“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yos os aliviaré”. (Mt. 11,28) Esta frase es una verdad fundante en la vida, porque la experimentamos en incontables momentos y situaciones. Sin que tu mano poderosa sostenga nuestra debilidad, habría cuestiones que nunca se habrían resuelto y empresas que nunca habríamos acometido.

Es por eso que, contemplar esta foto me produce una sensación de descanso y alivio sorprendente. La silla sosteniendo la puerta entreabierta, como lugar donde corre el fresco en los días de bochorno y las dos realidades que constituyen un determinante en cada una de nuestras vidas: la luz y la sombra entre las cuales siempre nos estamos debatiendo. ¡Ah! y hasta una planta colgada del techo para recrear la vista. ¡Gracias Señor, estás en todos los detalles!


Hoy es la fiesta de Santa Teresa del Niño Jesús, la Gran Teresa, digna hija de tan Gran Madre.

Teresa, a la temprana edad de 24 años y 9 de Carmelita, llegó a alcanzar la Santidad, a ser Patrona de las misiones y Doctora de la Iglesia. Vamos a hacer la oración con un trozo de una poesía suya titulada: “Una rosa deshojada”

La rosa deshojada/ ¡oh mi Niño divino! / es la más fiel imagen/ del corazón que quiere a cada instante/ por tu amor inmolarse enteramente. / Hay muchas rosas frescas/ que gustan de brillar en tus altares/ y se entrega a ti. / Más yo anhelo otra cosa: /deshojarme…

El poema continúa, pero a mí “me tiembla el pulso del alma” y prefiero pararme en los puntos suspensivos, para que cada uno de nosotros termine la frase con lo que el Señor vaya suscitando en nuestros corazones.


Me sorprendes con una preciosa guirnalda de flores color malva en la unión de un muro medio caído y un suelo de cemento, que en realidad no es más que una hierbecilla florecida.

A nadie se le ocurriría derrochar tanta hermosura en un lugar tan pobre como éste y utilizando hierba, tan perecedera. Y es que, para nosotros, lo que es pobre no cuenta, porque no se le concede atención ninguna, porque no tiene valor, ni siquiera derechos… Pienso en tantos inmigrantes que huyen del hambre, de la guerra, de la persecución, del miedo. Lo dejan todo en su desespero, pensando que encontrarán “guirnaldas de flores malvas”, pero lo que encuentran es rechazo, exclusión, incomprensiones o, a lo peor, mafias que se aprovechan de su vulnerabilidad y hasta, en vez de florecillas malvas, encuentran esclavitud. Sólo Tú los amas y ojalá también nosotros aprendiéramos a amarlos como ellos se merecen y como Tú lo haces.


Hoy vengo a ti, sólo para darte gracias por todas las cosas bellas has creado.

Por la luz del amanecer, por la soberana grandeza del mar, por el aire que respiramos, por el amor de las madres, por la entrega incondicional de tantos hermanos que pierden su vida por los demás, por los que enjugan las lágrimas de los tristes, por los que dan sin esperar nada, por los que comparten sonrisas aunque tengan triste el corazón, por los que piensan en los que a nadie les interesa, por los que trabajan sin descanso para aliviar a los que están agobiados… y también por esta rosa que, al verla, cautivó mi corazón.


Este conjunto de plantas nos muestra lo exuberante y bella que es la vida, teniendo en cuenta que su principal encanto es justamente la delicada composición de lo diferente. Cuando se vive en familia, en el trabajo, en la sociedad, en la comunidad o en cualquier grupo de personas, cuando sabemos acoger, aceptar e incluso amar “la diferencia”, vemos cómo todo cambia a nuestros ojos, y la vida es más serena y llevadera. Esto parece fácil, pero es la piedra de tropiezo donde todos, sin excepción, caemos.

Si somos coherentes con nosotros mismos, no tenemos más remedio que admitir que, por más belleza que haya en un detalle concreto, la repetición constante de ese detalle tan bello, nos haría entrar en la monotonía, y el detalle perdería importancia e incluso valor. Sin embargo, la diversidad tiene un precio y la mayor parte de las veces, no estamos dispuestos a pagarlo, porque es perder parte de nuestro punto de vista y contemplar el punto de vista del que es distinto a nosotros, para poder, con el diálogo, llegar a una solución intermedia. Podría ser éste, el motivo que hoy haga fluir nuestra reflexión ante el Señor.