Ayer rezábamos ante una hierba florecida y catábamos la magnanimidad de Dios que ensalza lo pequeño, pero hoy estamos ante una hierba engañosa y malévola de la que tenemos que aprender a defendernos. Es engañosa, porque su flor es hermosa y esbelta; es malévola porque, si no la arrancamos en cuanto la detectamos, se apoderará de todo el arriate, ahogando a las demás plantas que existen en él.

¡Cuánto nos enseña esta foto! En la vida, pasamos por situaciones que, son inofensivas e incluso “hermosas” a simple vista, como esta margarita amarilla, pero si no estamos alerta y las eliminamos pronto de nuestro camino, nos harán prisioneros de su “dependencia” y no nos dejarán ser libres, frustrando así, el proyecto hermoso que Dios ideó para cada uno de nosotros. Proyecto que es, tan personalizado que, podríamos decir que tiene una especie de A.D.N

Padre, no sabes cómo me emociona contemplar una hierba con flores. Tienes un amor tan exquisito por tus criaturas, que las engalanas a tu capricho, por pura liberalidad, gratuitamente, sin tener en cuenta su practicidad ni la duración de su existencia… La verdad es que a mí no se me ocurriría actuar así. Yo valoro lo que creo que tiene valor y paso indiferente ante algo que hoy es y mañana se seca, como ante una hierba.

Hoy rezo ante esta hierba florecida, porque quiero aprender de tu actuar. Quiero repartir sonrisas, ya que no sé quién la está necesitando; quiero que todas, todas las criaturas sean importantes para mí, porque lo son para Ti; quiero cultivar los detalles que, aparentemente son insignificantes y pequeños, pero que pueden hacer felices a los que me rodean; quiero “ponerle flores” a las cosas efímeras, porque ellas también se las merecen, sólo por el hecho de que Tú las hiciste


Hoy conmemoramos a nuestros difuntos y, normalmente, le damos al día un tinte de tristeza, que no coincide con la Esperanza que los cristianos tenemos de que la muerte es el paso a la VIDA.

Martín Descalzo escribía muy atinadamente: “Morir sólo es morir. Morir se acaba/ Morir es una hoguera fugitiva. / Es cruzar una puerta a la deriva/ y encontrar lo que tanto se buscaba”.

Hoy contemplamos dos fotos. El año pasado, a nuestro jardinero se le pasó podar el jazmín, y este año estaba crecido, ampuloso, superflorido, pero, un viento fuerte de la primera tarde de otoño, lo derribó totalmente.

Esto me hizo pensar: La poda duele, pero es imprescindible para poder crecer. En la segunda foto, vemos el jazmín, podado por el viento y entre sus troncos, aparentemente muertos, surgiendo la vida en esas ramitas verdes que, tímidamente se abren paso.


En la foto vemos un hipotético bolo terráqueo cubierto de flores blancas y, se nos viene a la memoria el párrafo del Libro del Apocalipsis que dice: - “Éstos que están vestidos de blancas vestiduras, ¿quiénes son y de dónde vienen?...

-Éstos son los que vienen, de la gran tribulación y han lavado sus túnicas en la Sangre del Cordero”

Hoy celebramos la Fiesta de Todos los Santos. Ser santos nos parece una cosa extraordinaria pero, la posibilidad que Dios nos ofrece de ser santo, es para todos los bautizados, también para todos los que quieren acogerse a la Bondad y la Misericordia de Dios y abandonarse a su Voluntad como un niño se abandona a los brazos de su madre. Sobre todo, ser santo es saberse HIJO y saberse AMADO, pero creyéndolo desde las raíces más profundas de nuestro ser.

Que todos disfrutemos de esta promesa que hoy la Iglesia nos invita a celebrar y… ¡manos a la obra!


- “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el Sol que nace de lo alto”, rezamos todos los días en el canto de Benedictus en Laudes y, mientras saboreaba este pensamiento tratando de hacer oración con él, al ir a atender el torno, me encontré sorprendida con esta imagen. ¿Cómo enfocar al mismo Sol, tan refulgente, sin que se me lastimen los ojos? Me escondí detrás de una columna y saqué el móvil, para ver si atinaba a captarla, intentando hacerlo” a ciegas”.

Entonces se me vinieron a la memoria las palabras de Mateo 5, 6: “cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto”. Comprendí entonces que es imposible encontrarse con Dios, si antes no me escondo para buscarle, porque cuando lo hago y lo consigo, y trato de repetir y repetir siempre que me acuerdo, compruebo la razón que tenía Santa Teresa cuando nos repetía: “¡Acostumbraos, acostumbraos! Mirad que sé yo que podéis hacer esto”. Camino 26,2. Y también “Si os acostumbráis a traerle cabe vos y Él ve que lo hacéis con amor y que andáis procurando contestarle, no le podréis -como digo- echar de vos” Camino 26,1.