Libro de la Vida

Si recordamos, en el capítulo 11 Teresa nos ha presentado los grados de oración, simbolizados en cuatro maneras de regar el huerto que somos nosotros mismos. Hasta el 13 ha ido tratando de explicar, dar consignas y consejos, siempre desde su experiencia, a los que comienzan esta aventura de la oración.

Teresa nos habla desde su experiencia de oración, nos comparte una serie de avisos y consejos insistiendo en los más importantes. Educando primero al orante, y luego su oración.

Basta hacer el recorrido por el texto:

Representarse delante de Cristo, y acostumbrarse a enamorarse mucho de su Sagrada Humanidad, y traerle siempre consigo” (nº 2). Agradecer, amar.

A la autora le interesa prevenir al principiante contra un espejismo y que consiste en hacer pinitos de oración mística: “levantar el espíritu a sentir gustos” (nº 4). Ella lo rechaza por frustrante.

Nos hemos sentado, como comunidad, a escuchar a Teresa, nuestra Madre. Escucharla, sí, que eso es leerla atentamente y juntas. Ponernos a su lado para aprender a conocernos y a conocer al Amigo, al Dios de Teresa; Él, que viene a dársenos y nos sale al encuentro.

Lo importante, y no sobrará nunca recordarlo, es el texto directamente de la Santa; pero, queriendo compartir con vosotros algún eco de su lectura, diremos algunas cosas.

Este capitulo 10 normalmente es considerado un gozne, bisagra o transición entre lo que ha narrado de su vida y relación con el Señor y lo que será ese riquísimo tratadillo de experiencia de la oración de Teresa en forma pedagógica y a manera de metáfora. A mi parecer, Teresa da unas primeras primicias de lo que será una de las bases en nuestra vida como carmelitas, como es el tema de la humildad.