SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS

¡La ciencia del amor! ¡Sí, estas palabras resuenan dulcemente en los oídos de mi alma! No deseo otra ciencia. Después de haber dado por ella todas mis riquezas, me parece, como a la esposa del Cantar de los Cantares, que no he dado nada todavía... Comprendo tan bien que, fuera del amor, no hay nada que pueda hacernos gratos a Dios, que ese amor es el único bien que ambiciono.

Jesús se complace en mostrarme el único camino que conduce a esa hoguera divina. Ese camino es el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre... «El que sea pequeñito, que venga a mí», dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón. Y ese mismo Espíritu de amor dijo también que «a los pequeños se les compadece y perdona». Y, en su nombre, el profeta Isaías nos revela que en el último día «el Señor apacentará como un pastor a su rebaño, reunirá a los corderitos y los estrechará contra su pecho». Y como si todas esas promesas no bastaran, el mismo profeta, cuya mirada inspirada se hundía ya en las profundidades de la eternidad, exclama en nombre del Señor: «Como una madre acaricia a su hijo, así os consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las rodillas os acariciaré».

Sí, madrina querida, ante un lenguaje como éste, sólo cabe callar y llorar de agradecimiento y de amor... Si todas las almas débiles e imperfectas sintieran lo que siente la más pequeña de todas las almas, el alma de tu Teresita, ni una sola perdería la esperanza de llegar a la cima de la montaña del amor, pues Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud, como dijo en el salmo XLIX: «No aceptaré un becerro de tu casa ni un cabrito de tus rebaños, pues las fieras de la selva son mías y hay miles de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo... Si tuviera hambre, no te lo diría, pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros, beberé sangre de cabritos?... Ofrece a Dios sacrificios de alabanza y de acción de gracias».

He aquí, pues, todo lo que Jesús exige de nosotros. No tiene necesidad de nuestras obras, sino sólo de nuestro amor. Porque ese mismo Dios que declara que no tiene necesidad de decirnos si tiene hambre, no vacila en mendigar un poco de agua a la Samaritana. Tenía sed... Pero al decir: «Dame de beber», lo que estaba pidiendo el Creador del universo era el amor de su pobre criatura. Tenía sed de amor...

Manuscrito B


9 DE AGOSTO: SANTA TERESA BENEDICTA DE LA CRUZ

EDITH STEIN: UNA VIDA AL SERVICIO DE LA VERDAD

Breslau vio nacer a Edith el día 12 de octubre de 1891 en el seno de una familia de tradición judía. En su madre va a contemplar a la mujer fuerte de la Biblia. A los seis años destaca en la escuela por su inteligencia y viveza,  aunque ella sabe que “es más importante ser buena que sacar buenas notas.” La adolescente Edith no se conforma con lo que se le ofrece, se plantea innumerables cuestiones sobre el sentido de la vida y la tradición religiosa familiar no la llena. Quiere y busca algo más de la vida. Entra en crisis y descubre que “estamos en el mundo para servir a la humanidad”.

Edith opta por los estudios de psicología y filosofía en función de una preocupación interior: encontrar una respuesta al sentido del ser y de la existencia del hombre.

En 1914 estalla la 1ª Guerra Mundial y se ofrece a la Cruz Roja para trabajar como enfermera. Acabado su servicio sigue son su trabajo de tesis, que defenderá en 1916, obteniendo la más alta calificación. Trabaja dos años como asistente de Husserl.

Interiormente pasa por graves crisis de búsqueda. Cristo cada vez se va haciendo más presente y real en su vida: tiene “su primer encuentro con la cruz de Cristo”. Será santa Teresa de Jesús quien le haga ver y reconocer finalmente la Verdad en Cristo. Se bautiza el 1 de enero de 1922 y se consagra por entero al servicio del Reino, a través de la oración y de la actividad como maestra. Va a desarrollar un papel muy importante entre las mujeres católicas: cómo ser auténticas cristianas. Sus conferencias ponen los fundamentos para una antropología teológica diferencial de la mujer. La sociedad tiene que tomar conciencia del valor de la feminidad.

El 14 de octubre de 1933 ingresa en el Carmelo de Colonia, donde vivirá 5 años hasta que se traslada al convento de Echt, en Holanda, donde se piensa que estará segura de la persecución nazi. El 2 de agosto de 1942 detienen a Edith junto a su hermana Rosa. Sus palabras son: “Ven, vayamos por nuestro pueblo”. Llegan al campo de concentración de Auschwitz el día 9, donde encuentran la muerte.


LA BEATA ISABEL DE LA TRINIDAD

“LA POTENCIALIDAD DE LA IMPOTENCIA”

Alejandro Dumas decía que “el hombre nace sin dientes, sin cabello y sin ilusiones y los más mueren sin dientes, sin cabellos y sin ilusiones”. Porque la aventura de vivir es un reto y una conquista que a muchas personas les pasa inadvertida mientras otras les sacan todo el jugo que hay escondido incluso entre las hieles de las amarguras y los sufrimientos. A este último grupo pertenece la figura de nuestra hermana Isabel.

Hablar de la Beata Isabel y no tocar su ELEVACIÓN, sería algo así como mutilar su imagen. Permitidme que destaque un párrafo del que saqué el título de estos pequeños apuntes sobre su persona: “Pero siento mi impotencia y te pido te dignes revestirme de ti mismo, identifica mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumérgeme, invádeme, sustitúyeme, para que mi vida no sea más que una irradiación de tu vida”.

¿Se puede llegar a una oración más audaz? Isabel no utiliza como cuesta abajo su impotencia, para caer en las garras del desánimo, sino que la usa como trampolín que la lanza a la empresa más ambiciosa que pudiéramos imaginar.

Quedamos asombradas del potencial positivo que tiene escondido en su interior la más negra de las noches que podamos vivir, porque ¿cómo puede una criatura que se ve débil e impotente albergar en su centro de interés la “osadía” de pretender conseguir que su vida sea una irradiación de la de Dios?

Es verdad que la Elevación la escribe Isabel cuando ya vive la cumbre de su camino, pero también es verdad que el secreto de nuestra oración “audaz” no se fundamenta más, que en remitir a Él toda la eficacia de nuestros actos, confiando humildemente en que la realización de nuestros proyectos y ambiciones es solamente obra Suya.


SANTA TERESA DEL NIÑO JESÚS Y DE LA SANTA FAZ

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- Nace Teresita el día 2 de enero de 1873.

- Cuando cuenta con dos días recibe el Bautismo.

- Muere su madre cuando Teresita cumple cuatro años.

- Con 10 años es curada por la Virgen de una extraña enfermedad.

- Recibe la Primera Comunión y la Confirmación con 11 años.

- A los 13 años, la noche de Navidad, tiene lugar su conversión: deja de ser una niña y comienza su carrera

  de gigante.

- Al año siguiente, hace un viaje por Italia y pide permiso al Papa para entrar en el Carmelo a los 15 años.

- A los 16 años toma el hábito de Carmelita Descalza.

- Hace su profesión religiosa con 17 años.

- Muere su padre después de una terrible enfermedad. Teresita tiene 21 años.

- A los 22 años se ofrece como víctima al AMOR MISERICORDIOSO.

- Muere con 24 años.

- Es declarada Doctora de la Iglesia en octubre de 1997.

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