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Cuando vivimos nuestra vida de una manera más consciente, descubrimos que casi todos los acontecimientos que vivimos tienen un preludio, como éste que contemplamos en el que, aunque el sol no ha aparecido todavía, ya nos anuncia su llegada tiñendo de rosa las nubecillas del amanecer.
Estamos ante el preludio de un nuevo día. La melodía que hoy vamos a escuchar no la conocemos, porque su partitura está en las manos del Padre que, cuidadosamente, la ha escrito para cada uno de nosotros. Son únicas e intransferibles, por lo tanto, no es el momento de “pedir” sino el de “aceptar, “de “agradecer”, de “saborear” porque, además, su obra es lo más conveniente para cada uno en este momento. Ojalá el Señor nos conceda ser barro moldeable en sus manos para que al final de día, podamos decir como el salmista: “Alabad al Señor, que la música es buena, nuestro Dios merece una alabanza armoniosa” Salmo 146.
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