“Quien se humilla será ensalzado”
Bruno Moriconi, ocd
EVANGELIO: Lc 14,1.7-14
Entró Jesús un sábado en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando.
Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso este ejemplo:
-Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro, y te dirá: Cédele el puesto a éste. Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.
Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.
Porque todo el que se enaltece será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
Y dijo al que lo había invitado:
-Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus parientes ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote y quedarás pagado.
Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.
Los fariseos vigilaban a Jesús para ver si se atrevía a curar, aun siendo sábado, el hidrópico que se le había presentado delante, mientras él, prestaba atención a ellos. Observaba, dice el evangelio, cómo – en el salón donde le habían invitado a comer - escogían los puestos de honor.
Como siempre, Jesús aprovecha las ocasiones de la vida real (los campos, la pesca y, en este caso, un banquete), para hablar de la naturaleza del reino de Dios que ha venido a establecer en la tierra. Así, lo que está ocurriendo puede convertirse en una parábola, como se dice aquí expresamente: “Observando cómo escogían los puestos de honor, dijo a los invitados la siguiente parábola” (v. 7). De hecho, en el v. 11 nos encontramos con la aplicación directa de la mentalidad que se tiene que aprender el que quiera ser obrero en el reino, detrás de Jesús y con Él: “Pues quien se ensalza será humillado, y quien se humilla será ensalzado”.
Una conclusión que también encontramos al final de la parábola del fariseo y el publicano, donde el primero se cree óptimo y el otro, indigno: “Os digo que éste [el fariseo]”, concluye de hecho Jesús en esa ocasión, “volvió a casa absuelto y el otro [el pecador] no. Porque quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado” (Lc 18,14).
¡Pero, atención! No se trata de cautelosa estrategia (me pondré en el último sitio, así me invitarán a subir más arriba), sino de una humildad verdadera. Jesús no propone un método para conseguir siempre más. Jesús enseña el camino que Él mismo ha emprendido. Jesús que, “a pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres. Y mostrándose en figura humana se humilló, se hizo obediente hasta la muerte, una muerte en cruz” (Fil 2,6-8).
El amor gratuito que empuja a dar el primer sitio al pobre, es esencial para poderse decir cristianos de veras. No para merecerse una mención, ni tampoco méritos espirituales, sino por el mismo amor que mueve Jesús y la conciencia de ser todos hijos del mismo Padre, que no quiere dejar atrás a nadie y nos empuja sobre todo hacia los más necesitados.
Si no se comprende que Jesús habla para enseñar su misma sensibilidad, su parábola se convierte en un chiste y el lector, pero también los predicadores, tienen que estar atentos a no banalizar.