EVANGELIO: Juan 10, 1-10
En aquel tiempo, dijo Jesús: «Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: - «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y, salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»
En el capítulo primero de su Castillo Interior, hablando de la puerta para entrar en éste, Teresa de Jesús, escribe: “A cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios” (IM 1,7).
El Castillo de Teresa representa el alma, donde mora Dios, “un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas”. En términos evangélicos, sería la habitación más privada y secreta, donde encontrar al Señor que no se contenta con palabras, sino que quiere el deseo de encontrarle a solas. Lo enseña Jesús con estas palabras: “Cuando quieras orar, entra en elaposento más recóndito y, después de haber cerrado la puerta, habla a tu Padre en lo secreto” (Mt 6,6). Bueno, enseña de su parte Teresa, la puerta de entrada a este rincón secreto que ella identifica con el alma que llama “castillo”, es la oración.
En cambio, Jesús, en el relato evangélico de Jn 10, nos dice que Él es la puerta: “Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas”. En verdad, hablando de ovejas, Jesús es más bien “el buen pastor” que “da su vida por las ovejas”, como se lee en el versículo que sigue de inmediato al texto delevangelio que nos viene propuesto hoy. Bajo dos imágenes, entonces, quiere presentarse Jesús (la de Puerta y la de Pastor). Dos figuras que indican cada una un aspecto del Hijo de Dios. Él es el Pastor bueno, en cuanto nuestro Maestro que no solo nos enseña cosas, sino que se preocupa de todo nuestro bien. Él es la Puerta de las ovejas, porque nos abre la entrada a la casa del Padre. Siendo el Hijo de Dios que ha querido hacerse nuestro hermano hasta morir y ser sepultado igual que nosotros, como ha resucitado Él resucitaremos también nosotros. Dicho de otra forma, por el mismo Jesús, Él es el Camino hacia la casa del Padre. El Puente, diría santa Catalina de Siena, el viaducto que une la tierra al cielo.
¿A quién tenemos, entonces, que dar razón sobre el símbolo de la puerta? ¿A Teresa que nos dice que la puerta del castillo es la oración, o a Jesús que nos dice que la puerta es Él? Tenemos que dar razón a los dos, porque no hay ninguna contradicción. En un sentido absoluto, la puerta es Jesús. Es en Él, de hecho, que somos hijos de Dios Padre también nosotros, pero, para darnos cuenta de eso cada vez más profundamente, y vivir esa dignidad filial, tenemos que entrar en nuestro corazón, en nuestro castillo interior, a través la puerta que es la oración.
La puerta es Jesús, pero para llegar a comprenderlo del todo, hay que entrar con la oración que no quiere decir con muchos rezos. Los rezos son útiles, pero solo para pedir por los demás y para llevarnos al encuentro, porque la oración no es otra cosa – nos diría la misma Teresa de Jesús – que estar muchas veces a solas, tratando como amigos, con Quien sabemos nos ama. Con nuestro Padre del cielo, pero a través de su Hijo (la Puerta). Una oración que, al mismo tiempo, es consideración, enseña la misma Teresa. Consideración de quienes somos a los ojos de Dios.
No es para que le exaltemos a Él, que Jesús nos dice: “Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y, salir, y encontrará pastos”. Nos habla así para enseñarnos que ha venido y sigue estando con nosotros, porque quiere lo mejor para nosotros. En este sentido, es nuestro camino y nuestra puerta.
Bruno Moriconi, ocd