal, y nos invitaba de alguna forma a dar signos de luz, de conversión, de fraternidad y solidaridad. Ahora, la parte que sigue del sermón, es la Nueva Ley en Cristo.
Las leyes han de estar al servicio del hombre, están puestas como una ayuda para nuestra vida.
Nosotros a veces queremos más leyes para que nos tracen el camino, que nos digan por donde ir y cómo hacerlo, es más seguro, más cómodo que vivir a la intemperie, en la inseguridad e incertidumbre del abandono confiado en las manos del Padre, en descubrir su voluntad.
Jesús viene a dar cumplimiento al mandamiento principal, el mandamiento del amor: amor a Dios y el amor al prójimo, hasta dar la vida por quienes le matan, por sus enemigos, por todos nosotros.
La primera lectura del próximo domingo nos ubica un poco en torno a lo fundamental: “la voluntad de Dios” y la voluntad de Dios no es otra sino que nos amemos unos a otro como Él nos ama. Si amamos de veras, entonces se cumple el resto de la Ley, porque a las personas que amamos, lo que queremos es hacerles el bien, darles lo mejor de nosotros, aspiramos que sean felices, no las envidiamos, no las robamos, ni las matamos, ni nada por el estilo.
Nos puede ayudar el recordar que todos somos hermanos, hijos del mismo Padre, formando un solo cuerpo en la gran familia humana. Alegrándonos con los triunfos de los otros, con las alegrías y acompañándolos en el dolor y el sufrimiento.
ORACIÓN
Como es nuestra costumbre, vamos a orar con el Evangelio del próximo domingo.
Escuchemos algunos apartes del Evangelio para orar con ellos.
EVANGELIO: Mateo 5, 17-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
[No creáis que he venido a abolir la ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
...Os lo aseguro: si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: no matarás, y el que mate será procesado.
Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano será procesado. [Y si uno llama a su hermano «imbécil», tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama «renegado», merece la condena del fuego.
Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Habéis oído el mandamiento «no cometerás adulterio». Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
...Está mandado: «El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio.»
Pues yo os digo: el que se divorcie de su mujer -excepto en caso de prostitución- la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.]
Sabéis que se mandó a los antiguos: «No jurarás en falso» y «Cumplirás tus votos al Señor».
Pues yo os digo que no juréis en absoluto: [ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo]. A vosotros os basta decir sí o no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.
Jesús, revela a mi corazón los misterios de la Nueva Ley que inauguras.
Jesús, ¿cómo es eso que no vienes a abolir la ley sino darle plenitud y luego escucho como una cantinela: “Habéis oído que se dijo a los antiguos… Pero yo os digo”…? En verdad, es como si cambiaras todo. ¿Qué me quieres decir? ¿Qué esconde de fondo esta Palabra para mi vida?
Quiero, Señor, fijarme en eso que nos dices hoy: "si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos". Ellos cumplían la ley escrupulosamente, pero solo externamente, y eso no les hacía mejores sino mezquinos.
Señor, que pueda amar como Tú, vivir como Tú, con esa limpieza y profunda entrega a la voluntad de Dios que no es otra que amar sin medida.
Jesús, tú que eres el Camino, la Verdad y la Vida, enséñame, instrúyeme. Que yo me deje guiar dócilmente por Ti.
Jesús, Tú eres quien ha cumplido la LEY EN PLENITUD, PORQUE TÚ HAS HECHO EN TODO LA VOLUNTAD DE TU PADRE QUE ESTÁ EN LOS CIELOS. TÚ HAS ESCOGIDO EN TODO EL PLAN SALVADOR TRAZADO DESDE ANTIGUO PARA EL HOMBRE AL ACOGER TODO LO QUE LE AGRADABA AL PADRE, AL OLVIDARTE DE TI, Y ENTREGAR TU VIDA SIN MEDIDA POR TODOS NOSOTROS, POR MÍ.
Jesús, tú eres el perfecto cumplidor de la Ley, porque nos has amado hasta el extremo: "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo" (Jn.13,1). Nos has amado hasta el colmo, hasta el sacrificio tu vida, hasta quedarte con nosotros en la Eucaristía.
Es un amor personal, es a mí a quien hoy amas, Jesús. Señor, que yo me crea este amor, y que creyendo en él, salte de júbilo, de alegría. Cómo no hacerlo!!!!!!!!!!
Jesús, esta es la Nueva Ley del cristiano. No hay que preguntarse ya hasta dónde es posible llegar sin pecar, sino cómo es posible llegar hasta el límite del amor, de la entrega, del servicio. Es afinar el amor en los detalles de cada día, es hacer grata la vida a todos los que nos rodean, es olvidar las ofensas, los malos entendidos, las incomprensiones, es perdonar, es vivir como Tú, Jesús, tan centrados en la voluntad del Padre que nos lleve a un olvido de nosotros mismos.
Es estar tan atentos a los otros, que podamos acercarnos con humildad al hermano cuando percibimos de alguna forma que tiene quejas contra mí y buscar la reconciliación. Todo esto redunda en la paz del corazón, en la paz del mundo.
Qué difícil Señor hacer esto! Por eso hoy te pido:
“Haz que me parezca Ti, Jesús”
Señor, si fuésemos capaces de bajar hasta lo hondo del ser y comprenderlo en lo esencial, descubriríamos allí tu voluntad; lo que me estás diciendo, lo que quieres y esperas de mí.
Jesús, que me deje hacer por Ti, que al acoger esta nueva Ley se dé ese cambio profundo de mi ser hasta adecuarlo a lo que Dios Padre espera de mí.
Qué bueno, Jesús, que yo interiorizara la nueva Ley hasta el punto de que dejara de ser precepto y se convirtiera en convencimiento total de que eso es lo mejor para mí.
EVANGELIO: Mateo 5,13-16
“Vosotros sois la sal de la tierra.
Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará?
Ya no sirve para nada
más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.
Vosotros sois la luz del mundo.
No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte.
Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín,
sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.
Brille así vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras buenas obras
y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”
El Evangelio es sencillo, está en el contexto de las Bienaventuranzas. Jesús está instruyendo a sus discípulos, les dice lo que son como discípulos.
Jesús nos dice que somos sal de la tierra y luz del mundo.
Y nos pone ejemplos correspondientes y evidentes de lo que pasa cuando no somos lo que tenemos que ser como discípulos de sal y de luz.
La sal y la luz tienen sentido en medio de lo que no tiene sabor y en medio de la oscuridad. “Estar en el mundo sin ser del mundo”
Estar en medio de las realidades de nuestro mundo, de nuestra sociedad, siendo creyentes que transmiten sentido, sabor a la vida, en lo más cotidiano de nuestros quehaceres; siendo luz en medio de muchas zonas oscuras.
La primera lectura nos habla claramente de cómo somos luz, como creamos luz en nuestro alrededor.
Esto dice el Señor: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne.
Entonces romperá tu luz como la aurora, enseguida te brotará la carne sana, te abrirá camino la justicia, detrás de ti irá la gloria del Señor.
Entonces clamarás al Señor y te responderá. Gritarás y te dirá: "aquí estoy".
Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.
Son nuestros hechos, nuestro proceder con los hermanos, los que hacen de nosotros luz que alumbra la oscuridad del egoísmo, de la indiferencia, de la opresión.
No se trata de proselitismo de palabras, sino de vivir lo que creemos manifestado en hechos.
El Evangelio nos habla claramente qué pasa cuando se distorsiona la sal, cuando se oculta la luz. Es decir, cuando nos desvirtuamos como discípulos de Jesús, vivimos una incoherencia, o mejor, un absurdo.
Si la sal no cumple su función de dar sabor, hace el ridículo, está hecha para ello. Si no lo lleva a cabo solo sirve para ser tirada.
Si se oculta la luz, ¿qué sentido tiene?, no cumple su función.
Fijémonos que el Evangelio dice que SOMOS LUZ DEL MUNDO Y SAL DE LA TIERRA. Que ya lo somos, el no realizarlo es negar nuestra condición de discípulos. No lo somos desde nosotros mismos sino desde Él; y el mismo Evangelio lo aclara para que:
“Brille así vuestra luz delante de los hombres,
para que vean vuestras buenas obras
y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”
Para que el Padre sea Glorificado, para que nuestro Dios sea conocido.
La sal no cumple su función sino diluyéndose; realza las otras realidades, pero no deja de ser ella. Cuando no está, el resto está soso; requiere una justa medida, sirve en función de que se entrega. Al igual que la luz, cumple su función en la medida que se entrega donde hay oscuridad.
El llevar a cabo su función implica la Cruz. Llevar a cabo la función purificadora como sal, hiere lo corrompido para conservar sano. El llevar la luz, hiere la oscuridad, para ser reconocida la Verdad de Dios en las realidades del hombre.
Negarnos a ser lo que somos como discípulos, es negarnos a dar a conocer a Jesús y su modo de actuar con el hombre.
Padre Bueno, que por tu bondad has derramado el Espíritu Santo en nuestros corazones, que has enviado a tu Hijo para enseñarnos cómo crecer como personas e Hijos tuyos, ayúdanos a vivir desde la Luz interior que Tú ya has puesto en nosotros, que es tu mismo Espíritu, Espíritu que nos capacita para obrar según tu condición.
Que no cerremos a los demás la posibilidad de conocer tu rostro de Padre, de Hermano, de Amigo.
Espíritu Santo, que acogiendo tu acción purificadora en nuestra vida, seamos sal que dé sabor a la vida.
Celebramos este Domingo la Fiesta de la Presentación del Señor, a cuarenta días del Misterio de la Navidad en el que contemplamos “el excesivo Amor que Dios nos tiene, que nos ha enviado a su propio Hijo, en semejanza de carne de pecado…” (Antífona del magníficat de las I Vísperas de la Solemnidad de la Madre de Dios).
Esta Fiesta nos llama la atención sobre la llegada del Salvador; sobre su entrada en nuestra realidad, en nuestra historia, haciéndose uno más, cumpliendo las prescripciones de la ley. Nos invita a mirar con ojos nuevos la realidad para descubrir la Presencia de la Luz, de la Esperanza de Redención que llega, inesperadamente, en la forma de un Niño presentado por su Madre.
La Liturgia nos ofrece muchos elementos que nos ayudan a introducirnos en el Misterio de la Encarnación: la bendición y procesión de las candelas, la Palabra, la Eucaristía…
Las figuras de Simeón y de Ana, de alto contenido simbólico, nos invitan a reconocer en nuestro hoy esta Luz que quiere iluminar nuestras vidas y llevarlas a la espera confiada y gozosa. A ser personas que esperan, que otean el horizonte a la búsqueda de signos que manifiesten la aparición de la Vida.
EVANGELIO: Lucas 2,22-40
Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor.
También debían ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías del Señor.
Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a Dios, diciendo:
"Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel".
Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: "Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos de muchos".
Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que, casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con ayunos y oraciones.
Se presentó en ese mismo momento y se puso a dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén.
Después de cumplir todo lo que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en Galilea.
El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él.
Venimos a tu encuentro, Señor. Sin saber muy bien en dónde estás o cómo te haces presente. Sin descubrirte claramente como quisiéramos, pero sabiendo que te escondes en nuestra realidad cotidiana. Que te harás presente y nos darás ojos para contemplarte.
Queremos acogerte. Acoger tu Luz que ilumina nuestras oscuridades y las llena de esperanza. Acogerte en la presencia de los débiles y pequeños que caminan a nuestro lado. Acogerte para manifestarte, para llevar tu Luz a quienes no conocen la alegría de vivir viendo.
Nos ponemos ante Ti para dejarnos guiar por tu Espíritu y descubrirnos, encontrarnos, dentro y entre nosotros. Nos abrimos a Él, dócilmente, agradecidamente…
Sabemos que contamos con una compañera infatigable en nuestro camino, Ella, tu madre. A Ella acudimos para aprender a mirarte, para presentarte, también hoy, nuestra vida tal y como la traemos, tal y como somos…
Orar es dejar atrás los terrenos ya sabidos y acostumbrados para entrar en la sorprendente novedad de Cristo. Jesús, Tú me llamas a beber el agua viva en tu pozo.
Vamos a escuchar en el evangelio cómo Jesús se retira y ora a solas con el Padre. A partir de este encuentro con el Padre, va a comenzar su misión de anunciar el reino de Dios. Y comienza a llamar a aquellos que Él quiere que lo sigan.
Para escuchar la voz del que nos llama necesitamos estar muy atentos. Y para seguir a Jesús una vez que lo hemos escuchado necesitamos dejar lo conocido y aventurarnos en lo desconocido.
“Para venir a lo que no sabes, has de ir por donde no sabes”. (S. Juan de la Cruz, Monte de la Perfección 2)
“Dame, señor Jesús, la fortaleza del Espíritu para emprender el camino con alegría y libertad.
EVANGELIO: Mateo 4, 12-23
“Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan, se retiró a Galilea.
Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo que había dicho el profeta Isaías: “País de Zabulón y país de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”. Entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”. Pasando junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: “Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres”. Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron. Recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el Evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo”.
Lo nuevo de Dios reclama el espacio del corazón. Los discípulos se van con Jesús, arriesgan, están dispuestos a seguirlo… Jesús se convierte para ellos en el centro de sus vidas y de este encuentro surge la amistad entre ellos, el amor…
“Procurad luego, hija, pues estáis sola, tener compañía. Pues ¿qué mejor que la del mismo Maestro que enseñó la oración que vais a rezar? … Mirad con qué amor y humildad os está enseñando… No os pido más de que le miréis… Tiene en tanto que le volvamos a mirar, que no quedará por diligencia suya”. (Sta. Teresa de Jesús, Camino de Perfección 26, 1.3)
Espíritu Santo, me doy a ti. Toma posesión de mí, condúceme en todo y haz que viva como hijo de Dios, como miembro de Jesucristo, y como quien te pertenece por haber nacido de Ti. Amén.
EVANGELIO: Mateo 3,13-17
En aquel tiempo, fue Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:
-Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús le contestó:
-Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.
Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo, que decía:
-Este es mi Hijo, el amado, mi predilecto.
Este Evangelio nos introduce en la experiencia del misterio de Jesús y su mesianismo. El Señor abandona Galilea, se interna en el mundo de los seres humanos y se solidariza con ellos colocándose en la fila de los que reciben el bautismo de Juan. Juan reconoce la grandeza del Maestro, intenta persuadirlo de que debe ser al revés, pero Él le convence. Conviene que cumplamos todo lo que es justo, es decir, que se cumpla el proyecto de Dios, su plan se realiza mediante la misericordia, la sumisión, la humildad y solidaridad con las miserias de la humanidad, dándoles nuevas esperanzas. Siendo uno más, mostrando que la presencia de Dios se revela en las situaciones más descorazonadas, en la realidad de pecado.
Una vez más, hay Buenas Noticias para todos, en especial para los pecadores. Dios está de su lado, se mezcla y solidariza con ellos, les va a buscar allí donde ellos se encuentran (Jordán), les revela su identidad (Hijo de Dios), ellos tienen hacia quien dirigir la mirada y el oído (mi elegido) y ya no se apartará de su lado.
Dios reacciona enviando sobre Él el Espíritu Santo, el mismo que le guiará a lo largo de todo su camino. La predicación de Juan (3,7-12) está orientada hacia la penitencia y el rigor. La acción de Jesús nos recuerda el comienzo de la creación y un nuevo comienzo en su persona. El Espíritu Santo actúa nuevamente a favor de la humanidad.
La voz del cielo, que se dirige no a Jesús, sino a los que están a su lado, pues dice “este es” y no “tú eres”, pretende dirigir nuestra mirada solo hacia Él. Es en Él donde Dios se hace presente en medio de la humanidad “este es mi elegido”.
CONTIGO QUIERO, SEÑOR Alcanzar y bajar hacia las aguas del Jordán para sentir que Dios llama siempre a pesar de las dificultades del camino.
CONTIGO QUIERO, SEÑOR Dejar la comodidad de mi casa, de mis amigos y trabajos, para empeñarme un poco en aquello que el Evangelio necesita de mis manos y de mi esfuerzo.
CONTIGO QUIERO, SEÑOR Renovar mi Bautismo un tanto empolvado por el paso del tiempo. Reavivar mi Bautismo un tanto mortecino. Fortalecer mi Bautismo a veces débil y acomodado.
CONTIGO QUIERO, SEÑOR Renovar, levantar, Ilusionar y mejorar, Incentivar y alimentar, Revitalizar y fortalecer lo que un día, por la fuerza del Espíritu, me hizo hijo de Dios miembro de su pueblo hijo de la Iglesia testigo de tu Reino.
El evangelio de Juan no contiene tradiciones, como las de Mateo y Lucas, sobre la anunciación y el nacimiento de Jesús. Pero tiene el “prólogo” como introducción a estos mismos misterios. A través de su teología de la Palabra, nos narra la encarnación, la “venida” de Jesús a nuestro mundo. Ya en el Antiguo Testamento la “Palabra” aparece como lo más profundo y vivo de Dios. Aquí radica una diferencia esencial con los dioses paganos, que “tienen boca, pero no hablan” (Salmo 115, 5). El Dios de la Biblia es el único que habla: “a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje” (Salmo 19, 5). Con la Palabra “crea” (Gén 1,3ss: “y dijo Dios...”); “llama” a Abrahán (Gén 12,1ss: “dijo a Abrahán...”) el padre de los creyentes; “libera” de la esclavitud de Egipto (Ex 3, 4ss); “anuncia” su voluntad y los tiempos mesiánicos en las palabras de los profetas auténticos de Israel (Is 1,2: “Yahvéh ha hablado”; Jer 1,4: “se me dirigió a mí la palabra de Yahvéh, diciendo...”; Ez 1,3: “la palabra de Yahvéh vino a Ezequiel...”; Os 1,2: “cuando Yahvéh comenzó a hablar por medio de Oseas...”, etc.). En esta tradición se inscribe el evangelio de Juan, llamando a Jesús “Palabra” que desvela el proyecto divino, revela el amor de Dios, vive la verdad del hombre, es luz del mundo, trae la vida verdadera, el don gratuito (“la gracia”) de su Espíritu... El evangelio de Juan supera el Antiguo Testamento, al identificar la “Palabra” con Dios mismo.
EVANGELIO: Juan 1,1-18
1 Al principio ya existía la Palabra y la Palabra se dirigía a Dios y la Palabra era Dios. 2 Ella al principio se dirigía a Dios.
3 Mediante ella existió todo, sin ella no existió cosa alguna de lo que existe.
4 Ella contenía vida y la vida era la luz del hombre: 5 esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha apagado.
6 Apareció un hombre enviado de parte de Dios, su nombre era Juan; éste vino para un testimonio, 7 para dar testimonio de la luz, de modo que, por él, todos llegasen a creer. 8 No era él la luz, vino sólo para dar testimonio de la luz.
9 Era ella la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre llegando al mundo.
10 En el mundo estaba y, aunque el mundo existió mediante ella, el mundo no la reconoció. 11 Vino a su casa, pero los suyos no la acogieron.
12 En cambio, a cuantos la han aceptado, los ha hecho capaces de hacerse hijos de Dios: a esos que mantienen la adhesión a su persona;
13 los que no han nacido de mera sangre derramada ni por designio de un mortal ni por designio de un hombre, sino que han nacido de Dios.
14 Así que la Palabra se hizo hombre, acampó entre nosotros y hemos contemplado su gloria -la gloria que un hijo único recibe de su padre-: plenitud de amor y lealtad.
15 Juan da testimonio de él y sigue gritando:
- Éste es de quien yo dije: «El que llega detrás de mí estaba ya presente antes que yo, porque existía primero que yo».
16 La prueba es que de su plenitud todos nosotros hemos recibido: un amor que responde a su amor. 17 Porque la Ley se dio por medio de Moisés; el amor y la lealtad han existido por medio de Jesús Mesías.
18 A la divinidad nadie la ha visto nunca; un Hijo único, Dios, el que está de cara al Padre, él ha sido la explicación.
«La Palabra de Dios se ha hecho carne». Dios no ha permanecido callado, encerrado para siempre en su Misterio. Dios se nos ha querido comunicar. Ha querido hablarnos, decirnos su Amor, explicarnos su proyecto en Jesús.
Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.
Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias, porque Dios se ha hecho «carne». Ha venido a vivir entre nosotros, en medio de nuestra debilidad y pobreza, en medio de nuestra pequeñez.
«A Dios nadie lo ha visto jamás». Sólo Jesús, «el Hijo de Dios, que está en el seno del Padre es quien lo ha dado a conocer». Sólo en Jesús nos descubre Dios su corazón y nos muestra su rostro.
Sólo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Sólo Él es la fuente para acercarnos a su Misterio.
Jesús es el rostro humano de Dios. Ahora sabemos cómo nos mira Dios cuando sufrimos, cómo nos busca cuando nos perdemos, cómo nos entiende y perdona cuando lo negamos. En él se nos revela «la gracia y la verdad» de Dios.
Con gran alegría nos reunimos hoy en torno al nacimiento a contemplar el Misterio del Amor de Dios hecho carne.
En silencio, démosle gracias al Padre por su Hijo, y a Jesucristo por su sí a los designios del Padre y al Espíritu a través de Quien se lleva a cabo la obra de semejante derroche de Amor.
En esta mañana, vamos a adorar primero en silencio este misterio, luego, escucharemos el Evangelio del próximo domingo, enmarcándolo en la Fiesta que celebraremos en este día: la Fiesta de la Sagrada Familia, y lo dejaremos resonar en nuestro corazón.
Hagamos, pues, silencio y adoremos este misterio.
EVANGELIO: Mateo 2,13-15. 19-23
Cuando se marcharon los Magos, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo:
-Levántate, coge al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo.
José se levantó, cogió al niño y a su madre de noche; se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes; así se cumplió lo que dijo el Señor por el Profeta:
«Llamé a mi hijo para que saliera de Egipto.»
Cuando murió Herodes, el ángel del Señor se apareció de nuevo en sueños a José en Egipto y le dijo:
-Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño.
Se levantó, cogió al niño y a su madre y volvió a Israel.
Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea como sucesor de su padre Herodes tuvo miedo de ir allá. Y avisado en sueños se retiró a Galilea y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. Así se cumplió lo que dijeron los profetas, que se llamaría nazareno.
Podíamos en esta mañana tomar la figura de San José y orar en torno a ella, a su confianza, a ese estar atento a los designios de Dios para su vida, para su familia. Esto lo podemos hacer a lo largo de este día o del próximo domingo.
Hoy les invito a centrar nuestra oración en la familia; por eso les propongo que traigamos a la memoria nuestras propias familias, que elevemos nuestra acción de gracias a Dios Padre por cada uno de los que la componen: por nuestros padres, hermanos, parientes cercanos, por los presentes y los ausentes, por los que se han ido pero se han quedado en nuestro corazón, por sus necesidades y debilidades, y pongámoslas a los pies de José, María y el Niño.
Traigamos a este encuentro también a todas las familias que conocemos donde brilla el amor, para que el Señor les conceda seguir viviendo unidos, dando muestras al mundo que el amor es posible.
Pidamos también al Señor por tantas familias desestructuradas, rotas por el rencor, por la violencia, por las diferencias, por la incomprensión para que por intercesión de la Sagrada Familia de Nazaret, puedan encontrar caminos de acercamiento, de perdón y amor.
Tomando la segunda lectura que escucharemos el domingo vamos a orar adaptándola un poco a nuestro contexto, a nuestro hoy.
Padre, que, sabiéndonos elegidos y amados por Ti, podamos vivir y reflejar tu misericordia entrañable, tu bondad, tu dulzura, tu comprensión.
Ayúdanos en nuestras familias a sobrellevarnos mutuamente y a perdonarnos cuando existan diferencias y quejas contra alguno, porque Tú siempre nos perdonas y acoges, que seamos reflejo del amor y del perdón recibido de Ti.
Que sea el amor el que oriente nuestra vida y nos conduzca a la paz que nos regalas por estar enraizados en el Amor de Cristo Jesús.
Que la paz de Cristo actúe de árbitro en nuestro corazón: a ella hemos sido convocados, en un solo cuerpo, porque todos somos hijos de un mismo Padre.
Que seamos agradecidos y que la Palabra de Cristo habite en nosotros en toda su riqueza; enseñándonos unos a otros con toda sabiduría; exhortándonos mutuamente.
Que la alegría de tu Amor desborde y te cantemos, dándote gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados.
Y todo lo que de palabra o de obra hagamos, sea en nombre de Jesús, ofreciendo la acción de gracias a Ti, Dios Padre nuestro, por medio de él.
Para concluir nuestra oración en este día, les invito a que se unan a esta plegaria por la familia:
“Dios, de quien proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra: Padre, que eres amor y vida, haz que cada familia humana que habita en nuestro suelo, sea, por medio de tu Hijo Jesucristo,"nacido de mujer" y mediante el Espíritu Santo, fuente de Caridad Divina, un verdadero santuario de vida y amor para las nuevas generaciones. Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los cónyuges, para bien propio y de todas las familias del mundo. Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte sostén humano, para que crezcan en la verdad y el amor. Haz que el amor, reforzado por la gracia del sacramento del matrimonio, se manifieste más fuerte que cualquier debilidad o crisis que puedan padecer nuestras familias. Te pedimos por intermedio de la Familia de Nazaret, que la Iglesia pueda cumplir una misión fecunda en nuestra familia, en medio de todas las naciones de la tierra. Por Cristo, nuestro Señor, Camino, Verdad y Vida, por los siglos de los siglos. Amén”.
El Bautismo de Juan es un signo externo de arrepentimiento; el Bautismo de Jesús: purifica al hombre interior como el fuego, lo limpia de sus pecados y miserias y le infunde el Espíritu Santo. El cambio que pide Juan es un dejar la mala conducta y volverse hacia el camino de Dios. Preparar el camino del Señor, que llega a librar a su pueblo de la esclavitud.
Juan el Bautista no perdió la cabeza ante el éxito de su predicación sino que aceptó plenamente su oficio de precursor del Mesías.
EVANGELIO: Mateo 3,1-12
“Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea predicando: -Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos.
Este es el que anunció el profeta Isaías diciendo: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre.
Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: -Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a escapar de la ira inminente?
Dad el fruto que pide la conversión.
Y no os hagáis ilusiones pensando: >Abrahán es nuestro padre>, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras.
Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. El os bautizará con Espíritu Santo y fuego.
El tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga”.
Para recuperar caminos hacia Dios necesitamos aprender a callar. A lo más íntimo de la existencia se llega cuando hacemos silencio. Cuando la persona se recoge y está callada ante Dios, el corazón comienza a abrirse.
Dar el fruto que pide la conversión: una vida nueva orientada a acoger el reino de Dios.
Jesús os quiere ver compartiendo la vida como hermanos, acogiendo a Dios como Padre de todos.
Dios ofrece su perdón gratuito a todos, incluso a los paganos y pecadores. Dios es Amor santo que atrae y da vida.
Todo ese largo período del Tiempo Ordinario (34 semanas) es un continuo enseñar de Cristo: su doctrina, su modo de pensar, cómo quiere a los hombres.
Lucas nos presenta el magisterio de Cristo, caminando hacia Jerusalén. Y ahora hemos llegado, y la cumbre de Jerusalén es el Calvario. Cristo está crucificado; pero su meta, su recorrido, ha sido una larga enseñanza de maestro, un profeta que ha enseñado a los hombres las bienaventuranzas, el perdón, el amor, la comprensión.
Lucas reúne aquí todos los detalles que recuerdan la realeza de Jesús:
- Los jefes dicen: “si es el Cristo de Dios, el elegido (el rey Mesías)
- Los soldados: “si eres el rey de los judíos, sálvate”
- “Había una inscripción encima de su cabeza: éste es el rey de los judíos”.
Se proclama tres veces su título real y tres veces se repite el saludo: “sálvate a ti mismo”.
El evangelio nos muestra dos tipos de personas que encarnan dos maneras de reaccionar ante la salvación que nos trae Jesús.
El buen ladrón ha sabido leer los signos de los tiempos y ha reconocido en el crucificado al Mesías que va a participar de la gloria en la resurrección. Es el tipo mismo del pecador que se convierte. Proclama la inocencia de Jesús y, mientras todos se ríen de su realeza, hace un acto extraordinario de fe y proclama su realeza: “acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Esta proclamación es fruto de la fe. Jesús le anuncia la salvación: “hoy estarás conmigo en el paraíso”. Es el hoy de la salvación: “hoy ha entrado la salvación en esta casa”, “hoy os ha nacido un salvador”, “hoy se cumple esta Escritura”.
El estar hoy en el paraíso expresa que la salvación empieza a hacerse realidad desde la cruz. La salvación definitiva llega a la vida de este ladrón arrepentido.
Nunca es tarde, nos recuerda Lucas, para volver a los caminos del evangelio. Cualquier día puede ser el hoy de la salvación.
EVANGELIO: Lucas 23, 35-43
En aquel tiempo, las autoridades y el pueblo hacían muecas a Jesús, diciendo:
-A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
-Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: "Éste es el rey de los judíos".
Uno de los malhechores lo insultaba, diciendo:
-No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
Pero el otro lo increpaba:
-¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.
Y decía:
-Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
Jesús le respondió:
-Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.
El evangelio de este domingo es de sobra conocido por todos nosotros. Sin embargo, si lo encuadramos en el marco de los domingos anteriores en los que Jesús nos ha hablado de las actitudes de quien quiere tener un diálogo de intimidad con Él, nos presenta novedades en las que quizás no solemos reparar.
Queremos abrirnos al Espíritu para que sea Él quien suscite en nosotros la escucha y la apertura al don de su Palabra transformadora. En Él nos encontramos a nosotros mismos en nuestra verdad más profunda y descubrimos aquellas máscaras o disfraces detrás de los cuales nos escondemos para no ser quienes somos. En Él nos metemos dentro de este relato evangélico y nos identificamos con los personajes, haciéndolos parte de nuestra vida cotidiana, reconociéndonos en ellos y dejándonos interpelar por lo que hoy y aquí quiere decirnos el Señor.
EVANGELIO: Lucas 19, 1-10
En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: -"Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa."
Él bajó en seguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: -"Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador." Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor:
-"Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más."
Jesús le contestó:
-"Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido."
Jesús, quiero buscarte. Jesús, quiero verte de cerca. Jesús, quiero estar cuando tú pases junto a mí.
Tú haces nacer en mí otro gozo, otro amor, otra tarea. Jesús, tú sacas de mí lo que ni yo conocía.
“El hijo de Hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido”.
Sólo lo que está perdido necesita ser buscado. Sólo el que se siente enfermo irá a buscar al médico.
Sólo si te sientes extraviado te dejarás encontrar por Él.
No se trata de fomentar los sentimientos de culpabilidad. Se trata de tomar conciencia de la dificultad del camino y sentir la necesidad de ayuda para alcanzar la meta.
Se trata de sentir la ayuda de Dios desde lo hondo de mi ser. Pero también de buscar y aceptar la ayuda de los demás, que van un poco por delante y saben por dónde debo caminar. Si me empeño en caminar en solitario, me perderé en el camino.
Hoy puedo ser Zaqueo, insatisfecho, buscador, quizás sin saber qué busco, sin atreverme del todo. Quizás sólo como observador de mi vida, sin querer implicarme, sin correr riesgos…
O, tal vez, puedo ser como la gente, que etiqueto, que me he reducido a mis propias ideas sobre los demás y me he incapacitado para ver más allá. Me he hecho incapaz de apreciar el fondo de quienes me rodean, de abrirme a la novedad del presente sin prejuicios.
Quisiera ser como Tú, Jesús, Presencia Amorosa, que ves en la profundidad, más allá de las apariencias y las formas. Que te sabes a Ti mismo y te vives como no-separado de nada ni de nadie. Con esta conciencia, ser, como Tú, gozo, transformación, salvación… Vida.
Lo más serio y auténtico que el hombre puede ofrecer a Dios es su pecado, sin esconder nada. Te presento lo que tengo; aquí estoy, Señor quiero acoger tu misericordia, tu perdón, tu abrazo de Padre que me acoge.
EVANGELIO: Lucas 18, 9-14
“En aquel tiempo dijo Jesús esta parábola por algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás: -Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era un fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: ¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.
El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al ciego; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Jesús busca la verdad y la transparencia del corazón, sale a nuestro encuentro para ayudarnos a discernir.
Señor Jesús, Tú que me sondeas y me conoces, dime si mi camino se desvía. Enséñame a pensar en verdad, a hablar en verdad, a orar en verdad.
Dame, Señor, un corazón nuevo; profundamente necesitado de Ti, capaz de mirar con bondad a los demás.
La humildad del publicano, que es andar en verdad, lo ha preparado para gustar los amores que Dios ofrece a los pequeños.
Dale gracias a Dios por todos los dones que te ha concedido y no seas tan ingrata, como para no verlo; si tú no eres nada, Jesús lo es todo; tu pequeña nada tiene que perderse en su infinito todo y piensa solamente en este único Amor.
Amar, qué bien hecho que está para eso nuestro corazón… Tampoco tienes que desear ver el fruto de tus esfuerzos: Jesús quiere guardar para sí solo esas pequeñas nadas que lo consuelan. Jesús se complace en enseñarle, como a San Pablo, la ciencia de gloriarse en sus debilidades. Es ésta una gracia muy grande, y pido a Jesús que te la enseñe, porque sólo ahí se encuentra la paz y el descanso del corazón.
Iniciemos este encuentro con el Señor, pidiéndole nos conceda el Espíritu Santo para que ore en nosotros.
Estamos finalizando el año litúrgico y las lecturas que nos trae este domingo se van poniendo a tono con este tema. Es importante tomar una buena postura de cara a la Palabra que escucharemos.
Siempre nos llegan noticias de catástrofes, como el reciente tifón en Filipinas, guerras, hambres, terremotos, y muchas desgracias más. Lo importante frente a esto es la invitación que late en el fondo del Evangelio, la confianza en un Dios que lleva nuestras vidas, y que aunque vayamos por cañadas oscuras no tememos porque nos fiamos de quien nos ha amado hasta el extremo, de quien ha salido triunfante de la muerte: Jesucristo.
Las noticias que presagian el fin del mundo han acompañado al ser humano a largo de su historia. El fin, es verdad que nos llegará, pero sólo Dios tiene conocido este momento y será luminoso, será grandioso según nuestra fe.
La destrucción de la que nos va ha hablar el Evangelio en la primera parte, hace referencia al templo de Jerusalén, efectivamente destruido hacia el año 70 después de Cristo. El templo de Jerusalén se había convertido para el pueblo de Israel en un símbolo, algo grandioso, de lo que estaban profundamente orgullosos, pero no quedara piedra sobre piedra. Es un anuncio de lo que pasa con los ídolos, tarde o temprano se vienen abajo.
Pidamos al Señor ilumine nuestra vida con la luz de su verdad para que los falsos templos que edificamos y nos separan de él, sean derribados.
Sin embargo, el Evangelio de este domingo que es un poco apocalíptico, nos ha de servir en la mañana de hoy para nuestra oración, para nuestro encuentro con el Señor, para que miremos nuestro abandono y confianza, para que confirmemos que sólo Dios es nuestra seguridad.
Escuchemos ahora el Evangelio y hagamos un momento de silencio para meditarlo y orarlo.
EVANGELIO: Lucas 21,5-19
“En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:
-Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.
Ellos le preguntaron:
-Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?
El contestó:
-Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mi nombre diciendo: «Yo soy» o bien «el momento está cerca»; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.
Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.
Luego les dijo:
-Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre.
Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.
Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a los tribunales y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre: así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa: porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa de mi nombre.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
Silencio.
Señor, yo como los discípulos, a veces quisiera saber sobre el futuro, ¿Cuándo pasarán estas cosas? ¿Cuándo será el fin del mundo? Es una forma dominar, de tener alguna seguridad en el futuro, que en el fondo esconde mis miedos, ante la vida, ante el sufrimiento, ante la incertidumbre de lo que esta por venir. Ayúdame, Señor, a confiar y arriesgar la vida en la verdad que eres Tú, que viva en la confianza de que eres Tú mi Camino, mi Verdad y mi Vida.
También nos dices, Jesús: "estad tranquilos"; por muy terrible que parezca el rumbo de las cosas de la tierra, nunca puede convertirse en destrucción o ruina decisiva. Lo decisivo eres Tú, Jesucristo.
Jesús, que tenga presente que a pesar de la inseguridad cósmica, del riesgo de la inquietud política que enloquece decisivamente por momentos, me mantenga firme, porque mi firmeza está basada en Ti: Tú eres mi Roca en la que se sustenta mi vida. Que tenga esto tan presente que viva con valentía, que nada me turbe, porque vivo arraigada en Cristo como mi Dios y mi Señor.
Aunque vivamos apoyados en Ti, Señor, escucharemos voces que nos dicen "yo soy" y "el momento está cercano". Aunque sintamos la dureza de la guerra, el odio de la familia y la dureza de una vida que parece convertirse en un sin sentido. Todo eso implica, Señor, que estamos sosteniendo la batalla decisiva, la agonía de los tiempos que se acaban. Pues, bien, Jesús, aviva en nuestro corazón estas palabras: "estad tranquilos"; por muy posible que parezca el sesgo de las cosas de la tierra, nunca puede convertirse en destrucción o ruina decisiva. Lo decisivo soy yo, eres Tú, mi Cristo.
Señor, afianza mi confianza en Ti, que crea vitalmente que Tú eres mi Salvador, que aunque los caminos de mi vida sean oscuros, aunque sufra persecuciones, haya catástrofes, estoy en tus manos.
Jesús, que tus caminos sean mis caminos, enséñame a confiar, ayúdame a descansar en Ti, a tenerte en mi horizonte; si te han perseguido, si has llevado camino de Cruz, ¿qué quiero yo, Señor, para mí?
Sé que me salvarás, y que mi destino es glorioso como el tuyo, pero mientras tanto, sostenme en tus manos, no me dejes ni un instante, mira mi fragilidad y pequeñez, mis miedos y mis angustias, ayúdame a perseverar en fidelidad hasta el final, en entrega total de mi ser en tus manos de Padre bueno.
Invocación del Espíritu Santo.
El domingo pasado el Evangelio terminaba así:
“Díjole Abraham: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan’.
El dijo: ‘No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán’.
Le contestó: ‘Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite’».
El próximo domingo, retomamos el tema de la fe, de creer. Nosotros creemos en Jesucristo y no le hemos visto.
Nuestra fe, descansa en el testimonio de tantos hombres y mujeres que a lo largo de la historia se han encontrado con el amor de Dios encarnado en Cristo Jesús. Ellos, quemados por ese fuego, por ese amor, lo han ido contagiando y gracias a ellos, nosotros también creemos, porque el Señor nos ha tocado el corazón, aunque a veces dudemos y tengamos que decir con los discípulos: Señor auméntanos la fe.
Hoy, es bueno hacer una reflexión en torno a nuestra propia fe, como nos ha propuesto la Iglesia a través del Papa Benedicto y del Papa Francisco, en este año dedicado a la Fe.
La fe cristiana surge de la vida de Jesús: de su encarnación, su pasión, muerte y resurrección y venida gloriosa. El desafío de la fe es creer en el amor de Dios: “Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1Jn 4,16).
La fe nace de la escucha (Rm 10,17), nos dice San Pablo y se manifiesta en el hablar: “Nosotros creemos y por eso hablamos, convencidos de que quien ha resucitado al Señor Jesús, nos resucitará a nosotros con Jesús” (2 Cor 4,13-14). Por eso, cada mañana al empezar nuestra oración recitamos este salmo que escucharemos el próximo domingo y nos invita a escuchar la voz del Señor: “Ojalá escuchéis la voz del Señor: No endurezcáis vuestro corazón”, es una invitación a estar atentos, porque el Señor nos sigue hablando y nos habla de muchas maneras.
La fe es un don, una gracia, pero también es tarea nuestra para hacer que germine y fructifique. Porque podemos enterrarla o no regarla dejándola que se muera.
La fe se fortifica en encuentro con una persona, con Jesucristo, que es la Roca donde se sustenta nuestra fe, nuestra vida, y se ve vigorizada por la Palabra de Dios, por los Sacramentos y por esos encuentros personales con el Señor a través la oración.
En esta mañana, hagamos memoria y recordemos las veces que hemos sentido la mirada del Señor, las veces que hemos experimentado su amor, su compañía, su ayuda, su ternura, cómo nos ha sostenido tantas veces en momentos duros y de angustia. Esto es lo de ponerla en tablillas (como nos dice la primera lectura) en dejar estos recuerdos tan vivamente grabados en nuestro ser, que nos sirvan y sostengan en momentos de aprieto y sufrimiento, de noche y vacío y de sin sentido, y que alienten nuestra esperanza.
SILENCIO
Jesús, encontrarme contigo me cambio la vida, la has llenado de alegría, esperanza y color.
Señor hoy siento esa necesidad imperiosa, de compartir este don con otros: ser testigo del amor que me tienes, de dar esto tan extraordinario.
Ahora vamos a escuchar la primera lectura y el Evangelio correspondientes al próximo domingo, dejáremos que resuene en nuestro corazón, que inspire nuestra oración y al final, y nos uniremos a una oración de la CARTA ENCÍCLICA LUMEN FIDEI (la Luz de la Fe) que Papa Francisco pone en labios de la Virgen María.
Primera Lectura Ha (1,2-3;2,2-4)
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio, sin que tú me escuches, te gritaréi: «¡Violencia!» sin que me salves? ¿Por qué me haces ver desgracias, me muestras trabajos, violencias y catástrofes, surgen luchas, se alzan contiendas?…
Me respondió el Señor y dijo: «Escribe la visión, ponla clara en tablillas, que se lea de corrido pues la visión tiene un plazo, pero llegará a su término si defraudar. Si se atrasa, espera en ella, pues llegará y no tardará”. Mira el altanero no triunfará; pero el justo por su fe vivirá”
SILENCIO
El texto del evangelio comprende dos partes. La primera, un diálogo entre Jesús y los apóstoles sobre la fe, “Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.”.
Pero, ¿cómo se incrementa la fe? La calidad es más importante que la cantidad: una diminuta semilla de fe es suficiente si la fe es real, la fe en Dios revelada en Cristo.
En la segunda parte se encuentra una parábola sobre el servidor que termina en una fórmula categórica: “Cuando hayáis hecho todo lo que Dios os mande, decid: Somos siervos inútiles, no hemos hecho más que lo debido”.
El diálogo de Jesús con los servidores tiene que ver con las actividades de la evangelización.
Por la conciencia de la debilidad ellos piden que les aumente la fe en la evangelización; y lo piden a Jesús porque nada es imposible para Dios. Cuando se trata de evangelizar, nada es imposible para Dios. “Siervos inútiles”, quiere decir, vosotros no sois más que siervos. Si no somos más que subalternos, la responsabilidad no reposa sobre nosotros; ¡lo cual es un descanso! Porque Dios lleva nuestras vidas.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 17,5-10.
En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor:
-Auméntanos la fe.
El Señor contestó:
-Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la mesa?»
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: «Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»
SILENCIO
Señor, auméntanos la fe
Señor aumentamos la fe porque en medio de tantos problemas se nos está olvidando que tu eres Padre.
Señor, necesitamos más fe porque a la hora del sufrimiento y las enfermedades se nos olvida lo que nos dijiste de la cruz.
Señor, necesitamos mucha fe porque a la hora de las angustias y dificultades nos da la impresión de que tú te olvidas de nosotros.
Señor, necesitamos mucha fe para no hacer que todo se nos vuelva una rutina, para descubrir tu rostro, tu huella en lo cotidiano.
Señor, necesitamos fe porque ya tenemos mucha más confianza en el dinero, en la tecnología que en ti.
Señor, auméntanos la fe.
SILENCIO
Nos dirigimos en oración a María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe.
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.
En el Evangelio de este domingo vamos a escuchar como Jesús se hace pobre para poder ver de cerca el rostro de los pobres y los mira no desde arriba, sino desde abajo.
La mirada de Jesús es muy importante en nuestra vida. ¿Cómo descubro que me mira Jesús?
El rico se distancia, se incapacita para ver a los que de verdad importan en la vida.
Orar es aprender a estar con quien se acerca y nos acerca, a los pobres.
Vamos a escuchar este Evangelio y le pedimos al Señor que nos ayude…
EVANGELIO: Lucas 16, 19-31
“En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos:- Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán.
Se murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno, y gritó: -Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.
Pero Abrahán le contesto: -Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro a su vez males; por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.
El rico insistió:- Te ruego entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.
Abrahán le dice: -Tienen a Moisés y los profetas: que los escuchen.
El rico contestó: -No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán.
Abrahán le dijo:- Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.
Silencio.
¡Oh riqueza de los pobres, y qué admirablemente sabéis sustentar las almas y, sin que vean tan grandes riquezas, poco a poco se las vais mostrando!
Orar es dejarse discernir por la palabra penetrante de los profetas, los de ayer y los de hoy.
Los hermanos que tenemos a nuestro lado y que están necesitando de nosotros una sonrisa, una palabra agradable, una mirada acogedora….
¿Quién es este MUERTO que ha resucitado y a quien tampoco hacen caso los judíos o no hacemos caso cada uno de nosotros, en muchas oportunidades que se nos presentan?
Señor Jesús, haz que revivamos continuamente la memoria de tu único mandamiento de amarnos mutuamente como Tú nos has amado. Que tu Espíritu Santo nos ayude a estar atentos, para que no dejemos de ver a los Lázaros que esperan nuestra ayuda.
Los textos de este Domingo tienen una gran complementariedad. En primer lugar, el profeta Amós pone al descubierto la injusticia social reinante, la denuncia, y pone de manifiesto el sentir de Dios frente a sus pobres: “El Señor, gloria de Israel, lo ha jurado: “No olvidaré jamás ninguna de estas acciones”. Que traducido en el lenguaje del Nuevo Testamento: “Lo que hicisteis con uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis”.
El Salmo termina con el clamor escuchado por parte del Padre:
Él levanta del polvo al desvalido
y saca al indigente del estiércol
para hacerlo sentar entre los grandes,
los jefes de su pueblo /
No podemos cerrar los ojos ante la realidad social, pero tampoco nos podemos atrincherar en el resentimiento y el juicio condenatorio; al igual que como humanidad, como Cuerpo de Cristo nos hemos reunido para orar por la Paz de Siria, de igual manera San Pablo nos convoca a la oración por los dirigentes.
El sistema social de injusticia es fruto de todas las administraciones injustas, pequeñas y grandes, pero “Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Todos estamos llamados a conocer la verdad de la justicia fruto de la fraternidad.
El evangelista Lucas en el contexto de la subida a Jerusalén, recorrido a través del cual Jesús va formando a sus discípulos, hoy nos habla sobre nuestra relación con el dinero.
Jesús pone un ejemplo de un administrador, que es injusto porque está malgastando los bienes de su Amo, y éste es denunciado y llamado a cuentas por su Señor para que le rinda informe sobre su gestión.
En tiempos de Jesús era común que los señores pusieran al frente de sus bienes un administrador que no tenía un sueldo, sino que su utilidad era fruto del recargo que él ajustaba a su favor, muchas veces bastante excedido.
Este administrador en vista a verse despedido analiza su situación de inutilidad, al parecer para ganarse la vida de otra manera. Reacciona modificando los recibos con los deudores, favoreciéndoles a ellos y “desfavoreciéndose” de la utilidad que a él le correspondiera.
Gestiona su futuro; ya que no ha sido honesto, busca una solución.
Y es esto lo que alaba Jesús, su habilidad para gestionar.
El dinero en sí mismo no es ni bueno ni malo. La forma en que desarrollamos la vida económica y social lo ha convertido en un “valor de dios” con el cual creemos que somos alguien o somos por ello más relevantes en el conjunto social.
Esta perspectiva ha desarrollado en nuestros corazones avaricia, injusticia, opresión y pérdida del sentido trascendente.
El dinero como dios nos ha instalado en lo pasajero y no lo hemos creído. Jesús no es un político, ni un economista, pero al igual que denuncia la religión como sistema de esclavitud, ahora denuncia el dinero en la misma medida que esclaviza y oprime al hombre cuando se convierte en su dios.
Lo que se dice de este administrador es que es infiel, ¿infiel a qué? O ¿a quién?
Infiel a lo que se le ha confiado, unos bienes ajenos. Parece que esto nos quiere sugerir que somos administradores del dinero en este caso específico que manejamos, sea mucho o sea poco.
Jesús, que se encarnó, no estaba ajeno a la vida cotidiana, no se sustrajo de las realidades sociales, y era en medio de ellas que construía el Reino de su Padre.
De igual manera nosotros, seguidores de Jesús, somos administradores de los bienes temporales que poseemos.
La pregunta es: ¿Cómo lo hacemos? ¿sólo en función nuestra? ¿a costa de otros? En este momento de crisis ¿cómo es nuestro compartir?
La injusticia generalizada que vivimos a nivel mundial no es fruto únicamente de los dirigentes, es fruto también de nuestras ambiciones particulares, de nuestro acaparamiento.
En el fondo, Jesús nos propone un corazón generoso y libre.
Nuestras pequeñas administraciones económicas son sólo un pequeño ensayo para las grandes y verdaderas administraciones de los valores del Reino.
Si en lo humano, que si es verdaderamente humano es divino, no respondemos con fidelidad, ¿cómo se nos podrá confiar el anuncio del Evangelio, el testimonio, la fe, el amor, que son los valores estables?
A manera de conclusión, nos dice Jesús:
No se puede ser seguidor de Jesús y servidor del ídolo dinero; no se puede ser generoso y egoísta a la vez; no se puede construir el Reino de Dios y su justicia, y vivir en función de los propios intereses. No se puede vivir en la ambigüedad interiormente pretendiendo establecerse aquí en la tierra y seguir al Jesús que siempre veló por los pobres; no se puede ser saciado de lo pasajero y de lo eterno a la vez; no se puede ser discípulo de Jesús y sacrificar las energías y la vida al dinero. Se amará a uno y se aborrecerá al otro.
“Vosotros, oh ricos, que tenéis vuestro dinero encerrado bajo llave, sois los carceleros de vuestro patrimonio, en lugar de sus soberanos; sois sus esclavos y no sus dueños.
Dice Jesús: ‘Dónde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón’. Junto con el tesoro, también vuestro corazón está cerrado con candado… Olvidando la enseñanza de Jesús, os apegáis a objetos de poco valor y perdéis inmensas riquezas: preferís los tesoros de dinero a los tesoros de la gracia…”
Reflexionad antes en los deudores que la gracia os puede asegurar:
• La gracia os da los hermanos como deudores…
• La gracia os da como deudor a Dios Padre. Él reembolsa con altos intereses el mínimo don que hagáis para aliviar la pobre.
• La gracia os da como deudor al Hijo de Dios, el cual dirá: ‘tuve hambre y me disteis de comer… Lo que hicisteis a uno de los hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’.
También vosotros podéis poner en práctica la enseñanza de la Escritura: haz un préstamo a Dios, dando a los pobres. Sí, quien da al pobre, presta a Dios”.
(San Ambrosio de Milán, De Nabuthae historia)
1ª Lectura: del libro del profeta Amós
Escuchen esto los que buscan al pobre sólo para arruinarlo y andan diciendo: “¿Cuándo pasará el descanso del primer día del mes para vender nuestro trigo, y el descanso del sábado para reabrir nuestros graneros?”
Disminuyen las medidas, aumentan los precios, alteran las balanzas, obligan a los pobres a venderse; por un par de sandalias los compran y hasta venden el salvado como trigo. El Señor, gloria de Israel, lo ha jurado: “No olvidaré jamás ninguna de estas acciones”.
2ª Lectura: de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 2,1-8
Te ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, y en particular, por los jefes de Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido.
Esto es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, pues él quiere que todos los hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre él también, que se entregó como rescate por todos. Él dio testimonio de esto a su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento, pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad. Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras.
EVANGELIO: Lucas 16, 1-13
1 Decía también a sus discípulos: «Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda;
2 le llamó y le dijo: "¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no podrás seguir administrando."
3 Se dijo a sí mismo el administrador: "¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza.
4 Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas."
5 «Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?"
6 Respondió: "Cien medidas de aceite." El le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta."
7 Después dijo a otro: "Tú, ¿cuánto debes?" Contestó: "Cien cargas de trigo." Dícele: "Toma tu recibo y escribe ochenta."
8 «El señor alabó al administrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz.
9 «Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas.
10 El que es fiel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho.
11 Si, pues, no fuisteis fieles en el Dinero injusto, ¿quién os confiará lo verdadero?
12 Y si no fuisteis fieles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro?
13 «Ningún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero.»
En este día vamos a centrar nuestra oración en la fiesta que celebramos hoy, la Asunción de María a los cielos. Su asunción es el anticipo de lo que nos espera, como la resurrección de Jesucristo nos anticipa nuestra propia resurrección.
Esta fiesta tan entrañable nos invita al gozo, la esperanza, la alegría, a acrecentar nuestra fe y amor.
Pidámosle al Señor nos conceda su Espíritu para orar como conviene.
Silencio
En esta mañana vamos a orar en dos direcciones en torna a María. Primero, pidiéndole a ella que interceda por nosotros ante el Padre, ante su Hijo por tantas necesidades que tenemos. Luego, escucharemos el Evangelio y oraremos con María al Padre.
María, en tu corazón grande de Madre, ponemos estas necesidades que llevamos en nuestro corazón, ponemos tantas realidades del mundo, tantos frentes de sufrimiento y angustia, tanta desesperanza y tristeza.
María, Madre nuestra, te presento esta realidad que llevo tan dentro de mí, de mi familia, mis amigos, mis vecinos, para que la presentes a tu Hijo, para que intercedas en esta necesidad y para que en todo se haga la voluntad del Padre.
Desahoguemos nuestro corazón, pongamos nuestras angustias en las manos de María y que se haga lo que mejor nos convenga.
Silencio
Escuchemos ahora el Evangelio y dejemos resonar esta Palabra en nuestro corazón.
EVANGELIO: Lucas 1,39-56
En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito:
-¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.
María dijo:
-Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo.
Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes;
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-,
en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.