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Una pared iluminada; a la izquierda, un torno de madera con un frontal de azulejos del siglo XII o XVIII, una puerta también de madera recia en la que, curiosamente, no se observa ningún orificio para meter una llave, lo cual indica que sólo se puede abrir desde dentro.
Y justamente desde dentro sentí, de una manera muy fuerte, la posibilidad de entrar a lo desconocido, de arriesgar, porque confiaba en Quien me invita a traspasar el umbral, de admitir algo que no entraba en mis cálculos, de fiarme de Alguien que nunca me había defraudado.
Y, de repente, me sentí joven y en mi pecho nació el ansia de una aventura, de vivir experiencias inéditas, de transitar senderos que no sabía dónde terminarían, pero que en el fondo me atraían.
¿Qué puede haber dentro? Paz, seguridad, silencio, libertad, sosiego, alegría, una alegría tan honda, tan honda, que nadie me la pudo robar, ni siquiera el dolor o las lágrimas.
- ¡Sí, quiero!
Ahora puedo asegurar que no me equivoqué:” Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” Salmo 15
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