Somos un conjunto de luces y penumbras, de cal y desconchones, de detalle delicado- como ese azulejo- y de Cielo luminoso y azul de los días del verano...

Nos acostumbramos a vernos y, lo peor, nos conformamos con lo que tenemos.

Pero el Señor nos ama tanto que, de repente, irrumpe en nuestra vida haciéndose presente con esa delicada nube de color rosa que nos anuncia: "Estoy aquí, tú eres bella a mis ojos, yo te amo.

Sigue vigilando y abre los ojos que, si me llamas, Yo aparezco de la forma más inesperada".

 

Madre, déjame que sueñe y te presente

el arco de flores que te encontraste a tu llegada al Cielo.

Sí, ya sé que no se parece en nada, pero pienso en el gozo incontenible

de un parvulito que, recién llegado del colegio, abraza a su madre y le dice:

Mira mamá, te he pintado.

Y, nervioso, le entrega su obra de arte,

que tampoco tiene nada que ver con la realidad.