Es indispensable aceptar que “vivir” significa seguir caminando y, si nos acercamos más a la realidad, seguir subiendo. No podemos olvidar lo importante que es la búsqueda, la vigilancia, la superación, el abandono, el tener claro adónde voy y qué quiero, cuál es la meta más importante de mi vida.

Hay en el Evangelio muchos pasajes que sustentan esta reflexión, pero me voy a ceñir a uno de ellos: “Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y todo lo que escribieron los Profetas sobre el Hijo del Hombre se va a cumplir” (Lc. 18, 31.)

La escalera, y el cuadro que la preside, nos puede ayudar a profundizar nuestra oración, desde las circunstancias concretas que estemos viviendo cada uno en este momento.


En esta foto sólo brillamos Tú y yo, que me veo reflejada en ese conjunto de nubes cuyos bordes están repletos de tu Luz y tu belleza.

Ya me conoces. Ante ti no tengo secretos. Mi vida está fraccionada en múltiples compartimentos que, a veces hasta se contradicen; pero Tú me Amas y yo lo siento y, aunque tengo oscuridades que están escondidas y otras que están a la vista de todos, quiero que sepas que me encanta como me has pintado. Quedé bastante favorecida en esas nubes coquetas que surcan el cielo macilento del atardecer, pero que todavía relucen por la luz que reciben de ti. Son un fiel reflejo de lo que has hecho conmigo desde que tengo uso de razón.


Cielo, “el estrado de tus pies” y azahar; una tierra fértil, que engendra un naranjo con mucha vitalidad; tu mirada vigilante y promesa de fruto seguro, contenido en esos azahares apiñados; embriagante olor a ti y hojas verdes que contienen en su corazón todas las esperanzas del mundo, ¡que son muchas…!

¡Cuánto tienes Tú que comunicar cuando estamos alertas y deseamos tener oídos atentos y vigilantes dispuestos a escuchar la belleza de tus mensajes…!


¿Es que puede haber un artista, ni siquiera con manos de ángeles, que pueda crear belleza mayor? Esto no es nada, comparado con la obra exclusiva que el Señor va creando en nuestro interior, amasando las debilidades y errores que tenemos,con sus manos impregnadas de Amor.

No permitas que estorbemos tus proyectos y, mucho menos permitas, que nos entristezcamos cuando nos comparamos con alguien, pensando que los demás poseen dones que nosotros no tenemos. Esto es tanto como afirmar que tu amor es excluyente, que dentro de tu actuar, entran los intereses y los favoritismos, que hoy reinan en el mundo, como tantas veces dice el Papa Francisco.


Llevo en mi interior todo el dolor del mundo. Sé que no tengo capacidad para abarcarlo, pero no puedo, no quiero excluir a nadie. Mis posibilidades son escasas, pero tu poder es grande. Yo sé que mi actuar beneficia o perjudica al resto de mis hermanos, por eso Te pido: Señor, ensancha mis entrañas para que allí quepan todos los hombres, sobre todo los más excluidos, los que no se sienten amados, los que sufren injusticias, los más despreciados, los que no cuentan, los que ya no sirven, los que son tan pobres, tan pobres que sólo tienen dinero...

Así oraba yo mientras paseaba por la huerta, cuando me sorprendió contemplar mi sobra proyectada en el suelo. Si mi cuerpo ha menguado tanto, tantísimo, a causa del deterioro de los años en mi columna, ¿cómo estaba allí ella, esbelta y alargada; capaz de abarcarlos a todos? Por eso me decidí fotografiarla, porque en ella vi que sí cabían, porque me ibas a ayudar.