Acercarse a la figura y a los escritos de Juan de la Cruz inspira mucho respeto y en principio pareciera inalcanzable.

A Juan de la Cruz se le ha juzgado tantas veces de excesivo y extremista, y hasta de inhumano.

Pero, para llegar a él y a la médula de sus escritos e intenciones pedagógicas, es imprescindible una Persona: Cristo, y un verbo: amar.

En Juan de la Cruz hay un horizonte, con una meta fija: unirse a Cristo a través de un camino que puede hacerse lenta o rápidamente. Él propone el camino corto.

Sólo una alta sensibilidad y un profundo enamoramiento de Dios pueden suscitar poemas tan profundos como tiernos, ímpetus y determinaciones tan fuertes contra todo lo que impida la unión con Dios, trabajo personal tan arduo de reeducación en los valores que nos ayuden a vivir en cristiano.

Afirman algunos que el estar enamorados es casi un enloquecimiento, una vehemencia imparable por la persona que se ama, sin medir consecuencias.

Este amor en Juan de la Cruz induce a ese descentramiento y él lo llama éxtasis, que no es evasión, sino encausamiento de todas las riquezas que se poseen en función del Amado.

Su doctrina está fundada en la alta antropología del cristianismo: el hombre como imagen y semejanza de Dios. Esta imagen nuestra que como un sello indeleble llevamos dentro y que necesita emerger de donde la tenemos sepultada.

Los móviles de Juan de la Cruz para desempolvar esta imagen son los de todos, los de siempre, las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.

Quien quiera vivir el apasionamiento de una entrega amorosa a Dios, sin dilaciones, total, enterada, diría él, puede encontrar en Juan de la Cruz un maestro de espíritu con el cual recorrer este camino hecho de trabajo y gracia de Dios, llegando a conseguir ser dios por participación de amor.

Esta propuesta es desde el conocimiento de la debilidad y la miseria humana. No parte de imposibles y, sobre todo, sabe Juan de la Cruz que si nosotros buscamos a Dios mucho más nos busca Él a nosotros. Ciertamente el recorrido es exigente, ¿pero acaso habrá algo más exigente y extremista que amar, más aún cuando se trata de Jesús?

DATOS BIOGRÁFICOS

 

1542 Nacimiento, en Fontiveros (Ávila)

1563 Ingresa en los Carmelitas de Medina del Campo.

1567 Ordenación Sacerdotal en Salamanca. Primera misa en Medina. Entrevista con Santa Teresa de Jesús.

1568 Comienza la reforma del Carmen en Duruelo (Ávila).

1572 Confesor y Vicario en el monasterio de la Encarnación (Ávila).

         Acompaña a Santa Teresa en diversas fundaciones de monjas Carmelitas: Alba de Tormes (1571),

         Segovia (1574).

1577 Es apresado y llevado a Toledo.

1578 Se fuga de la cárcel. Asiste al capítulo de Almodóvar.

1579 Funda el convento de Carmelitas Descalzos de Baeza.

1582 Acompaña a Ana de Jesús a la fundación de Granada.

         Conoce a Dña. Ana de Peñalosa.

         Comienza su priorato en Granada.

         En estos años funda varios conventos de frailes y monjas en Andalucía.

1588 Superior en Segovia.

1591 El 14 de Diciembre muere en Úbeda (Jaén).

1593 Traslado en Mayo de su cuerpo a Segovia.

1618 Primera edición en Alcalá de sus obras, sin el Cántico Espiritual.

1630 Primera edición completa de sus obras en Madrid.

1675 El 25 de Enero es beatificado por Clemente X.

1726 Canonizado por Benedicto XIII en Diciembre.

1926 El 24 de Agosto es declarado Doctor de la Iglesia por Pío XI.

1927 Suscripción popular en Segovia para el sepulcro actual.

1952 El 21 de Marzo es proclamado patrón de los poetas españoles.


15 DE OCTUBRE

 

SANTA TERESA DE JESÚS

 

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"Como me vi mujer y ruin e imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que esos fuesen buenos, determiné a hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por Él se determina a dejarlo todo; y que siendo tales cuales yo las pintaba en mis deseos, entre sus virtudes no tendrían fuerza mis faltas, y podría yo contentar en algo al Señor, y que todas ocupadas en oración por los que son defendedores de la Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen".

(Camino de Perfección 1,1-2)


“Amor impreso en las entrañas,

que Él, nos lleve a ser almas generosas,

almas reales, que saben amar” (C.6, 4)

ORAR PARA AMAR

Dice la Santa que por muy bajo que hablemos Él nos oirá, y que no necesitamos alas para buscarle, solamente nos es necesario: “ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y no extrañarse de tan buen huésped; sino con gran humildad hablarle como a padre, pedirle como a padre, contarle sus trabajos” (C.28,2)

Dios Padre, ya nos ha entregado la Vida en plenitud, y quiere que respondamos a este don desde nuestra libertad, Él pide una libre adhesión a su voluntad, voluntad que es solo una, “amaos unos a otros como Yo os he amado” (Jn.15,12)

Amor a todos los hombres sin excepción, sin reserva.

He ahí nuestra llamada, hemos sido convocadas para el Amor, amor a la humanidad que soporta el peso de no saber vivir, de no saber ser Persona, ser Hombre, ser Mujer, seres creados para el Amor. Pero a esta humanidad fatigada y hastiada de sinsentido no se le ama en abstracto, se le ama creciendo en amor fraterno, muriendo a nosotras mismas. “Qué apasionado amor es éste, qué de lágrimas cuesta, qué de penitencias y oración; amor sin poco ni mucho de interés propio” (C.7,1)

Recordemos que “Amar a Dios es dejarse amar por Él. Y progresar en el amor es dejarse arrastrar por esa fuerza magnética que procede de Él. Y entender algo sobre Dios es dejarnos iluminar por Él. En términos generales, alcanzar algo no es otra cosa que dejarnos obsequiar”. Y para dejarse amar, arrastrar, e iluminar por Otro necesitamos confianza y fe en ese Otro.

Dios nos llama a todos a una excelsa dignidad, a un altísimo desarrollo de la conciencia, la voluntad, y, la capacidad de amar.

En una palabra nos entrega la verdadera y auténtica dignidad de lo que es el ser hombre imagen de Dios, nos entrega los dones para que alcancemos tal Plenitud, viviendo desde el Amor.

San Juan de la Cruz afirma: “el hombre es una hermosísima y acabada imagen de Dios” (1S. 9,1)

Pero ¿realmente nos vivimos así?

Sabemos que en Cristo Jesús reside esa Totalidad, “pues Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la Plenitud” (Col. 1, 19) Esto es, por Cristo somos hijos en el Hijo, hemos recibido la condición de hijos de Dios, podemos llamar a Dios Padre.

Tocante a la confianza, nuestra Santa Madre nos cuenta su experiencia: “Suplicaba al Señor me ayudase; mas debía faltar -a lo que ahora me parece- de no poner en todo la confianza en Su Majestad y perderla de todo punto de mí. Buscaba remedio; hacía diligencias; mas no debía entender que todo aprovecha poco si, quitada de todo punto la confianza de nosotros, no la ponemos en Dios”. (V. 8,12)

 

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