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Como mañana es el día de Santa Teresa, empezamos desde hoy.

La gaviota siempre vive en la playa, ése es su entorno porque allí es donde encuentra su alimento, donde se siente segura, donde están sus compañeras… La imagen de esta gaviota me recuerda tantas reflexiones de Santa Teresa... “¡Oh Señor, que todos los daños nos vienen de no tener los ojos puestos en Vos”
“mire que le mira”; “Pues razón será, hijas, que procuremos deleitarnos con estas grandezas que tiene nuestro Esposo”.

Pero, lo que de verdad me sugería esta imagen es dar a entender visualmente la “definición” que Santa Teresa hace sobre la oración en el capítulo 8 del Libro de la Vida: “…que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” ¿Cómo va a dudar la gaviota que el mar la ama, y que es su amigo, ya que, sin él, ella no podría sobrevivir?

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Una pared iluminada; a la izquierda, un torno de madera con un frontal de azulejos del siglo XII o XVIII, una puerta también de madera recia en la que, curiosamente, no se observa ningún orificio para meter una llave, lo cual indica que sólo se puede abrir desde dentro.

Y justamente desde dentro sentí, de una manera muy fuerte, la posibilidad de entrar a lo desconocido, de arriesgar, porque confiaba en Quien me invita a traspasar el umbral, de admitir algo que no entraba en mis cálculos, de fiarme de Alguien que nunca me había defraudado.

Y, de repente, me sentí joven y en mi pecho nació el ansia de una aventura, de vivir experiencias inéditas, de transitar senderos que no sabía dónde terminarían, pero que en el fondo me atraían.

¿Qué puede haber dentro? Paz, seguridad, silencio, libertad, sosiego, alegría, una alegría tan honda, tan honda, que nadie me la pudo robar, ni siquiera el dolor o las lágrimas.

- ¡Sí, quiero!

Ahora puedo asegurar que no me equivoqué:” Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad” Salmo 15

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¡Qué belleza nos muestra este naranjo en plena floración! Es un mundo cargado de esperanzas, un mundo que sueña, porque cuenta con elementos para poder hacerlo, aunque de sobra sabe que no todas las flores se van a convertir en frutos.

Para que el naranjo consiga convertir los azahares en naranjas, tiene que soportar los vientos del otoño, las lluvias intempestivas o en su defecto, la sequía, que no le favorecerá nada, los fríos del invierno, las heladas y, por supuesto, no todas las flores van a permanecer en la rama.

Si pensamos en nuestro mundo, el que estamos viviendo y en el que cada uno de nosotros ponemos nuestro granito de arena para que funcione como funciona, tenemos que reconocer que el principal inconveniente que padece es que nos faltan “elementos” en los que poner nuestras esperanzas de futuro, ya que hay cada vez hay menos jóvenes dispuestos a los que entregarle “el testigo” para que la carrera continúe. El mundo occidental se ha vuelto “anciano” y, paradójicamente, a los jóvenes que llegan a nuestras fronteras en busca de progreso y libertad, les cerramos el paso. ¿Somos conscientes de nuestro actuar?

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Hace un poco de tiempo me presenté como una “rosa cactus” que, bien sabía que no era una rosa. Hoy quiero compartiros mi alegría. El Señor me ha bendecido y me han nacido ¡flores! Sí, ya sé que no son olorosas, pero no me diréis que no son hermosas. Me recordaron al encuentro de María e Isabel cuando se vieron bendecidas por Dios en sus hijos, y yo también quiero cantar con ellas que Dios ha estado grande conmigo.

Esta reflexión puede ayudarnos. A veces la impaciencia nos domina y “protestamos” porque no vemos el fruto a nuestro quehacer. Queremos que se cumpla nuestro proyecto, ese que hemos fabricado y que pensamos que es el único que nos va a proporcionar la felicidad y, a veces, hay que pasar por el crisol y el sufrimiento para ver el fruto que nos estás regalando y que, por supuesto, es infinitamente mejor que el que habíamos proyectado. “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” Salmo 125

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Me impresionó la imagen. Estaba trabajando en mi celda cuando de repente, levanté la vista y me dejó atónita el espectáculo. En seguida vinieron a mi mente las palabras de Juan en el capítulo 10 de su Evangelio. “Yo soy el buen pastor… tengo otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que conducir, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño con sólo Pastor…”.

Cómo no ponerme en pie como el Profeta y decirte: “Aquí estoy, llámame, envíame.” Puedo ir sin moverme de este lugar, haciendo lo que hago diariamente, sin espectáculos, calladamente, desde el fondo de mi corazón, sólo poniendo a tu disposición mi voluntad y dejándote hacer en mí lo que Tú quieras, porque esto repercutirá en favor del resto de los hombres, mis hermanos. De nuevo te digo: Aquí estoy