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Madre, déjame que sueñe y te presente
el arco de flores que te encontraste a tu llegada al Cielo.
Sí, ya sé que no se parece en nada, pero pienso en el gozo incontenible
de un parvulito que, recién llegado del colegio, abraza a su madre y le dice:
Mira mamá, te he pintado.
Y, nervioso, le entrega su obra de arte,
que tampoco tiene nada que ver con la realidad.
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