Orando con el Evangelio

EVANGELIO: Juan 16,12-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.
Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.

Hechos2, 1-11. Juan 20, 19-23

Pasan los siglos y con ellos la lentitud de lo que somos, los temas permanentes, el alma y sus paisajes de siempre: vida, muerte, amor y duda, gozo y tristeza de mirar al reloj y no saber cuando se nos clavarán las agujas.

Llega Pentecostés --el Viento de Dios que nunca estuvo ausente-- y nos sorprende otra vez desamparados. Igual que los amigos de Jesús en este intencionado evangelio de san Juan, estamos, como la tarde, a oscuras; con miedo, porque siempre hay alguien a quien sufrimos o basta con que nos suframos a nosotros mismos; tristes por las ausencias, incluso de aquellas presencias que nunca tuvimos. Y en pecado. Y en pecado...

Así aguardaban los apóstoles a la Llamas de Amor salidas del Corazón del Maestro, como lenguas que habían de lamer con fuego el frío de su soledad.

El tiempo, ese dolor que rueda con los años, nos devuelve hoy el amor de Dios como se entregan en una bandeja los deberes cumplidos: TIEMPO DE LUZ, para que veamos claro, incluso en las noches de dormidas estrellas, sabiduría de lámparas que atraviesan los muros de la enfermedad, del cansancio o la desidia; luz de libro que saca las manos de las hojas para que no falten en las palabras los abrazos. TIEMPO DE ALEGRÍA porque en Dios cesa el cansancio de los apetitos y Él, que traspasa las horas de los relojes como quien parpadea, nos cuenta cosas estremecedoras, encontrados paraísos en el Paraíso del Padre. TIEMPO DE MISERICORDIA nos trae Pentecostés, igual que el mar no se cansa de repetir su aullido y su oleaje. Bañados en el barro de la limitación, Dios nos ofrece hoy el incendio besado de un fuego que deleita. Dios le pague a Dios tanta abundancia.

EVANGELIO: Juan 7,37-39

El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús en pie gritaba:
-El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba.
(Como dice la Escritura: de sus entrañas manarán torrentes de agua viva.)
Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado.

Juan 14, 23ss
VIVIR CON ALGUIEN

Jesucristo dice hoy sin la menor vacilación: Al que me ama, mi Padre lo amará y vendremos a él y en él haremos morada...

Puede que el mejor libro de Santa Teresa sea el de Las Moradas del Castillo Interior, donde la carmelita relata a su manera las dificultades y afanes que ha de recorrer el alma para llegar a la mejor compañía, la de Jesucristo, que aguarda en la alcoba principal la luz cansada en los ojos de los que le buscan.

Visto lo que veo cada día en la experiencia de todos, para alcanzar la buena compañía son indispensables:

-Inteligencia. Porque el corazón suele irse con las candelas que más alumbran, pero que son también las que más pronto se apagan. Cabeza para sopesar la luz que dura frente a las bengalas de Valencia.

-Esfuerzo. Porque todo aquello que regaladamente se alcanza, se deprecia en la propia consideración y se malgasta en un verano. Tras el sudor, se agradece mucho más el manantial de la frescura.

Aun así, Vivir con alguien, es altamente complicado, como detener el agua de un río en la sombra del puente. Busquemos, sin embargo, sabiduría en Aquel que vive en lo más hondo de nosotros mismos, en la habitación principal de ese castillo que es el alma, tan necesitada de centinelas en las oscuras noches, con la luna escondida.

Juan 13, 31ss
RINCONES
Jesucristo no estrena en sus labios el amor, sino el sorprendente modo de entenderlo. “Os doy un mandamiento nuevo”...
-DONDE NO HABRÁ RINCONES para el odio. Compartiremos a la tarde el silencio de las cosas queridas. Cada uno será de otra manera y brillarán de blanco las sábanas al sol después de haber dormido en la noche las diferencias.
-DONDE NO HABRÁ RINCONES para el rencor. Se nos habrá quemado, por fin, la mala yerba de la mala memoria. Prohibido recordar las tempestades que quiebran en la cabeza sus oleajes. Permitido el recuerdo de las almenas que suben a los paraísos.
-DONDE NO HABRÁ RINCONES para el descuido... porque el amor requiere su agua y su flor cada mañana. Porque el amor no se hace, se construye. Preciso es que naufrague y sea salvado el mismo día con el asombro de los besos.
...Sólo así. Únicamente así habrá UN CIELO NUEVO Y UNA TIERRA NUEVA sobre la arruga de los tiempos viejos.