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Es indispensable aceptar que “vivir” significa seguir caminando y, si nos acercamos más a la realidad, seguir subiendo. No podemos olvidar lo importante que es la búsqueda, la vigilancia, la superación, el abandono, el tener claro adónde voy y qué quiero, cuál es la meta más importante de mi vida.
Hay en el Evangelio muchos pasajes que sustentan esta reflexión, pero me voy a ceñir a uno de ellos: “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y todo lo que escribieron los Profetas sobre el Hijo del Hombre se va a cumplir” (Lc. 18, 31.)
La escalera, y el cuadro que la preside, nos puede ayudar a profundizar nuestra oración, desde las circunstancias concretas que estemos viviendo cada uno en este momento.
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