EVANGELIO: Jn 6,1-15
Después de esto, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea (o de Tiberíades). 2Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. 3Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.4Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. 5Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe: «¿Con qué compraremos panes para que coman estos?». 6Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer. 7Felipe le contestó: «Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo». 8Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice: 9«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?». 10Jesús dijo: «Decid a la gente que se siente en el suelo». Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil. 11Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado. 12Cuando se saciaron, dice a sus discípulos: «Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda». 13Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. 14La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía: «Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».15Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.
La ida a la otra parte del mar de Galilea y la multiplicación de los panes parecen corresponder a lo narrado por Marcos en el capítulo 6, comenzando por los versículos 30-34, leídos el domingo pasado. Juan, a diferencia de los Sinópticos (Mt, Mc y Lc), no habla nunca de milagros (terata), sino de signos (semeia) o de obras (erga).
Mientras, de hecho, en los primeros tres Evangelios las curaciones y todos los prodigios operados por Jesús son esencialmente manifestaciones de su potencia divina, en el cuarto son una manera de decir quién es Él (vino nuevo, luz, vida, etc.). De hecho, a veces, Jesús dice a sus adversarios: “Aunque no me creáis a mí, creed a las obras (erga), para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Jn 10,38). Y, al final de su Evangelio, Juan escribe: “Muchos otros signos (semeia), que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre" (Jn 20,30-31).
En concreto, la multiplicación de los panes es el cuarto de los signos escogidos por el evangelista Juan. El primero es la conversión del agua en vino en Caná de Galilea (2,1-11), el segundo la curación del hijo del funcionario real (4,46-54), el tercero la curación del paralitico en la piscina de Betesda(5,1-17) y, el cuarto, este de la multiplicación de los panes (6,1-15), único en común con los milagros (terata) de los Sinópticos. Seguirá el don de la vista al ciego de nacimiento (c. 9), la reanimación de Lázaro (11,1-44) y, en fin, el signo hecho realidad, o sea, su manifestación de resucitado a María de Mágdala en el jardín donde había sido sepultado (20,11-18).
En la multiplicación de los panes como tal, no hay nada que necesite explicación, sobre todo porque, como hemos anticipado, a este cuarto evangelista, mucho más que el milagro en sí le interesa su significado cristológico. De hecho, al ver que la gente le iba buscando para proclamarle rey en cuanto capaz de alimentar a todos, Jesús “se retiró otra vez a la montaña Él solo”. Además, cuando al día siguiente vayan a buscarle otra vez, Jesús les dirá: “En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros” (Jn 6,26). Como sabemos, a Jesús le interesa llegar a explicar que el verdadero “pan de la vida” (Jn 6,48) bajado del cielo es Él y no el maná que comieron los padres en el desierto quienes, a pesar de todo, murieron.
Para terminar, podríamos detenernos a reflexionar sobre la orden de Jesús a los discípulos de recoger los pedazos que han sobrado para que nada se pierda. Una confirmación de que el pan repartido es símbolo de la Eucaristía, donde cada parte es igualmente preciosa y no hay que tirarla. El hecho, luego, de que queden doce canastos (siete en la segunda multiplicación contada por los Sinópticos), indica la abundancia que, aplicada al Pan de Vida, quiere decir que nunca faltará ese precioso alimento.
Dicho esto, la multiplicación de los panes queda también como ejemplo de servicio a los necesitados en el nombre del mismo Jesús. Como lo hacen, entre otras y otros en el mundo, las Hijas de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta. “Dan el pan – dejó escrito el padre Jesús Castellano – tras haber contemplado el Pan de Vida. Sirven a los pobres, tras haber descubierto en ellos el rostro de Cristo”.
De hecho, a los discípulos que, preocupados por la muchedumbre sin comer en un lugar despoblado, le piden que despida a todos para que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren algún alimento, Jesús, en la redacción paralela de los Evangelios sinópticos, les replica: “Dadles vosotros de comer” (Mc 6,37).