Mirando hoy a Jesucristo, encaramado al pollino, entre triunfos y palmas, alfombras y alegrías, me pregunto con Aleixandre si son puñales o rosas. O a la vez unos y otras.
Los cristianos entendemos, sin embargo, que mereció la pena esta manera de entrar en el sacrificio, anticipándose a una gloria que, después de la Cruz, ya será definitiva.
...La vida también nos trae aplausos y desaires, amores y desventuras. También nosotros entramos en Jerusalén algún que otro domingo entre gozos, hasta que llega el viernes santo y se nos vuelca en el alma todo el dolor de la feliz memoria.
Jesucristo y su amor en la Cruz nos trajeron para siempre la salvación. El pollino tuvo que asombrarse ante tantos olivos alfombrados, ante los gritos de amor que hasta puede que fueran verdaderos. Pero Él conoce la condición del hombre, por eso vino a rescatarlo.
Entonces y ahora, por inalcanzable, estoy seguro que seguirá pensando:
-Yo soy quien soy. Pero no soy de nadie.